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Bolivar entró en Madrid cortando oreja.

Bolivar entró en Madrid cortando oreja.

14 Mayo 2009

Madrid. 7ª de Feria. Casi lleno. Tres toros de Marqués de Domecq (1º, 3º y 5º) y tres de Las Ramblas (2º, 4º y 6º), de juego desigual.

Juan Bautista, silencio y silencio.
El Fandi, silencio y silencio.
Luis Bolívar, silencio tras aviso y oreja.



FICHA DEL FESTEJO


TOROS:

Tres toros –2º, 4º y 6º- de Las Ramblas (Daniel Martínez), muy ofensivos y desiguales, y tres -1º, 3º y 5º- del hierro del Marqués de Domecq (Fernando Domecq López de Carrizosa), terciado el uno y bien hechos los otros dos. El sexto de Las Ramblas, bravo, muy aplaudido. Bondadoso un flojo primero; la cara alta y a menos el segundo, que repuso; se defendió el tercero; encampanado el cuarto; a menos un quinto noble-

ESPADAS:

Juan Bautista, de blanco y oro, silencio en los dos.

El Fandi, de nazareno y oro, silencio en los dos.

Luis Bolívar, de escarlata y oro, silencio tras un aviso y una oreja

INCIDENCIAS:

Bolívar, cogido por el sexto, operado en la enfermería de una cornada de 10 cms. en muslo derecho. Una oreja, un triunfo de fuerza y una cornadita para el torero de Cali. Y un toro de Daniel Martínez, del hierro de Las Ramblas, que puso a la gente muy caliente.

CRÓNICA DEL FESTEJO

Feria de San Isidro: "A sangre y fuego Bolívar con un toro imponente"

Muy belicoso, el sexto de Las Ramblas fue el toro más vibrante de cuanto va de feria. Con él triunfó a la brava Luís Bolívar. Un toro de golosa pinta: colorado y calcetero, bien descarado, muchas carnes musculadas, bajo, largo y ancho, las manos cortas. Gran viveza, una chispa de fiereza. Sólo un primer trote engañoso, porque se encendió enseguida y fue hasta el final y sin tregua como una traca. Pronto y con pies. Muy brioso el galope. Humilladas y completas las embestidas por la mano derecha, de las de meter la cara y volver, repetir y seguir. De tanto fondo que después de dos varas, dos quites y dos docenas largas de muletazos casi todos por abajo y hasta el final, después de todo eso quedaba todavía toro. Y mucho.

Y después del trato revuelto y nada cordial que implica un quite tras una cogida. Al rematar la segunda tanda con la diestra, generosa serie de cinco muletazos ligados o cosidos, Bolívar se cambió por detrás de mano con la intención de abrochar con un natural o un pase del desdén. Lo encañonó el toro, un error de colocación del torero, y lo prendió por la pantorrilla. Formidable la voltereta. Eso estaba pasando en los medios y, aunque las cuadrillas llegaron céleres, Bolívar tuvo que rodar por delante del hocico para evitar la cornada. La hubo menor: diez centímetros en un muslo. Había habido antes, en el remate de siete eléctricos y ceñidos lances de recibo, una primera voltereta monumental, pero de ella salió indemne el torero de Cali. No de ésta segunda refriega. Con habilidad insuperable, El Fandi le hizo con su propia pañoleta a Bolívar un torniquete por encima de los machos.

Y siguió la pelea, que fue de emoción en raudal. El gesto de Bolívar de abrir faena de largo, en los medios casi, y de dejar venir al toro desde un burladero a rienda suelta, para embrocarse sin protestar ninguno de los dos. Cinco derechazos por abajo, descargada la suerte pero templado el toro, y en un palmo, y el de pecho cuando se puso a vomitar lava el volcán. La segunda tanda, con su acelerón, tuvo la misma fuerza furiosa que la previa. Y más porque la encarecieron la cogida y la cornada. Y el gesto renovado de Bolívar de no volver la cara, sino casi todo lo contrario. Piso la otra mejilla. Embalado el público, caliente el deseo de triunfar a sangre y fuego Bolívar. Pura pasión la segunda mitad de faena. Sin calma, por tanto. Por la izquierda el toro atacaba díscolo. En el momento justo, Bolívar atacó con la espada en corto y, soltando el engaño, dejó enterrada una estocada letal. Gran gloria.

No se pudo lidiar entera la corrida anunciada de Las Ramblas y se completó con tres toros del hierro del Marqués de Domecq, que se jugaron de impares. Al verse el estallido del sexto pareció entenderse de un golpe que ninguno de los cinco toros echados por delante había embestido propiamente. Una impresión. El primer marqués, suavón y sueltecito, se dejó en media altura muy calculada, porque Juan Bautista sintió que se le iría al suelo si le bajaba la mano. Por la izquierda repuso el toro, que fue de los de más a menos. No la faena de Juan Bautista, técnica, formal y segura. Como la lidia del toro. Hizo viento entonces y costó el doble todo.

Al quite

Bolívar salió a escena en un quite al segundo de la tarde, que era., toro par, de Las Ramblas. Un quite por gaoneras movido y desgobernado, inoportuno. Frenado y distraído, dos puntas muy respetables, el toro se venía pero midiendo por encima de las esclavinas. Y escarbó. No humilló. El Fandi, dos años ausente de San Isidro por voluntad propia, anduvo fino, seguro y resuelto. Con autoridad de torero mayor. Tres pares de banderillas rotundos. Con arreones del toro pero salidas limpias. Bueno el trabajo. Una estocada trasera y tendida, y un bajonazo.

El tercero, negro y aleonado, de felino paso, pegó cabezazos en el caballo, estuvo enseguida descompuesto o defendiéndose. Y sin dejar de enredar. Largo trasteo justificatorio de Bolívar. Metisaca, caída tendenciosa y dos descabellos. Y viento. La segunda parte arrancó con un toro de público, castaño listón, sin cuello, muy abierto de cuerna, badanudo, Y permanentemente engallado como todos los cortos de cuello que salen agresivos y con gas. Suelto de varas, trotón, dolido en banderillas. Lo trató con suavidad Juan Bautista. Muleta mínima, pitones afilados y cuerda inmensa. Y viento_ salieron enganchados los muletazos de acoplarse y entenderse. Se había quedado crudo el toro y en la muleta pesaba mucho. Sereno el torero de Arles. Pero no brillante. Trató mejor Juan Bautista al toro que la gente y el toro a Juan Bautista. Una estocada.

El quinto, del Marqués, largo y bello, del tipo mejor de Tamarón, engañó a todos. Incluido El Fandi que, después de tres pares soberbios, brindó al gentío. Diez muletazos duró vivo y en serio el toro, manejado diestramente. Encajado El Fandi, que iba en serio. Rebrincado, el toro empezó enseguida a salirse distraído de suerte. Y ya no metió los riñones más. Fantástica la habilidad de El Fandi para sacar a pelo y a pulso del hoyo de un puyazo una banderilla que se había quedado encajada. Y, soltando el engaño, una estocada.

(COLPISA, Barquerito).



 






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