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LA GACETILLA TAURINA |
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Nº 2 - 24 Febrero 2005 (Textos originales del Dr. en veterinaria D. Juan José Zaldivar) |
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Los toros en Cádiz (I) |
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El duque de Medina Sidonia aceptó montar el citado espectáculo al monarca portugués en la Plaza de la Corredera de Cádiz y don Sebastián supo valorar la diferencia de estos peligrosos juegos jerezanos, distintos a los de a grupas vueltas que se practicaban en toda España, incluida la propia ciudad de Cádiz y en El Puerto de Santa María. La Plaza de la Corredera estaba situada delante de la ciudad medieval amurallada, actualmente el barrio del Pópulo, que muy pronto se extendió hacia dos ermitas, la de Santa María y Santiago, a los que se accedía por la Puerta de Tierra, o Arco de los Blancos y por la Puerta de Poniente o Arco de la Rosa.
Por su interés y para enriquecer el tema, hacemos mención de la interesante obra: Cádiz, Origen del Toreo a Pie (1661-1858), publicada en Cádiz en el 2002, refiriéndose a las corridas celebrada en su plaza de La Corredera, el historiador Guillermo Boto Arnau, cita que de una forma general se acepta que fue el cambio de dinastía de los Austrias a de los Borbones y, muy especialmente, la aversión de Felipe V a las fiestas de toros, la que produjo la retirada de los nobles de esta afición. Muchas corridas a caballo, tanto en Madrid como en provincia, se debían a la celebración de acontecimientos reales, bodas o nacimientos de príncipes. Otras estaban votadas por los ayuntamientos para celebrar fiestas locales o ceses de epidemias por la intercesión de algún santo. Algunas por acontecimientos familiares de la nobleza local o victorias de nuestras armas. Se dice así, que la retirada de los nobles dejó en manos de los chulos y pajes que los acompañaban, el cubrir estos festejos. Esta es en síntesis, la historia oficial del inicio del toreo a pie. Sin embargo, Boto Arnau asegura que no fue así. En esto estamos completamente de acuerdo, ya que el inicio del toreo de a pie está inmerso en el arranque de una fascinante evolución, teniendo mucho que ver la decadencia progresiva de los enfrentamientos entre los caballeros cristianos, a modo de entrenamiento, para mantenerse en forma, a los nobles que nutrían los ejércitos –bajo órdenes circulares de la Corte, que llegaban de los Cabildos Municipales de toda España, surgiendo así en seis ciudades, en diversos años, la Reales Maestranzas de Caballería, de las que sólo persisten cinco: Sevilla, Granada, Ronda, Valencia y Zaragoza. La de Jerez tuvo una efímera vida (Cfr. Hipólito Sancho)-, una vez terminada la reconquista. Ya no tenían contra quien enfrentarse. Irrumpieron entonces en los juegos de cañas y toros, primeros pasos del rejoneo más primitivo. A ellos acudían especialmente la nobleza y poco sitio había para el populacho. Y así, de la mano de la adopción de la monta a la jineta, aprendida de los árabes, hizo que se manejaran mejor los caballos, dirigidos ahora con las rodillas llevando las piernas flexionadas y las manos más libres, permitiendo la aparición del rejoneo en los albores del siglos XVII. En Cádiz, apenas queda documentación local anterior a 1596, debido a la destrucción provocada ese año por la flota anglo-holandesa; por ello no existen noticias de las fiestas de toros y cañas anteriores a esa fecha. Sin embargo, como hemos citado, en la obra Historia de Cádiz y su provincia, de Adolfo de Castro, se relata la corrida celebrada en honor al rey lusitano don Sebastián, diciendo:
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casemo - 2004