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LA GACETILLA TAURINA |
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Nº 22 - 8 de Julio 2005 (Textos originales del Dr. en veterinaria D. Juan José Zaldivar) |
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CONTROL FÍSICO DE LA MENTE DEL TORO (Conclusiones) |
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Los toros de lidia están incluidos dentro de las especies animales en las cuales los recién nacidos se mantienen en pie e inician la locomoción a los pocos minutos de haber salido del claustro materno. Así que, la maquinaria fisiológica de todos sus órganos está a punto. Cabe, pues, pensar que en el sistema nervioso de estos animales existe, por así decirlo, una matriz que contiene mecanismos perfectos, no sólo para la locomoción, sino además tiene aseguradas las conexiones de manera precisa. Es a ese nivel encefálico, el órgano más formidablemente complicado del Universo, donde los científicos manipularon a distancia y controlaron la mente del toro de lidia, cruzando con numerosos cables las finísimas y delicadas estructuras cerebrales, trastocando las vías de ida y vuelta de los estímulos, fabricando impulsos nerviosos que una y otra vez invertían los movimientos voluntarios de los animales. Hasta tal punto actuaron los electrodos intracerebrales, enviando a distancia estímulos eléctricos, que lograron convergencias y divergencias de impulsos nerviosos, apareciendo movimientos extraños, jamás producidos por los toros, alterando hasta los niveles jerárquicos del sistema nervioso central, esos que se implantaron hace millones de años… antes de lograr alcanzar el objetivo anhelado: determinar el centro nervioso donde radicabas las facultades de acometer o de huir en los toros. Objetivo que se amplia al nuestro: hacer accesibles al conocimiento del mayor número posible de aficionados, sin hacer en la vulgaridad, tan en boga en nuestros días, mediante la cultura taurina que se han comprometido a extender la Fundación Cultura «Paco Flores» y Radio Puerto, en este caso, de las más recientes conquistas del conocimiento científico de los toros de lidia; es decir, buscando un punto de equilibrio entre la accesibilidad a un mayor número de aficionados, sin que nuestra intención sea, tampoco, profundizar de tal manera que nuestros interlocutores se reduzcan a una minoría de especialistas. La posibilidad, pues, de manipular los toros de lidia en forma teledirigida –ya lo hicimos en otro campo mediante diversas drogas tranquilizantes-, se planteó a principios de 1963 y pertenecía al terreno de la psicología comparada, pretendiendo a la vez a dar respuesta a la cuestión siguiente: si sería posible el cambio, más o menos permanente, de la conducta o el carácter de un toro bravo, tras la estimulación intracerebral, mediante la técnica de los electrodos implantados permanentemente; planteamiento que nos ofreció en aquellos días de hace más cuarenta años, de la gran importancia de estas investigaciones y del enorme atractivo de sus resultados. En aquel fascinante proyecto el toro de lidia parecía sin duda el sujeto de experimentación ideal por ser un animal de conducta unívoca: siempre que se encuentra encerrado, acomete al hombre, al caballo, a otro toro, o a lo que se mueva… ¿Será posible controlar la acometida: ese acto elemental y súbito de todo el complejo de comportamiento que traduce la bravura del toro de lidia? Pero en realidad fueron muchas preguntas. En nuestra memoria circulaba una y otra vez, cuando observaba a los científicos empeñados en tan formidable proyecto, cómo ya don Santiago Ramón y Cajal visualizó en su tiempo que el conocimiento de las bases fisiológicas y químicas de la memoria, de los sentimientos y de la razón, haría del hombre el dueño verdadero de la Creación y su obra más trascendental sería la conquista de su propio cerebro. En esta ocasión, acompañado de los aficionados interesados, estamos conquistando la bravura del toro de lidia. Y como el tema resultaría amplísimo y el lector interesado puede seguir todos los pasos que siguieron los científicos en nuestra próxima publicación: Descubrimientos Insólitos en la Etología del Toro de Lidia. Enciclopedia del Toro de Lidia, Tomo II. Pp. 153, preferimos recapitular lo más posible lo sucedido haya ya cuatro decenios, señalando que fue posible el control físico de la mente del toro de lidia, se determinaron las áreas cerebrales de don parten las órdenes para una gran cantidad de movimientos, entre ellos, algunos de la alta escuela ecuestre; que estando en plena embestida se podía suspender súbitamente la misma; se logró cambiar la conducta en dos toros, etc. También se probó repetidamente que, la estimulación cerebral, inhibía el comportamiento agresivo, la bravura, ,y que se podía parar bruscamente a un toro en plena carrera (imágenes en las páginas 60 y 61). El resultado parecía ser una fuerza motora contraria a la voluntad verdadera del toro que lo forzaba a detenerse y volverse hacia un lado. La estimulación repetida, una vez descubierto el lugar neuronal donde radica la bravura del toro, permitía que durante varios minutos las neuronas se durmieran –es prácticamente el efecto que logran los tranquilizantes- haciendo posible que el hombre se acercara y acariciara al toro sin que este mostrara signos de hostilidad. El abaniqueo repetido ante la cara de un toro con la muleta, ya cansado, le desconecta el centro de la bravura y por cierto tiempo el animal puede ser acariciado por el diestro. Ya solo resta decir, lo cual en bien comprensible, que si se estimula eléctricamente un punto del cerebro, una y otra vez, y el toro deja de embestir y se manifiesta como si fuera manso, es prueba irrefutable de que en ese lugar profundo del cerebro está el control de donde parten las órdenes de la acometida. Y si en otro punto estimulado, una y otra vez, el toro muge intensamente, es que ahí radica esa actividad… y así sucesivamente se descubrieron más de un centenar de áreas cerebrales en los toros de lidia en donde radicaban otros tantos movimientos y actos, algunos inverosímiles, hasta entonces desconocidos que pudieran hacerlo los toros. Investigar la estructura neuronal de esas células nerviosas, de donde parten las órdenes para movilizar todo el aparato funcional del toro, y localizar el cromosoma donde desde hace millones de años está el gen o la parte estructural de uno de ellos, en donde radica la transmisión hereditaria de la bravura, serán las próximas investigaciones.
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casemo - 2004