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LA GACETILLA TAURINA |
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Nº 24 - 22 de Julio 2005 (Textos originales del Dr. en veterinaria D. Juan José Zaldivar) |
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LAS "JECHURAS" DEL TORO DE LIDIA (Carácter reactivo) |
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Podemos ofrecer, en otra línea de conocimientos, varios ejemplos o comparaciones más demostrativas y comprensibles, para que cada lector aficionado pueda darle la dimensión que quiera. Ahí va el primero: Imagínese que usted puede con una varita mágica tocar una célula cualquiera del tejido de un toro y hacerla millones de veces más grandes –un toro de 450 a 500 kilos de peso vivo está compuesto de entre 10 y 12 billones de células y ese el peso medio ideal para los toros que se lidien en la Plaza Real; ni gatos, ni leones y menos elefantes, que para eso están los circos-, es cuando se daría cuenta de que esa célula gigante es una auténtica ciudad modernísima, pues cuenta con toda clase de servicios, de fábricas propias para prepararse sus alimentos, de todo tipo de procesos…¡una maravilla!, pero estará siempre dependiendo del exterior, de lo que se alimente, de lo que ingiera y haga el ser en el que vive, compartiendo la existencia con esas otros billones de células. Si esa ciudad mágica no recibe las debidas atenciones, fallará el alumbrado, pasará hambre y frío, se deterioraran las redes de agua y de alcantarillado y, en definitiva, todo correrá el riesgo de paralizarse…es lo que va camino de sucederle al nuestro maravilloso toro bravo. Del concepto que acabamos de exponer nace el hecho, largamente sostenido, de que podamos dar a las respuestas síquicas del toro de lidia, a cuanto vemos que hace o puede hacer, un sentido activo y otro reactivo. El primero viene dado por la suma de los caracteres morfológicos estructurales, por los que se ven, y fisiológicos, lo que se ven menos, de todas las células y de las propiedades resultantes de su asociación y, sobre todo, de la correlación entre la anatomía y las funciones globales, destacando en ésta la capacidad del sistema muscular para responder a las órdenes emanadas del cerebro para embestir o acometer. En la selección llevada a cabo por los ganaderos no se tuvo en ningún momento en cuenta, por simple desconocimiento, dicha correlación y menos la complejidad de los sistemas fisiológico y bioquímicos de todo el conjunto celular y, especialmente de los mecanismos funcionales de cada órgano interno y externo, como la visión, entre muchos otros…¡que todo eso debe trabajar conjuntamente! El sentido activo ha sido modificado, alterado, y las órdenes bioeléctricas del sistema nervioso y enzimático, emitidas por el cerebro para atacar, quedan atoradas cuando los músculos no pueden coordinarse con ellas, es decir, se ha hecho una mezcla con cemento, arena y cal de mala calidad, por eso el toro-edificio vivo lleva el camino de no servir para la lidia. Del concepto reactivo, expuesto en el pasado párrafo, debemos señalar que, dicho sentido o carácter reactivo, está representado sencillamente por la clase y grado de las posibilidades de reacción del organismo de cada toro, que lógicamente estarán condicionadas por la estructura, propiedades biofísicas y bioquímicas de todos sus componentes vivos, de los billones de células, y por sus relaciones recíprocas con el medio ambiente: clima, alimentación, transporte, enchiqueramientos, manipulaciones agresivas, etc. Pero nos apresuramos a decir que hasta finales de la década de los años 1950, resultaba prácticamente imposible determinar o valorar ese carácter reactivo de los toros, hasta que aparecieron los modernos estudios acogidos en la llamada “tienta química” de las reses de lidia, mismos que ya fueron publicados por la Fundación Cultural “Paco Flores” en una publicación especial, titulada “El enigma de la bravura”, que llamó poderosamente la atención del público aficionado o no, y que fue prologada por el doctor cordobés en Medicina Veterinaria y ganadero de ilustre estirpe, don Ramón Sánchez Recio. Debemos igualmente no ocultar el hecho, por su significación científica y por la lealtad que deberemos siempre a los aficionados, que todos los científicos que estudiaron, dentro del concepto “carácter reactivo”, la posible correlación entre las diversas hechuras o biotipos del toro y el comportamiento de éste en la lidia, descubrieron extrañados que astados de una misma constitución, de un mismo modelo, incluso de una misma camada, fallaron en el juego correspondiente al modelo asignado. De tal suerte que, quienes contaban con una misma constitución, por ejemplo, extremadamente agresiva, manifestaban caracteres diferentes según la plaza donde se lidiaban, el mes del año, e incluso la hora de torearlos. Así que, aficionados interesados en este tema, en cuanto a prever el sentido reactivo de un determinado grupo de toros, portadores de un mismo modelo constitucional, relacionado con el medio ambiente, los resultados son bien diferentes (5), lo que viene a complicar el asunto. (5) Una mañana, Rafael el Gallo, viendo un toro en los corrales juró y perjuró no matarle, porque –según su opinión- tenía mucha química. Se suspendió la corrida por lluvia. Una semana después le cortó las orejas. «Pero maestro, le comentó el mozo de espadas, ¿no dijo usted que el toro traía química?» Y el Gallo le contestó: «Eso era el otro domingo, pero hoy estaba más bueno que el pan.» ¿ Es que influyen en el toro las circunstancias ambientales, maestro... ? -Claro que influyen, como en todo ser vivo. Hay ambientes que le irritan y otros que le sosiegan..., pero le faltó decir que el irritado era él, pues nadie puede juzgar al toro hasta que se está lidiando, con la excepción de haberle realizado una tienta química (Tertulia Taurina Portuense La Garrocha. “El carácter de los Toros de Lidia”. Agosto-2004. Pág. 13.) Vamos a tratar de sacarle el hilo a tan enmarañada madeja. Veamos. Los modelos de toros de las ancestrales castas españolas estaban en perfecta correlación con su comportamiento en las plazas, sin importar en la que se lidiaran, ni el mes del año, ni la hora en que se corrieran. Todos los toros, por ejemplo de la casta andaluza originaria, por ejemplo, eran constitucionalmente idénticos, al igual que su carácter. Exactamente igual que las restantes castas. Este concepto es más que fundamental para los aficionados. En todas aquellas agrupaciones primitivas ni el clima les afectaba, así que resultaba muy difícil encontrarse un día con un toro “frío” y, al día siguiente o varios después, otro “caliente” o notablemente bravo (6), lo mismo en España que Hispanoamérica. El carácter de las distintas castas era homogéneo en su variedad, ya que al depender principalmente del sistema nervioso central y de su perfecta conjunción con el complicado sistema endocrino u hormonal, no admitía ninguna variación en el sentido reactivo o de respuesta conductual. Es decir, el temperamento, como la más viva expresión externa de los sistemas nervioso, endocrino y muscular, permanecía invariable en aquellas primitivas castas. (6) En ese sentido tenemos algunos ejemplos: a) El lunes (30-09-1919), de la ganadería de don Julián Fernández Martínez, fue lidiado en la Real Maestranza de Caballería de Sevilla, la «Meca del Toreo», el toro llamado Jazmín, que junto con Ginebro, fue desechado dos días antes. Fue rematado por Rafael Gómez Ortega (el Gallo) el día de su despedida, y quedó muy bien. El ganadero estaba en un mar de confusiones y se preguntó: ¿Cómo se lidió el lunes, de sustituto, un toro que había sido desechado el sábado pasado, día 28? ¡Estos si son misterios del comercio!... y el vizconde de la Cassiniere, amigo de la familia del ganadero, que firmaba sus magníficos escritos taurinos con el seudónimo de Don Enrique, se refirió a Jazmín en el discurso de ingreso, en la Academia Francesa, del duque de Levis Mirepoix, el cual iniciaba su disertación relatando el episodio del brindis múltiple del Gallo, deduciendo muy donosas comparaciones con el trance en que a la sazón se encontraba él. b) Como quedó señalado en la publicación de la Tertulia Taurina Portuense La Garrocha de agosto del 2004 -¡qué guasa que se acabaron tan rápidamente!, dijeron numerosos aficionados, de ahí que forme parte de esta publicación-, “…el carácter defensivo y ataque de los toros, con la excepción de los que son muy bravos y nobles, puede variar muchísimo en su comportamiento, incluso de un día a otro. Se han contado decenas de casos, siendo el más reciente el ocurrido allá por 1974 en la plaza de La Roda (Albacete) en que fue devuelto un toro a los corrales por manso. Le volvieron a lidiar y en cuanto vio salir a los picadores se arrancó a ellos y resultó bravo. Hay quienes opinan que depende de la raza, pero la realidad es que semejante variación radica en un receso transitorio, que puede durar horas y días, de la actividad neuronal en el área encefálica donde se genera la bravura. Si esa área, cosa rarísima, se halla con escasa actividad neurofisiológica, se manifiestan fríos de salida y desorientan, pero si se esperan unos minutos, el toro entra en caja cerebral y se presenta bravo; si bien ese fenómeno puede presentarse a la inversa.”
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casemo - 2004