LA GACETILLA TAURINA 

 Nº  12 -  29 de Abril  2005    (Textos originales del Dr. en veterinaria D. Juan José Zaldivar)

 LA HECHURA DEL TORO DE LIDIA

       

          El mismo mes que se inauguró nuestra Plaza Real, de El Puerto de Santa Maria (Cádiz), concretamente el (05-06-1880), los picadores Emilio Bartolesi, Francisco Fuentes, Manuel Bastón y Ramón Roca Sabaté, le pusieron a los astados: Lobito y Provinciano, de la ganadería española de don Nazario Carriquiri, de pura casta navarra, lidiados en Barcelona la tarde del (24-06-1880): a Lobito, de pelo retinto encendido, 21 varas, dio 13 caídas y mató nueve caballos. Fue uno de los mejores que se han visto en la plaza barcelonesa por lo bravo, duro y noble; y a Provinciano, otro de los mejores que se han visto en la plaza barcelonesa,  20 varas, llevando 12 caídas y perdiendo nueve caballos, sillas, capotes, todo cuanto encontraba en el ruedo corneaba. Persiguiendo al banderillero Añilló, tropezó con un caballo, lo enganchó y lo tiró contra los tableros desde unos 10 metros de distancia.

Toros de Carriquiri.Las hechuras de los toros navarros fueron inconfundibles y les dieron, junto a su temperamento, una personalidad o toricidad totalmente diferenciada con relación a otras castas. Era de ojos saltones, hocico ancho, el cuello también ancho, pero más bien corto, provisto de un morrillo prominente, pero nunca excesivo, de forma que no denotan sobre el conjunto del animal. La papada aparece igualmente poco marcada. La pezuña chica y su pelaje –ya citado- de color castaño, retinto, melocotón y colorado encendido o bermejo.

             El tronco en forma de trapecio y el pecho profundo y ancho. La línea dorsolumbar más o menos arqueada y la grupa almendrada, alcanzado poco desarrollo en general, mientras que el vientre de  forma redondeada, es poco prominente. Las extremidades son cortas y finas, con pezuñas de tamaño reducido y la cola es larga, fina y provista de un borlón muy poblado. En conjunto los toros navarros resultan armónicos y muy bonitos, por su finura y su vivacidad. Psicológicamente, su temperamento es frío, sus intenciones de malicia y sagacidad, siendo un hecho muy extraño descubrir en ellos el menor gesto de nobleza, al contrario que  en los toros de casta andaluza.

          Por cuanto llevamos dicho, debemos admitir que Navarra fue la Cuna de Ganaderos y de Lidiadores. Pero con todo, el  dato más interesante es que, antes de concluir el siglo XIV, concretamente el año 1388, ya la historia de la tauromaquia refiere la existencia de Juan de Santander, lidiador que actuó en dicho año rematando astado de la antigua ganadería Navarra, propiedad de de don Joan Gris, de Tudela (Navarra), cuyo nombre aparecía por primera vez lidiando toros esa temporada.

          Pero algún aficionado puede preguntarse ¿dónde está lo interesante? Sencillamente en el hecho de que en Navarra, y, concretamente, en Pamplona ya había lidiadores y que tuvieron que pasar casi tres siglos para que aparecieran toreros de a pie madrileños y andaluces. Aquellos primeros toreros de a pie adquirieron una experiencia envidiable en el arte de quebrar toros, en el desarrollo de las más espectaculares habilidades frente a los astados más agresivos de entonces, dominando especialmente a los de la casta Navarra.

          Entre esas habilidades estaban la de andar entre los toros subidos en zancos, saltarlos a cuerpo limpio, torearlos con los pies amarrados, sentados en una silla, matarlos a pie con lanzas, etc. Y todo ello daba origen a que cada vez que en la Corte se celebraban corridas tenían los sucesivos empresarios, a lo largo de casi 300 años, que contratar toreros procedentes de Navarra, de Aragón y de la Rioja, porque ni en Madrid ni en Andalucía no había suficientes lidiadores, hasta finales del siglo XVII. 

         Toda una serie de toreros procedentes de la Rioja, fueron contratados para torear en las fiestas que se dieron en Pamplona el año 1611 y con las que se obsequiaron al Virrey. Cabe destacar entre ellos los siguientes: Miguel Sánchez, compañero del famoso Joan Díez Iñiguez de Baldosera y, como él, riojano, que fueron solicitados mediante una carta en la que les decía a los dos lidiadores señalados que «…vengan cuatro compañeros a torear, y que si es posible, es importante traigan los zancos y personas que sepan andar con ellos, porque quisieran regocijar mucho esta fiesta, por amor al Señor Virrey, y lo que se les suplica es que no falten de venir, que en lo de la paga no habrá desconcierto. Guárdele Dios. Pamplona, (03-08-1611). Cumplieron los toreadores el deseo de  la ciudad, y llevaron consigo a Francisco de Mogastón y a Diego de Latorre. Acabada la fiesta  dirigieron a los ciudadanos de Pamplona el siguiente oficio:

             «Los cuatro nombrados, residentes en la ciudad de Logroño dicen que, en virtud de una carta que el sábado último pasado recibieron de V. S, vinieron ayer lunes, por la mañana, a torear los toros que se han corrido el dicho día, con una danza de cuatro zancos, y por ser el tiempo tan breve han tenido mucha costa, por haber venido cada uno en cada cabalgadura, por la afición y voluntad que tienen de servir a esta ciudad, y suelen venir todos los años a regocijar la fiesta del glorioso San Fermín y otras que se le ofrecen, y han toreado conforme Vuestra Señoría ha visto, y danzado.» «Pamplona, refiere don Ignacio Babestena, de quien estos datos proceden, premió los méritos de los lidiadores dándoles 200 reales y por cierto, en el libramiento, al recibir el dinero, firmaron todos ellos con mano propia y no por ajena, como en aquel entonces acostumbraban hacerlo el 90 por 100 de los mortales.

     

                                                            

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casemo - 2004