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LA GACETILLA TAURINA |
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Nº 21 - 1 de Julio 2005 (Textos originales del Dr. en veterinaria D. Juan José Zaldivar) |
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CONTROL FÍSICO DE LA MENTE DEL TORO -I- |
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Están tan próximas en el suelo del encéfalo, del cerebro del toro, las áreas de donde parten la bravura y la mansedumbre que, a partir de ahora, ya no debe extrañarnos la variabilidad del comportamiento que presentan los toros durante la lidia. Desde el puramente bravo hasta el más manso. Dichas áreas, para entenderlo mejor, forman una especia de balanza, por lo que hagámonos la idea que están ubicadas en dos platillos. Ya puede figurarse el aficionado lo que ocurrirá si en uno de los platillos hay más peso, más materia prima activa que en otro… A ambos lados del fiel de la balanza están el instinto de huida y el ofensivo. Y entre ambos extremos se encuentran todas las variaciones del carácter, del comportamiento de los toros. De ahí que se diga es permanente y no constante, variando con la edad y pudiendo variarse el concepto con el tiempo. En todas y cada una de las definiciones expuestas se puede sacar un parte para explicar el fenómeno de la bravura. Una de ellas tiene especial interés, la de que es una explosión o una llamarada. La bravura, primero instinto de defensa y luego mantenida, ha terminado siendo una misteriosa cólera (Álvaro Domecq). Porque, efectivamente, de esa área cerebral, a la que llegan por vía visual o auditiva los más variados estímulos, parte o se libera una descarga bioeléctrica que, a modo de reacción en cadena de naturaleza iónica, activa todo el conjunto funcional del toro, que don Luis de Basterrechea considera como la respuesta del instinto combativo a las reacciones del sistema hormonal. Si como nos debe quedar claro, las multicitadas áreas cerebrales de donde parten todas las órdenes, están ahí formando parte de una de las primeras estructuras en la evolución del sistema nervioso, lo primero que lógicamente aceptaremos es que ambas conductas sean heredables y que, sobre todo, están perfecta y desde hace millones de años codificada en un gen específico cuya localización cromosómica se desconoce aún. Así que el toro, embista o huya, lo hace por tendencia funcional y, considerando que la acometividad es una reacción defensiva, ha terminado convirtiéndose, a fuerza de herencia acumulativa, en franca acometividad y bravura, originando el toro noble e impetuoso que no ataca y que no se defiende nada más que cuando se le irrita. Y ese carácter hereditario es el que más veces está presente en las definiciones. En resumen, que del toro fiero de ayer, los ganaderos han logrado que el instinto innato de pelea en la raza especial de los toros ancestrales, se haya logrado otra raza aún más especial: el majestuoso toro bravo y noble de hoy. Nuestra felicitación a esa pléyade de ganaderos que lograron el milagro.
Buscando descubrir algunas claves sobre las bases neurológicas cerebrales que originan la fiereza, la agresión, la acometida, o la bravura de los toros de lidia, el equipo de investigadores cordobeses, con los que este autor colaboró estrechamente preparando -con diferentes drogas tranquilizantes y anestésicas, inyectadas a distancia-, a los animales sujetos a experimentación, a la implantación de electrodos intracerebrales; se exploraron diferentes rumbos encefálicos mediante radio-estimulación, utilizando para ello un conjunto de reses bravas que, habiéndose recuperado de la anestesia y estando libres en el ruedo, dejaron al descubierto numerosos y a veces extraños movimientos, idénticos a los logrados en otros animales, como giros de cabeza, flexión de una extremidad y marchas girando en círculos. Desde que el profesor español en la cátedra de Neurofisiología de la Universidad de Ithaca (Nueva York), doctor José Manuel Rodríguez Delgado, publicó el trabajo científico titulado : Control físico de la mente, dejó al descubierto la gran importancia y profundidad de sus investigaciones y del enorme atractivo de sus resultados, haciéndose eco de todo ello el sabio profesor cordobés doctor Francisco Castejón Calderón, nuestro adorado maestro. Fue cuando ambos se pusieron de acuerdo en tenerlo todo listo para irrumpir y cruzar los mágicos caminos del cerebro del toro en todas direcciones, con objeto de localizar, con precisión matemática los centros nerviosos que determinan las reacciones de huida y defensa. El grupo de científicos iban a introducir en sus investigaciones los conocimientos emanados de la doctrina de la neurona como unidad anatómica, embriológica, trófica y funcional del sistema nervioso, sabiamente establecida por nuestro eximio premio Nobel, el doctor Santiago Ramón y Cajal. El objetivo estaba claro, aquellos hombres estaban listos para intervenir, recorrer y manipular en el interior del cerebro de un grupo de toros, en recorridos que abarcarían las bases de toda la moderna neurofisiología, que a su vez lo es, tanto de la neurología, como de la psicología y aun de la psiquiatría, del toro de lidia. En realidad, en aquellos días iniciales del mes de diciembre de 1963, el hombre, el científico, manipularía en el toro bravo, no sin asombro, el acto elemental del sistema nervioso, cuyo soporte anatómico es el arco reflejo, con sus elementos fundamental, que escapan por su complejidad de este trabajo. Sin embargo, no debemos eludir el señalar, que en el fenómeno de la circulación nerviosa doble, de ida y vuelta, está lógicamente presente en los toros de lidia. En el tercio de varas, el estímulo nocivo, cruento, es de gran intensidad y, el cerebro, mediante la vía de vuelta da las órdenes oportunas, atendiendo la finalidad primordial de conservación del individuos, de retirarse y huir, mas el toro bravo, lejos de hacerlo, arremete más aún contra el punzante estímulo, mientras que el manso se aparta bochornosamente del de a caballo..
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casemo - 2004