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LA GACETILLA TAURINA |
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Nº 28 - 19 de Agosto 2005 (Textos originales del Dr. en veterinaria D. Juan José Zaldivar) |
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LAS "JECHURAS" DEL TORO DE LIDIA (Instinto, bravura...temperamento) |
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Desde los tiempos de Aristóteles se sabía que los instintos no desaparecen en ningún organismo, estén en el lugar que ocupen en la cadena evolutiva, representando una característica peculiar del ser, que le dota de un comportamiento específico de naturaleza endógena, interna, completamente ajeno a los diferentes caracteres hereditarios y seleccionables. En estos comportamientos específicos de cada toro por instinto verdadero, los estímulos externos no son nada más que causas ocasionales, que pueden provocar la aparición o no del propio instinto, según el nivel físico del toro y según la clase de temperamento. Pero lo que sí está claro es que el instinto ancestral de acometida sirvió de base para el establecimiento de la bravura acumulativa por herencia, si bien el toro continua portando en su seno más profundo un alto porcentaje de instinto verdadero, real y auténtico que no creemos escape al dominio genético, pues todos los valores, sean o no de carácter psíquico están representados en el plasma germinal y tiene base cromosoma-genética propia. Una larga lista de reconocidos científicos y profesionales del toro, desde principios del siglo XX, coinciden en afirmar que la bravura es un carácter hereditario, tal vez el único realmente palpable entre los de carácter psíquico y es el que precisamente perpetúa tan original raza bovina. Con todo su poder hereditario, algunos ganaderos sostienen que la bravura “se gasta”, pero seguidamente aceptan que todo es misterioso para ellos. Nobleza obliga. Aunque ya se conoce el área encefálica desde donde parten las órdenes que se traducen en la acometida, nada se sabe sobre el grado de polimería, sobre los genes en los que se asienta el mecanismo hereditario de ese carácter…, pero de lo que no hay duda es de que existe ubicado en algún cromosoma y que por su implantación tan ancestral en la evolución debe ubicarse entre los primitivos cromosomas de la especie. Los conceptos sobre la naturaleza de la bravura se siguen multiplicando. Ya no nos basta el ofrecido por el profesor veterinario español Sanz Egaña, considerando al toro de lidia como animal cobarde y que sólo en una reacción de respuesta muestra su fiereza, en el sentido de que sí, en efecto, el instinto ancestral de acometer por defenderse es ancestral, habiéndose convertido a fuera de herencia acumulada en franca acometividad y bravura, originándose el toro actual, que es noble e impetuoso, pero que sabiéndose fuerte no recurre a la violencia nada más que ante la provocación reiterada. Probablemente, el carácter nobleza vaya unido en el complejo hereditario al de bravura y en el centro de ambos se haya el de la acometida. Sabios hay que opinan que el toro de lidia es una fiera, con determinadas condiciones y, por lo tanto, nos decía Paños Martí, de acuerdo con sus reacciones propias, unas veces acomete y otras no; pero esto considerado como fiera, al margen de la selección, que es tanto como decir, fuera de la intervención de la Zootecnia. Así que, el carácter bravura es hereditario y, por lo tanto, el toro lo posee per se (por él mismo) en su todo, de tal suerte que provocándolo se manifiesta con un acto, que es la acometida, en el que pone en juego su fiereza originaria por una parte y por otra la fiereza dirigida que se ha obtenido con la aplicación de normas más o menos zootécnicas. En justa consecuencia la acometida del toro es una reacción compuesta de su instinto ancestral y de la bravura obtenida por selección… y nos atrevemos a decir que, en cuanto a la manifestación acometida pueden aparecer diferentes tipos, según el temperamento que posea el toro y en dependencia directa con su poder o potencia, lo que ya no resulta tan comprensible. Otros entendidos piensan que no hay objeción al concepto de que la bravura representa un claro instinto de liberación, entendiendo por instinto los factores psíquicos inmutables y hereditarios que caracterizan la afectividad del animal, que necesariamente admite una función central específica, influenciada por los niveles hormonales y por el medio ambiente. Sin embargo, podemos decir que tenemos razones para asegurar que la bravura es algo más que un instinto de liberación. Un ejemplo. Si en una placita de tienta, tras finalizar la prueba a uno de los erales, se le abre la puerta y éste sale al campo, pero alejado decenas de metros, ya plenamente liberado, se vuelve sin que nadie le provoque, pasa a la plaza y arremete contra el caballo ¿se puede pensar que la bravura es un instinto de liberación? Los erales que se manifiestan así son después toros extraordinarios en todos los tercios de la lidia. Tan no huyen al verse libres sino que vuelven a la pelea. Es de todos conocido que la intensidad de la bravura es también variable –a los toros que son variables en el carácter les llaman los aficionados gaditanos toros “pardillosos”… son los que “pardillean” bajo el influjo del levante-, y depende de varios factores (polimería); esto explica –comentaba el doctor Paños Martí- “que si evidenciamos la bravura por sus manifestaciones de acometividad, haya lógicamente varios grados. El toro de lidia lleva siempre carácter bravura, que se manifiesta con distinta intensidad y cuando esa intensidad es mínima, cuando de un modo práctico no tiene manifestación, se dice que el toro es manso, como carácter alelomorfo opuesto; pero dada la antigüedad de la selección a que ha estado sometido el toro bravo y dado que el carácter bravura es dominante sobre el de la mansedumbre, hoy en los toros de lidia no debería existir científicamente hablando el toro absolutamente manso, más sí escasos de bravura.
También una gran mayoría de aficionados saben que el concepto de bravo
se ha venido asociando, al menos desde hace mucho tiempo, con el tercio
de varas, de ahí que una de las bases de la selección fuese el acoso y
derribo –prueba poco fiable para el diestro Domingo López Ortega- o la
tienta en plaza cerrada, según las variantes que imponía el sexo, pero
basadas ambas en las acometidas del toro al caballo y su comportamiento.
Evidentemente no podemos negar que se trata de pruebas que dejan al
descubierto la bravura y por ello, pese al empirismo que envuelve a
tantas pruebas, ha dado en la selección del toro resultados positivos.
Las clasificaciones propuestas y sus puntuaciones son también numerosas.
La realidad es que tanto el instinto como el carácter bravura están tan
dentro del toro, que sólo al ser lidiados los dejan al descubierto en su
real dimensión. |
casemo - 2004