Cutervo. (Perú) 29 Junio. Sexto festejo de la feria de San Juan Bautista. Corrida de Toros. Tarde nubosa y ventosa con tres cuartos de entrada. Se lidiaron seis ejemplares de Roberto Puga y Montegrande, terciados y anovillados. Bravos el 2° y 6° y con mucha clase pero faltos de transmisión el 1° y 3°.



César Jiménez (Primera Comunión y oro) Estocada trasera, tendida y desprendida, descabellos, palmas. Estocada desprendida, descabellos, ovación.
Miguel Ángel Delgado (Verde en azabache) Tres cuartos de estocada trasera y desprendida, oreja. Dos orejas y rabo simbólicos.
Juan Del Álamo (Blanco y plata) Estocada caída, oreja. Dos orejas y rabo simbólicos.

Dos ejemplares de don Roberto Puga fue indultado esta tarde en la plaza de toros Jorge Piedra Lozada. Dieron juego de alta nota en la muleta y sus lidiadores se dejaron ver virtuosos. Juan del Álamo y Miguel Angel Delgado salieron por la puerta grande en apoteósica jornada.

Sin embargo, lo más artístico brotó de las manos de César Jiménez ante el 1°, un noble y boyante que embestía humilladísimo por ambos pitones. La sinfonía que compuso el madrileño fue de tonos mayores, al ralentí en series de muletazos de buen gusto y disfrute. Ante el 4°, un remiso negro de Montegrande, tuvo que porfiar para estructurar una faena derechista que alcanzó buenos momentos cuando el torero le bajó la mano por el pitón humillado. En ambas faenas Jiménez mató defectuoso y no saboreó la miel del triunfo. Sin embargo, fue un lujo verlo desbrozarse de capote y muleta.

La actuación de Miguel Ángel Delgado tuvo picos muy acentuados. El 2°, destartaladito pero encastado y codicioso lo tuvo a mal traer y nunca pudo someterlo. Calamochaba sí pero con mucho movimiento y el torero jamás pudo acoplarse ni hizo el esfuerzo o le faltó capacidad lidiadora. De resultas que lo que vimos fue un amasijo de enganchones y no una faena siquiera de mediano balance. Fue premiado injustamente con una oreja que supo a clientelaje. Con el 5°, de pobre encornadura, apenas señalado con la puya, noble, enclasado pero falto de raza, se sintió cómodo recetando series de mano baja hasta que se le fueron las ideas. Sonó el huayno, que hasta ese momento no había sonado, y empezó a ejecutarse el tinglado; palmas, gritos, exaltaciones e indulto.

Juan del Álamo es de otro lote. Se justificó ampliamente ante el pequeñín corrido 3°, tardo, bronco y áspero, sometiéndolo y pasaportando haciendo lo tiempos. Con el 6° demostró su gran capacidad lidiadora y la gran afición que lleva dentro. De salida el castaño no llamó la atención a nadie por sus feas hechuras, escurrido e inarmónico. Toma una vara y la escupe volteando en contrario. Corretea y se topa con el piquero que hace puerta y recarga romaneando la cabalgadura. Tras los primeros muletazos de tanteo que Del Álamo receta por bajo con mucha torería, el de Puga va a más y se define en bravo. Las series no tuvieron solución de continuidad, con la máxima extensión y rematados bajo la pala de los humilladísimos pitones del encastado. No hubo tropezones ni enganchones y acabamos convenciéndonos que el toro mereció regresar vivo a corrales.

Los indultados fueron laseados y en esas circunstancias uno de ellos escapó al callejón y se ensañó con un vaquero, que por fortuna y las pobres defensas del astado, salió librado; inaudito el informal manejo que se da al toro bravo. Hay que mejorar las instalaciones y proveerse de cabestros para arropar a los toros.

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