LA GACETILLA TAURINA 

 Nº 2 -  24 Febrero 2005    (Textos originales del Dr. en veterinaria D. Juan José Zaldivar)

Los toros en Cádiz (I)


                  El título de este primer capítulo nos obliga a ofrecer al menos un ejemplo que confirme  lo que decimos: los toros silvestres son fieros y una vez privados de su libertad, tremendamente agresivos. El toro de esas características  lo tenemos históricamente documentado. Para ello tendremos que dar marcha atrás al tiempo, hasta llegar al año 1578, para toparnos con los valiosos documentos que nos relatan la fiereza extra-ordinaria de uno de los toros, mezcla de castas navarra,  y  andaluza primitivas, corrido en la famosa función real de toros ofrecida al rey don Sebastián de Portugal, cuando desembarcó en la ciudad de Cádiz, camino de sus conquistas africanas, donde perdería su vida en la batalla de Alcazarquivi. Durante los días que permaneció en Cádiz el Rey lusitano manifestó su deseo de conocer los juegos de cañas rostro a rostro, típicos de Jerez de la Frontera y famosos en Europa, prohibidos en aquellos días en la ciudad por la rivalidad creada entre dos familias jerezanas, los Dávilas y los Villavicencios, enemistad que se saldó con la muerte de un contendiente. Al historiador Hipólito Sancho debemos el conocer las diferencias entre los Juegos de Cañas de Jerez y los del resto de España.

                     El duque de Medina Sidonia aceptó montar el citado espectáculo al monarca portugués en la Plaza de la Corredera de Cádiz y don Sebastián supo valorar la diferencia de estos peligrosos juegos jerezanos, distintos a los de a grupas vueltas que se practicaban en toda España, incluida la propia ciudad de Cádiz y en El Puerto de Santa María. La Plaza de la Corredera estaba situada delante de la ciudad medieval amurallada, actualmente  el barrio del Pópulo, que muy pronto se extendió hacia dos ermitas, la de Santa María y Santiago, a los que se accedía por la Puerta de Tierra, o Arco de los Blancos y por la Puerta de Poniente o Arco de la Rosa.

Plaza de toros de madera inaugurada por Isabell II en Cádiz en 1862Era, sin duda, la plaza más grande de Cádiz, y su frente principal lo formaban las Casas del Cabildo, apoyadas en la muralla de la trimilenaria ciudad, delante de la Torre de la Pólvora, y junto a ellas, el Hospital de la Misericordia hacia un lado y la Alhóndiga, Pósito del trigo, la Casa de los Gobernadores, el almacén de las armas, la Cárcel y  la Puerta de la Villa, o del Mar, con su capilla de la Virgen del Pópulo, hacia el otro, según descripción de la evolución urbanística de la ciudad de Cádiz. Dicha  plaza sólo tiene tres lados, el cuarto es la playa de dorada arena y el mar, convertida hoy en el puerto de la ciudad. El nombre de «corredera», le vino de la costumbre de correr en ella los toros desde los tiempos de la reconquista, si bien tenemos noticia de que en la ciudad de Córdoba se construyó otra plaza con el mismo nombre en 1863, en el barrio de la Anarquía, según el modelo de la plaza mayor castellana, especialmente diseñada para espectáculos taurinos. Según el conde de las Navas, la propia conquista de Cádiz, el año 1260,  fue celebrada, por el rey Alfonso X el Sabio, con Fiestas de Cañas y Toros.

               Por su interés y para enriquecer el tema, hacemos  mención de la interesante obra: Cádiz, Origen del Toreo a Pie (1661-1858), publicada en Cádiz en el 2002, refiriéndose a las corridas celebrada en su plaza de La Corredera,  el historiador Guillermo Boto Arnau, cita que de una forma general se acepta que fue el cambio de dinastía de los Austrias a de los Borbones y, muy especialmente, la aversión de Felipe V a las fiestas de toros, la que produjo la retirada de los nobles de esta afición. Muchas corridas a caballo, tanto en Madrid como en provincia, se debían a la celebración de acontecimientos reales, bodas o nacimientos de príncipes.  Otras estaban votadas por los ayuntamientos para celebrar fiestas locales o ceses de epidemias por la intercesión de algún santo. Algunas por  acontecimientos familiares de la nobleza local o victorias de nuestras armas.

Se dice así, que la retirada de los nobles dejó en manos de los chulos y pajes que los acompañaban, el cubrir estos festejos. Esta es en síntesis, la historia oficial del  inicio del toreo a pie. Sin embargo, Boto Arnau asegura que no fue así. En esto estamos completamente de acuerdo, ya que el  inicio del toreo de a pie está inmerso en el arranque de una fascinante evolución, teniendo mucho que ver la decadencia progresiva de los enfrentamientos entre los caballeros cristianos, a modo de entrenamiento, para mantenerse en forma, a los nobles que nutrían los ejércitos –bajo órdenes circulares de la Corte, que llegaban de los Cabildos Municipales de toda España, surgiendo así en seis ciudades, en diversos años, la Reales Maestranzas de Caballería, de las que sólo persisten cinco: Sevilla,  Granada, Ronda, Valencia y Zaragoza. La de Jerez tuvo una efímera vida (Cfr. Hipólito Sancho)-, una vez terminada la reconquista. Ya no tenían contra quien enfrentarse. Irrumpieron entonces en  los juegos de cañas y toros, primeros pasos del rejoneo más primitivo. A ellos acudían especialmente la nobleza y poco sitio había para el  populacho.

               Y así, de la mano de la adopción de la monta a la jineta, aprendida de los árabes, hizo que se manejaran mejor los caballos,  dirigidos ahora con las rodillas llevando las piernas flexionadas y las manos más libres, permitiendo la aparición del rejoneo en los albores del siglos XVII. En Cádiz, apenas queda documentación local anterior a 1596, debido a la destrucción provocada ese año por la flota anglo-holandesa; por ello no existen noticias de las fiestas de toros y cañas anteriores a esa fecha. Sin embargo, como hemos citado, en la obra Historia de Cádiz y su provincia, de Adolfo de Castro, se relata la corrida celebrada en honor al rey lusitano don Sebastián, diciendo:

 

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casemo - 2004