LA GACETILLA TAURINA 

 Nº  10 -  15 de Abril  2005    (Textos originales del Dr. en veterinaria D. Juan José Zaldivar)

 EL TORO EN LA BAJA ANDALUCÍA - II

            

            Quizás entre hace 10 mil a seis mil años fue cuando ciertos bovinos aceptaron la domesticación y  el consecuente pastoreo, y los hombres, en su trato permanente con las reses, observaron sus reacciones, descubriendo y aprendiendo ciertos manejos de los animales fieros y temperamentales, y aquellos primeros manejos constituyeron los esbozos, las primeras fases de un rudimentario toreo, defensivo y sumamente útil. Y,  esas fases de rudimentario toreo siguen vigentes en las operaciones que se realizan desde hace casi mil años en las márgenes de las Marismas del Guadalquivir y, concretamente, en el Parque Nacional de Doñana.

              Martín Almagro ha dejado escrito que desde época remotísima, desde hace, como diría en expresión castiza,  una jartá de tiempo, el uro (*) o toro silvestre primitivo estaba ya domesticado en Oriente, y lo mismo el perro –éste desde hace 20 mil años- siendo el primer compañero del hombre. A la Europa Central y Nórdica llegaron hace apenas 8 mil años el perro de turba, pequeño y muy próximo al lobo del Mediodía de Francia, y a la vez el buey de turba, del cual derivan casi todas nuestras castas de vacas domésticas alpinas y centroeuropeas. En Egipto y Asia Menor, desde 5.000 años a. de C., se domesticó el buey y se le rindió culto, como dos milenios después lo hicieron los judíos al becerro de oro.

 (*) El pueblo llano andaluz, al referirse a nuestra moneda comunitaria, le resulta más  fácil llamarla «uros», como si en el subconsciente estuviese grabado ese nombre desde hace miles de años, refiriéndose ¡claro!, a los toros.

             Y así, a lo largo de los miles de años señalados, que los estudiosos llaman el período Neolítico, porque ya existían piedras muy bien pulimentadas por la mano del hombre; y mientras las diferentes castas de toros se iban instalando definitivamente en  sus extensos hogares naturales de la Península Ibérica, los seres humanos siguieron aumentando las áreas cerebrales de la inteligencia, al servicio de nuevas técnicas, pero desgraciadamente, para destruir. Dejaron en parte el lanzamiento de piedras y aprendieron el uso de palos para enfrentarse entre sí cuerpo a cuerpo. Antes de finalizar esta etapa, que se engarza con el inicio de la última edad glaciar,  es decir, de los hielos que cubrían hasta el Estrecho de Gibraltar, entre los 10.000-8.000 años a. de C., ya habían avanzado los hombres en los siguientes campos:

               -El lanzamiento de lanzas con punta afiladas de pedernal y otros objetos punzantes e igualmente mortales, como el boomerang polaco.

               -En el uso de flechas, que para hace unos 25.000 años, ya utilizaron con saetas de hueso y embadurnadas de drogas como el curare.

              -La preparación y el manejo de substancias naturales paralizantes y mortíferas con las que embadurnaban las saetas de sus flechas para cazar y matar a sus enemigos. La preparación de ungüentos diversos para proteger se la piel. Muchas de esas substancias siguen siendo un secreto para los científicos actuales.

          -Pulimentaban diversos tipos de herramientas líticas, como leznas, cinceles y cuchillos. Fue la Antesala de la Edad de lo Metales, en que se inició la Era de los Cacharros y de todas clases de objetos que continúa aun.

                Y por último, nos encontramos con el primer español que describió el uro o toro primitivo, que es lo que nos interesa. Fue san Isidoro de Sevilla, el que cantó la feracidad, fuerza y belleza de España, con palabras cuyo optimismo revela el amor más apasionado. Fue el Santo quien nos dice: Taurus (toro): este nombre, así como el de Bos (buey), viene del griego. El color general es leonado; semejante a las aves por su ligereza, son animales fieros, de pelo revueltos; mueven la cabeza con gran flexibilidad a donde quieren, y la dureza de su dorso rechaza el dardo y la flecha. Y san Isidoro nos  sigue diciendo que Urus (el uro) es el toro salvaje de Alemania, que de tal modo tiene desarrollado sus cuernos que se hacen con ellos para las mesas regias gerulas, o sea, recipientes para vino, las botas de cuero primitivas; la palabra viene del griego y quiere decir de los montes, obtenidas de la piel de los animales que se criaban silvestres en los montes.

             Siglos después se dijo que la palabra toro viene del latín taurus-según la Enciclopedia Espasa-, pero ya lo que nos interesa quedó dicho: había entonces dos clases de toros, los que se criaban silvestres en los bosques de la Europa Central, ya totalmente desaparecidos y los tauros de Iberia, especialmente del Sur de España, de Andalucía: los toros bravos o los toros de lidia, los que proceden del Bos Taurus Ibericus, son, distinguido oyentes aficionados, los toros bravos españoles, que se encuentran únicamente en España, Portugal, sur de Francia y en varias Repúblicas hispanoamericanas, donde nuestros antepasados los importaron y en la actualidad mantienen la sangre brava los criadores de cada país, refrescándola frecuentemente con sementales adquiridos de las mejores castas de España, especialmente   de toros andaluces o bien mediante semen adquirido aquí, con destino especialmente a México y a Perú.

             Que el actual toro bravo español descienda del uro o toro silvestre que en la Edad Media abundaba en toda Europa, es cosa que unos naturalistas sostienen y otros no; pero lo que si  está claro es que hace muchos miles de años se separaron del tronco común que compartían con los bisontes, con el que son muchos estudiosos del tema los que los confunden…, pero nosotros, los españoles amantes de la fiesta de toros y no de la fiesta de los toreros, desde luego, no.

             Refrescando la memoria del próximo pasado, los toros bravos y nobles, las reses que se lidian en nuestras plazas, son, hoy por hoy, ejemplares  únicos en España, sur de Francia y en varias Repúblicas hispanoamericanas, y muy poco se parecen a los fieros y tremendamente agresivos de hace tres siglos.  Es, pues, nuestro país cuna natural de los toros de lidia, donde se establecieron y se acomodaron en distintas regiones, para terminar adquiriendo -tal y como se formó la variedad regional étnica de españoles-, ligeras variaciones en su morfología exterior y, sobre todo, en su forma de comportarse en su relación con los seres humanos, es decir, en sus reacciones sicológicas y temperamentales, dejando al descubierto el más variado carácter. En definitiva, adquirieron toda una serie de características externas e internas, dependientes del medio ecológico, clima y otras variantes propias de la región ibérica donde se fueron desarrollando a lo largo de los últimos 30 mil años.

             Lo que acabamos de señalar es tanto como decir que disponemos, desde hace decenas de años, de un mapa físico, de un verdadero mosaico de razas o castas de toros ubicados en la España antigua, integrado por las distintas regiones de la Península ibérica donde a lo largo del tiempo se fueron desarrollando. Para que el radioyente de nuestro espacio taurino o el lector aficionado, utilizando las páginas de la red de Internet, pueda entender mejor, con mayor claridad y sencillez, las características de los diferentes toros de lidia que se fueron formando con el tiempo en nuestra querida España, que ellos entienden como una, ya que tienen la fortuna de no caer en tentaciones autonómicas.

            Así que, para facilitar lo más posible el estudio de ese mapa de regiones geográficas del toro bravo español, de las distintas agrupaciones o castas de reses de lidia, comenzamos por el Norte, por la región Navarro-aragonesa y de una gran parte de los Montes del Pirineo español, y nos gustaría terminar estudiando y analizando el toro bravo de nuestra Andalucía, especialmente los que se desarrollaron en las provincias de Cádiz y Sevilla, para entrar después de lleno en todas y cada una de las fases de su crianza.

          Pero no nos es posible, ya que no nos asiste ningún derecho a ocupar tanto tiempo a nuestros lectores. Del tipo, morfología  o  exterior y psicología del toro de lidia allí establecido contamos con numerosos estudios y publicaciones, mismas que han detallado las bases agroecológicas, es decir, las características naturales (altitud sobre el nivel del mar, climatología, tipo de vegetación, arbóreo –de árboles- y pastizales- que dieron lugar a la casta o tipo del peculiar toro navarro.

             Analizando esas características del medio natural que ha estado actuando a lo largo de miles de año sobre los vacunos silvestres de aquella extensa zona norteña, descubriremos el por qué esa casta de toros bravos tiene    escaso trapío, es decir, pobre desarrollo de sus astas o cuernos, de su ancestral agresivo comportamiento, su reducida talla y, sobre todo, sus características síquicas, que no son más que el resultado de su tipo de vida montaraz, desarrollado ancestralmente en un ecosistema de sierras, de clima frío y escasa vegetación, como les ha ocurrido a sus hermanos de las afamadas jacas o  caballos que se crían en el Pirineo español o  de los jabalíes.

                                          

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casemo - 2004