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LA GACETILLA TAURINA |
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Nº 6 - 19 de Marzo 2005 (Textos originales del Dr. en veterinaria D. Juan José Zaldivar) |
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¿FIEREZA O BRAVURA? |
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Sin embargo, los conocimientos sobre el toro bravo, quedarían incompletos si dejamos a un lado las restantes castas bravas de España, comenzando por seguir la trayectoria de algunas de las diversas especies de ganado vacuno silvestre que transitaron por los bosques húmedos y lluviosos de Europa Central, de Egipto y el Norte del África. De entrada, los aficionados o no a la fiesta brava debemos tener, no sin verdadero orgullo, una idea clara:
Y llegado este punto, el citado don Carlos Serrano, manifestó al aire, en directo, su curiosidad por eso «… del tronco común.» La respuesta está en que a todo lo largo de la evolución de los seres de los mundos vegetal y animal, desde las formas vivas más invisibles, hasta los más grandes, tanto de animales como de gigantescos árboles, y minúsculas plantas e infinitesimales microbios, la existencia de troncos comunes fue una constante. Incluso nosotros partimos de un tronco común junto con otros antropoides, como los chimpancés. Siguiendo con el tema -esos toros naturalmente fieros y agresivos-, ellos ya no siguen ahí, ocupando las extensas áreas montañosas de Navarra, de ambas Castillas, como los ancestrales vacunos silvestres de marismas inundadas una gran parte del año, las zonas de tierra firme y de dunas movedizas -cuyas arenas comienzan a caminar desde la desembocadura del Guadalquivir, frente a Sanlúcar de Barrameda, hasta muchos kilómetros después de la playa de Matalacañas-, hacia tierra adentro; las riberas de las paradisíacas lagunas interiores de Doñana, las espesas áreas de matorral tipo mediterráneo, los espesos y hermosos pinares. Todo ese macroecosistema natural, integrado por ricos biotopos, ha conservado las especies señaladas desde los más lejanos tiempos. Y de esos vacunos agresivos, formando diversos grupos, con algunas variedades temperamentales, en los territorios o municipios colindantes a ambas orillas del Guadalquivir, se comenzaron hace sólo poco más de dos siglos los primeros programas de selección para buscar el toro que hoy torean los capeadores mecanicistas, o algún que otro más artista, que después de cortar dos orejas y rabo, quiere duplicar sus honorarios para la siguiente temporada, cuando cortar orejas es simplemente cumplir con los que pagamos por verlos. Sin embargo, se tiene la creencia de que el toro silvestre no tenía hogar fijo, pues había de vivir errante, ante la persecución a que estaban sometidos, como animales de caza mayor, especialmente en los Pirineos. Sin embargo, en nuestros años de Becario científico en la Estación Biológica de Doñana, enmarcada en el corazón del extenso Parque Nacional del mismo nombre, con más de 100 mil hectáreas, se puede tener una idea clara de cómo en tan grande extensión se pueda comprender que, aplicar el término de vivir errante, no es correcto. Y es que, sabiendo que los vacunos han sido desde hace millones de años animales gregarios, es decir, que viven en grupos, a veces numerosos –el número lo impone la cantidad y poder de los depredadores- basta que se les persiga para que en minutos recorran un par de kilómetros y se pierdan entre las áreas arbustivas sin dejar rastro; pero todos tienen una conciencia perfecta de su entorno y tienen siempre un hogar fijo, las llamadas manchas, que comparten cérvidos, jabalíes y linces. Los grupos de toros parcialmente silvestres, por ejemplo, de la zona del Coto del Rey, es casi imposible que se salgan del área que tienen y que conocen como su hogar. Y surgió de forma natural preguntarle al majestuoso toro ¿Desde cuando estás viviendo en España? Los científicos aseguran que en la provincia de Burgos, hay un lugar, mejor dicho, una Sierra llamada de Atapuerca, donde un grupo de hombres, están dedicados a excavar ciertas zonas en busca de restos de animales que vivieron hace centenares de miles de años. Al parecer, no se han encontrado todavía restos de huesos de vacunos o toros primitivos, pese a que ya se han descubierto de muchísimos otros animales, especialmente mamíferos pequeños y de mediano tamaño, que vivieron por aquellas tierras hace entre 800 mil y un millón y medio de años. Así que, si ni en la provincia de Burgos, ni en otros yacimientos de España, se han encontrado hasta ahora restos de nuestros primitivos toros, hay que pensar que aún no vivían en nuestro país durante esas fechas. Es el primer punto de reflexión, de donde partir, de donde arrancar, para conocer de dónde viene el toro bravo. El segundo dato o referencia, siguiéndole la ruta que pudieron seguir los toros silvestres primitivos, los primeros, diremos que tampoco existían toros en las Marismas de Guadalquivir, pues hace un varios millones de años, el tamaño del río Guadalquivir era inmenso, es decir, que la desembocadura tenía más un centenar de kilómetros y se necesitaron incontables miles de años para que tuviera el tamaño que tiene hoy. Ello quiere decir que las aguas ocupaban casi todas las partes más bajas de Andalucía y resultaba imposible que pudieran pastar las reses vacunas ni ninguna otra. Un dato interesantísimo, para que tengamos una idea clara de hasta dónde llegaba entonces el agua del mar, les diremos que cerca de la ciudad de Montilla, en la provincia de Córdoba, fue desenterrada en los años de 1960 una ballena completa, cuyos restos fósiles fueron detalladamente estudiados por el doctor Rafael Martín Roldán, a la sazón profesor de Anatomía de la Facultad de Veterinaria de Córdoba y después catedrático de la misma especialidad en la Universidad de Madrid ; por lo que el mar cubría la citada ciudad. Nadie puede pensar que si las aguas llegaban hasta tan dentro de España pudiesen compartir ese territorio los toros y los grandes mamíferos marinos. Y así, podemos decir que hasta hace poco más o menos medio millón de años atrás, pudieron aparecer los primitivos toros fieros en aquellas antiguas tierras que forman la Península Ibérica, es decir, España y Portugal, estableciéndose los primeros en el «incón del Norte centenares de miles de años antes que en el Sur. Aquellos primeros toros, de aspecto muy primitivo, se fueron extendiendo de Norte a Sur y del Sur hacia el Norte, convirtiendo las fértiles llanuras, a cada lado de nuestros ríos en sus hogares, donde encontraron los pastos para sobrevivir. Así estaban las cosas entonces. Y como cada grupo de ganado vivían en sitios o en riberas de ríos con climas diferentes, o en lugares altos, se fueron adaptando y así, los toros que se hospedaron en las sierras del Norte de España, como por ejemplo en Navarra, se hicieron más pequeños, astutos, rápidos y muy agresivos, para así poder defenderse mejor de sus enemigos, entre los que no se encontraba todavía el hombre. En el centro de España, siguiendo por ejemplo el curso del río Tajo y de sus afluentes, especialmente en las vegas del Jarama, como en las vegas de la Baja Andalucía, los toros se hicieron grandes, como en el Sur de España. Fue cuando se formaron las que hoy llamamos castas, como la de los toros navarros, los castellanos y las andaluzas. Poder seguir toda esa larga noche de prehistoria resulta fascinante.
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casemo - 2004