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LA GACETILLA TAURINA |
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Nº 26 - 5 de Agosto 2005 (Textos originales del Dr. en veterinaria D. Juan José Zaldivar) |
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LAS "JECHURAS" DEL TORO DE LIDIA (El poder de los toros) |
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Para los científicos y biofísicos, el toro de lidia representa una máquina compuesta de distintos sistemas potenciadóres, capaces de transformar la energía, en todo el campo fisiológico, en energía cinética y potencial (movimiento y fuerza). Así que, amigo aficionado, resulta claro que todo factor o serie de factores que alteren, modifiquen o simplemente impidan cualquier reacción orgánica capaz de influir en la constitución o en la mecánica bioquímico-celular del toro, contribuirá a variar, alternar, retardar e incluso anular o bloquear su normal dinamismo. Como consecuencia, a reflejarse en una merma de su poder, dejando paralelamente al descubierto su debilidad funcional, allí donde las finas terminaciones nerviosas, llevando las órdenes bioeléctricas y enzimáticas, alcanzan la placa motriz neuro-muscular, donde se atoran y paralizan, siendo una de las manifestaciones más visibles y preocupantes las caídas de los toros sobre el albero. Y es llegado el momento de profundizar, utilizando el lenguaje más sencillo, en la fuente de energía de esa máquina vital que es el toro, representada por las oxidaciones finales del metabolismo de los principios inmediatos (los provenientes de los alimentos ingeridos)…por la combustión o quema de substancias incorporadas al organismo por la alimentación, capaces de producir el movimiento muscular, que no es otro que el trabajo. Los seres vivos producen esa energía y la transforman en fuerza y velocidad, evidenciándose en el toro ese trabajo, no sólo en la manifestación de la acometida, sino en correlación con la resistencia a vencer. La máquina animal, lógicamente, cumple los principios generales de la dinámica, de ahí que para su estudio necesitemos considerar toda una serie de datos apreciables objetivamente. Estos puntos de referencia, para la medida del trabajo que realizan los toros no pueden ser otros que los que concurren al poder del toro. Y esa “maquina” debe tener solo piezas de primera en su motor y en sus extremidades, en las ruedas con buenos neumáticos y mejor suspensión. Y como se están fabricando máquinas-toros de mala calidad, a los que no se les ponen los aceites adecuados, ni los carburantes aconsejables, funcionan mal, cada día peor, pues van a la plaza sin haber hecho un buen rodaje. En ese sentido, el poder del toro, “no solamente viene dado por la energía proveniente de la combustión energética, sino por todos aquellos factores que hayan influido en la formación del toro con biotipos o hechuras aptos para la lidia; de tal forma que, todo su juego vital, es directamente el responsable del poder o fortaleza que se pretenda medir o sencillamente observar en los toros. Y ese poder está presente ya en los terneros bravos recién nacidos. De todos es sabido que existen especies, entre ellas la bovina, en las que los recentales se mantienen en pie e inician la locomoción a los pocos minutos de haber salido del claustro materno (Imagen nº 14). En estas especies, nos los recordaba el profesor Castejón, “toda la maquinaria fisiológica de órganos receptores, vías nerviosas eferentes y órganos efectores está a punto. Las complicadas articulaciones nerviosas sinápticas –las conexiones nerviosas- se encuentran ya establecidas al momento de nacer y tras breves instantes de ensayo, rectificación y reafirmación, se establece el mecanismo perfecto de la locomoción, sobre el que desde ahí recaerá la base inicial del poder de los toros. En el sistema nervioso de los toros bravos existe, por así decirlo, una matriz, que ha asegurado el establecimiento de las conexiones nerviosas precisas.” En el complejo mundo del cerebro del toro bravo existe un sistema centro-encefálico, unos mecanismos, que matiza y modula el grado de respuesta del animal a los estímulos del mundo circundante y cuya explicación detallada queda fuera de los objetivos que nos propusimos en este trabajo, por su extraordinaria complejidad. Ello quiere decir que la acometida del toro, como respuesta a una provocación o estímulo, es el acto elemental de todo el complejo de comportamiento o la conducta motora instintiva del animal, que se traduce en irritabilidad, fiereza y bravura. En esa conducta juega un papel primordial la actuación de las hormonas, el status endocrino del sujeto –de cómo es el tío-, como volvemos a repetir, que dejan al descubierto una estrecha correlación entre toda una serie de hormonas, especialmente las que se generan en la hipófisis –así llamada el área, un pedazo de cerebro rector de numerosas actividades fundamentales para la vida- y los grandes grupos de instintos animales. De todos es sabido, especialmente de quienes hemos observado en muchas ocasiones y analizado las acometidas de los terneros recién nacidos, la comprobación de que ante un estímulo visual o auditivo, o mixto, el tierno animal se arranca y acomete con rectitud, y la mayoría de las veces llega hasta la persona que le ha provocado -estrellándose incluso contra un burladero o una empalizada-, y si se queda quieta –así lo refiere el profesor Castejón- y no lo vuelve a estimular, el ternero ya no sabe que más tiene que hacer. Por ello, es fácil aceptar que la acometida del toro, desde su nacimiento, es un acto elemental del comportamiento, determinante de su carácter. Exaltar los mecanismos de dicho acto elemental de la conducta del toro bravo, que es la acometida en rectitud y cuantas veces sea provocada, es el objetivo perseguido por los ganaderos para lograr los toros que desean las figuras de cada época. La Genética moderna cuenta hoy con métodos eficaces para buscar la correlación de determinados caracteres heredables con otros fácilmente identificables, en los que asentar un programa de selección. Pero sigamos con el tema central que nos ocupa, al considerar el toro bravo con el poder de una máquina, compuesto por una serie de palancas potenciadóras entre sí, de segundo género en su mayoría. El mayor porcentaje de las resultantes parciales se centran y concentran su potenciación en la región de los riñones, donde definitivamente se forma la conjunción de fuerzas, cuando recarga en el peto del caballo. Según el profesor Paños Martí, “para que la máquina transforme la energía en fuerza hacia el límite ha de estar en total movimiento y según sea el estímulo y su respuesta, será el movimiento mayor o menor, y la suma de las resultantes de potencias, asimismo mayores y menores. Para un estudio detallado tendríamos que ir considerando el valor o resistencia de las extremidades, grupa, dorso, región lumbar, cruz, espalda; en fin, cada una de las regiones clasificadas por conjunción de resultantes de potencias y sus derivaciones hacia los riñones o hacia la parte libre de la máquina, representada por la cabeza y cuernos.” El doctor veterinario español Pablo Paños Martí nos ofrece un estudio que realizó hace muchos años referente a la potencialidad total del toro, aplicando las leyes generales de la dinámica y siguiendo la Ley de Joule para la producción de un trabajo, obteniendo los algunas cifras significativas, que nos pueden servir de base para un posterior estudio serio en la determinación de la fuerza o el poder del toro, en relación a su modelo constitucional. Y así, la fuerza mínima de un toro en movimiento regular o medio, de 400 kilos de p. v., y 4 años de edad era de 470 kilográmetros. La aplicación de un índice potencial del toro en movimiento, fijado en 0,10 para el toro ligero, en 0,07 para el medio y el 0,05 para el pesado y muy por debajo, prácticamente no útil, para los toros cebados o adelantados artificialmente. Con los datos expuestos en el párrafo anterior el lector aficionado estará en condiciones de comprender las grandes variaciones que presenta el poder en la dinámica de un toro, que incluso con menos masa y debido a su constitución atlética y notable agilidad en sus movimientos, tiene un índice de respuesta tan rápida como bronca, difícil y peligrosa de manejar, y un potencial de ataque muy superiores a los toros pesados. Así eran los toros de casta navarra y sus encastes posteriores, de ahí que fueron eliminados al negarse a torearlos las “figuras.” De ese modelo constitucional era Bailador, de la señora viuda de Ortega, negro y pequeño, pero que resultó bronco, ágil y con poder y, sobre todo muy certero hiriendo de muerte a Joselito, en la plaza de Talavera el (16-05-1920). Es cuando preguntamos: ¿Qué fortaleza tendrán los toros, hijos de vacas como la representada en la imagen nº 15? Son los preferidos por las figuritas que más cobran y una vergüenza para los diestros que tienen dignidad profesional. La misma ganadería de Miura cruzó un toro navarro, llamado Murciélago, de don Manuel del Val, suficientemente probado, con igual número de vacas de su propiedad, para reducir ya desde entonces el tamaño de sus reses. El toro navarro señalado, que dejó su sangre en la vacada de Miura, tiene una anécdota, que sabemos gracias don Enrique Vila, de bastante interés: Fue lidiado en una corrida completa de la divisa de don Manuel del Val, en la plaza de Córdoba. Le fue perdonada la vida por su extraordinaria bravura, y Rafael Molina (Lagartijo), buen amigo de la Casa Miura, lo adquirió apenas acabada la corrida para regalárselo a don Antonio I Miura. Estimó éste altamente el presente de Lagartijo; tanto que no dudó en cruzar treinta de sus vacas con el toro de del Val. Según otras fuentes lo destinó al cruce con 70 vacas miureñas. Murciélago era de pelo colorado ojo de perdiz y procedía de la vacada de Pérez Laborda, aunque llevaba marcado el hierro del siguiente propietario de aquella divisa, don Joaquín del Val. Los toros de Miura que siguen saliendo de esa pinta proceden casi todos del expresado cruzamiento; así que a nadie deba extrañarles que muchos de ellos sean muy difíciles de lidiar, como sus ancestros de casta navarra (8). Dicho semental dio muchos toros con las mismas características fanerópticas, que son las que se ven; es decir, las que presenta su vestido. Cuando fue lidiado tomó con extraordinaria bravura veinticuatro puyazos. El hecho de don Antonio I Miura apartara un lote de vacas con un solo semental no era habitual en el siglo XIX, ya que hasta entonces los ganaderos solían tener toda la vacada reunida en un solo hato con varios sementales, sin que se supiera con certeza a qué semental correspondía cada ternero. En otra crónica puede leerse: La vacada de don Felipe Pérez de la Borda, que hizo su presentación en Madrid el (19-04-1830), y murió en 1837, perduró hasta la muerte de su señora viuda, que se presentó en la Corte el (21-08-1848) y, posteriormente, en 1873, ella acabó por venderla al carnicero de Zaragoza, Joaquín del Val, que la extinguió sacrificando todos los animales. Durante el tiempo que estuvo la ganadería en poder de la familia obtuvo señalados triunfos, que se prolongaron hasta la extinción de la divisa ya en poder del siguiente propietario, destacando el caso del toro, llamado Murciélago –propiedad de don Joaquín de Val-, indultado en la plaza de toros de Córdoba en 1879 y que con posterioridad fue llevado como semental a la ganadería de don Antonio Miura. (8) Sin embargo, con anterioridad, la ganadería de Miura ha lidiado toros de pelaje colorao y ojo de perdiz. Así, por ejemplo, el día (23-05-1875) que alternaron en Madrid Rafael Molina (Largartijo), Francisco Arjona Reyes (Currito) y José Sánchez del Campo (Cara-Ancha), se lidió el espectacular toro de don Antonio I Miura, llamado Chocero (Imagen nº (16), de pelo castaño encendido, ojo de perdiz, meleno y astillado del derecho, que tomó siete varas y mató dos caballos, dando una cornada de muerte al banderillero Mariano Canet (Yusío) y otra a un mozo de caballos. Esa trágica tarde recibió la confirmación de la alternativa el diestro José Sánchez del Campo (Cara-Ancha), de manos de Rafael Molina (Lagartijo) y de testigo Currito.
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casemo - 2004