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El Fundi herido y Padilla a hombros en San Sebastián
15 Agosto 2009San Sebastián. 7ª Semana Grande. Media plaza.
Toros de Victorino Martín, bien presentados. y de juego desigual
El Fundi, silencio y cogido en el cuarto.
Juan José Padilla, oreja y dos orejas tras aviso.
Diego Urdiales, oreja y saludos.
El Fundi sufre traumatismo craneal y otorragia izquierda
El parte médico firmado por el doctor Eduardo Ayesterán es el siguiente: "Traumatismo craneal con pérdida de consciencia, y otorragia izquierda y desgarro de bolsa escrotal".
El parte médico de Juan José Padilla, herido en su primer toro, es el siguiente: "Traumatismo torácico dorsal, herida contusa en el cuero cabelludo y contusiones diversas. Se recomienda estudio radiológico de torax y espina dorsal".
FICHA DEL FESTEJO
TOROS:
Seis toros de Victorino Martín, de hechuras y condición diferentes. Bravo el sexto, que fue el de mejor nota. Mansito el primero; pronto y encastado el segundo; incierto y agresivo el tercero, muy mirón; sin gas un cuarto grandullón y pegajoso; con sentido de manso a la defensiva el quinto.
ESPADAS:
El Fundi, de tabaco y oro, silencio y cogido por el cuarto
Juan José Padilla, de carmesí y oro, una oreja y dos orejas.
Diego Urdiales, de turquesa y oro, una oreja y saludos desde los medios
INCIDENCIAS:
El Fundi, cogido por el cuarto, sufrió un traumatismo cerebral. De pronóstico reservado. Padilla, atendido en la enfermería de contusiones múltiples. Urdiales mató al toro que cogió a El Fundi. Se cambió el turno de sorteo de los dos últimos. Tres orejas, botín del torero jerezano, que triunfa apoteósicamente y sale casi ileso de una fea cogida. 7ª de Semana Grande. Media plaza. Tarde bochornosa.
CRÓNICA DEL FESTEJO
Padilla, héroe de corrida bizantina
Primero, se jugó un toro de pobre nota. Pavo de buen cuajo, cárdeno, revoltoso y frenado, manso en varas. Tardeó, se lo pensó y claudicó. Por no tener, ni peligro. El Fundi hizo gala de paciencia. Hay toros de Victorino que con paciencia y una caña acaban tragando. No éste. Rácanas medias embestidas. Se quedaba debajo. Lo más brillante lo hizo El Fundi con el capote: buena la lidia por delante, de recurso, y soberbia una media verónica de remate. Una estocada.
Enseguida comenzó una especie de corrida bizantina. Salpicada de sucesos que se montaban unos encima de otros. De sobresalto en sobresalto, como de montaña rusa, el espectáculo cobró tensiones imprevistas y, durante tres toros y cuatro el ay fue grito de campaña.
Rompió hostilidades una cogida: Padilla, en un exceso de confianza, se desplantó con el segundo de corrida a final de faena. De espaldas y sin mirar por el retrovisor. No estaba fijado el toro y se le vino encima. Lo prendió por los machos de la pierna izquierda y, fue tan certero el gancho, que le pegó la vuelta entera del molinillo. Cuando estaba cayendo de cabeza al suelo Padilla, el toro lo recogió con la cuna como si le abriera los brazos y por las mismas lo lanzó por los aires en una voltereta de salto mortal. Padilla cayó de fea manera.
En el suelo lo buscó el toro, que le pegó una paliza. Quitaron al toro, y le quitaron a Padilla la chaquetilla porque parecía ahogarse. Hacía muchísimo calor. Tardó Padilla en recomponerse. Trataron de llevarlo a la fuerza a la enfermería. Se negó. Montó al cabo la espada: un pinchazo, una estocada, una oreja. El toro de la paliza arreó de salida, tuvo temperamento, escarbó y fue un punto andarín, descolgó sin llegar a humillar, se empleó. Padilla le puso tres pares de banderillas y lo toreó poderosa, resueltamente. Diez muletazos de tanteo y horma de torero, una buena y abundante tanda con la diestra y en distancia, otra menos buena, un serio intento con la zurda. El toro se arrepentía cuando no iba enjaretado. Y, al rato, el desplante. Y el primer parte de guerra. Varetazos hasta en el cielo de la boca. Padilla dejó correr turnos y no volvió a salir hasta el sexto. Para protagonizar los momentos memorables de la corrida. Los que pusieron final feliz a la cadena bizantina de episodios.
Auténtica angustia
Antes del final feliz, se vivieron instantes patéticos. De auténtica angustia. Cogido, volteado y revolcado por el cuarto de corrida, cuando ya el toro, pegajoso, estaba pidiendo acabar por falta de gas y ganas. El Fundi cayó a plomo y de espaldas al suelo. El golpe debió de ser brutal porque El Fundi perdió el conocimiento. Su imagen yaciente e inerte, del todo inerte, dio una primera impresión fatal. Parecía que lo había matado el toro. Prestas las cuadrillas todas, llevaron céleres y como en andas a El Fundi hasta la enfermería. Allí estaba Padilla recomponiéndose. El clima se hizo irrespirable.
Mató al toro con habilidad y coraje Diego Urdiales, que se había quedado de único espada. Antes de soltarse el sexto de corrida, que salió de quinto porque se corrieron turnos, llegaron noticias de que El Fundi había recuperado el conocimiento. Luego, iba a darse un pronóstico reservado de traumatismo cerebral. Sangraba por los oídos. Y una pequeña cornada en el escroto.
Urdiales había estado templado, firme, entregado y valiente con el tercero de corrida, que fue agresivo e incierto. Muy mirón, le apuntaba al cuello al torero de Arnedo antes de embrocarse. Repuso mucho. Tuvo viajes buenos. Esos viajes los aprovechó Diego con talento. Algún trago con su pequeño renuncio correspondiente. Pero batalla al fin ganada. Los lances de salida, embraguetados y limpios, fueron excelentes. La estocada, también. Sólo que el toro que salió después, con la enfermería llena, resultó una prenda en toda regla. Acaballado, de impropias hechuras, se acostó de manso en varas, se revolvió con genio cuando Urdiales le bajó de salida las manos en preciosos lances genuflexos y sacó en la muleta genio avieso. En el embroque atizaba tarascadas de supina violencia. Muy sereno, Diego no se amilanó. Cortó a tiempo y agarró a capón una estocada perpendicular y delantera muy meritoria. Le hicieron saludar desde los medios.
Justo en el momento en que se recogía Diego, apareció Padilla por el portón de la enfermería. Con el chaleco y la camisa desabrochados. La pañoleta desajustada. La cara demacrada, con sus patillas de Sacabuches, como sacadas de un grabado de La Lidia. Y una taleguilla que parecía el dibujo del siete de copas con un esparadrapo gigantesco de banda en el muslo. Todo le dolía a Padilla y no lo disimulaba. Sino todo lo contrario.
Pero salió el toro de la tarde: el más bravo, noble y serio. Descabalgó a Montoliú en la primera vara. Pero no derribó a uno de esos caballos de pica mágicos que Pablo Chopera y Alain Bonijol han traído a Illumbe este año. Gran espectáculo. Los caballos, el toro de Victorino y, naturalmente, Juan José Padilla. Brindis a la cuadrilla de El Fundi, abrazos como de despedida de estación. Padilla arrancado, templado, listísimo, todo el oficio del mundo y más, el sitio, la manera, el gobierno del toro por abajo y muy despacio, las soluciones y las salidas, los desplantes frontales o no, los rodillazos, el aquí mando yo y yo mando. Y de pronto ya no me duele ni la mitad que antes y ¡zas! una estocada sublime, el toro al hoyo y Padilla a hombros. Como el héroe de Trapisonda. Fantástico, de verdad fantástico.
Colpisa - Barquerito