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El Juli consigue solo una oreja de su encerrona en Bilbao

El Juli consigue solo una oreja de su encerrona en Bilbao

21 Agosto 2009

Bilbao. 7ª Aste Nagusia. Casi lleno.
Toros de Jandilla, bien presentados. y juego desigual, y,6º devuelto

El Juli, como único espada, ovación con saludos, silencio, saludos tras petición, saludos, oreja y ovación



FICHA DEL FESTEJO

TOROS:

Seis toros de Jandilla (Borja Domecq). El sexto, sobrero. Corrida en tipo, pero de remate y trapío desiguales. El cuarto, el más serio. El sobrero, el más terciado. Toreados en los medios, como todos sin excepción, dieron juego los dos últimos. Se entregó con tranco suave el sobrero y repitió pero se paró el quinto. El tercero, que peleó con el cuello, fue el más deslucido. Pegó muchos cabezazos el segundo. Se vino abajo el cuarto.

ESPADAS:

El Juli, único espada, de nazareno y oro, saludó en todos los toros, fue premiado con la oreja del quinto y correspondió desde los medios a una cerrada ovación al rodar el sexto. Muy aplaudido al abandonar la plaza.

INCIDENCIAS:

7ª de las Corridas Generales. Nubes y claros, templado. Casi lleno. Víctor Manuel Blázquez y Álvaro de la Calle, sobresalientes, salieron a quitar por chicuelinas en el sexto y a toro devuelto. Improvisado festejo de único espada tras el percance de Perera que frustró el previsto mano a mano. Corrida y ambiente apenas propicios. Gran final de torero de carácter


 

CRÓNICA DEL FESTEJO

Una remontada de El Juli

Ese Juli capaz todavía de chisporrotear como hambriento novel apareció desatado en el quinto toro. No antes. E igual de desatado pero controlando el arrebato en el sexto, que fue sobrero. El quinto y el sexto que mataba en una corrida que de la noche a la mañana pasó de desafiante mano a mano a corrida de único espada. Con los dos últimos toros, los únicos de verdad propicios de la corrida de Jandilla, arreó El Juli: el corazón, la firmeza, la cabeza para torear. Su sentido preclaro del toreo. El ir a Roma por todas cuando tocó rematar con la espada una notable faena, la del quinto toro. Y no llegar a Roma, sin embargo, a la hora de poner broche con el sobrero, que fue el más sencillo y el que más a gusto y más despacio toreó Julián. Al que hizo las cosas más sabias y hermosas. Con esa frescura fácil y proverbial de torero en permanente alerta que es El Juli. Pareció que podía haberse puesto a matar la corrida del día siguiente cuando se arrastró ese sobrero y último.

Sopló de proa el viento desde el principio. Una cortés ovación al aparecer El Juli por la puerta de cuadrillas. No había, sin embargo, ambiente de gala. Más reticencias que otra cosa. Silbidos sueltos para protestar la presencia de los dos toros más justos de trapío, que fueron el primero y el último. Alguna fastidiosa reclamación cada una de las veces, contadas, en que claudicó algún toro. Más frío que ninguna otra tarde de la semana el público tan generoso de Bilbao. El palco, tan liberal últimamente en su potestad de dar paso a la música, se resistió de manera llamativa. En el primer toro, por ejemplo. Cuando podía haberse encendido la corrida sólo con la compañía de la banda, que en Vista Alegre es clave.

No sólo la música. El severo dominio que de capa y de salida impuso El Juli a cada uno de los toros que fueron saliendo no encontró eco. Ni los limpios lances de rodilla con que fijó sin prueba previa al primero; ni un olé para los seis capotazos a pies juntos que sujetaron en la segunda raya a un segundo que quería huirse y no pudo; silencio sepulcral cuando El Juli le ajustó las cuentas con sólo ponerse delante de un tercero de amplísima corona que escarbó casi al salir de los vuelos de la capa. Los apretones del cuarto, uno de ellos resuelto con un desarme de los de arrebatarle a Julián el engaño de las manos, no pesaron ni conmovieron.

Ni siquiera las concesiones más facilonas al toreo de repertorio provocaron. Un quite por faroles en el cuarto; otro por tafalleras en el tercero; otro por caleserinas en el primero. Tampoco la sobriedad de la lidia. Dechado de precisión. Ni un lance de más entre vara y vara, ni al cambiarse de tercio y suerte. Ni un enganchón. Ni rectificaciones. La sencilla muestra de toreo genuino y necesario no rompió el hielo. Lo sorprendente fue el contraste: la semana entera ha sido en Bilbao de llamativa pobreza en el toreo de capa –detalles de Morante, o del propio Juli, un quite de Castella...- y, sin embargo, se han jaleado series de mantazos o adornos de mero perifollo. Cuando apareció la lidia en pureza, ni una palma.

Las corridas, y más la de único espada, se cuentan por orejas como los goles del football. Al arrastrarse el cuarto El Juli estaba en blanco. Una gran estocada al segundo de la tarde; trasera tras un pinchazo para tumbar al primero; otras dos buenas estocadas para acabar con los toros más desapacibles, tercero y cuarto. Con los cuatro estuvo El Juli de rayas para afuera desde el principio, sin camuflarse ni engañarse. Una tanda excelente en redondo a éste y a aquél, la mano baja, la firmeza del toreo ligado. En cuanto estuvieron sometidos, se fueron yendo a menos los cuatro toros de la primera parte de pelea, que El Juli resolvió en poco más de una hora. Porque la brevedad es de sabios. O de buenos toreros.

Así las cosas, salió El Juli del quinto toro a zanjar la disputa. A tapar bocas, dicen los taurinos. El quinto fue otro toro. Otra alegría, un galope. Y no se hizo de rogar Julián, que rompió con la pana en un quite ajustadísimo por gaoneras. Y dibujó tres largas de alta escuela tras un galleo que dejó al toro puesto en suerte. El quite y las pinceladas que variaron el rumbo de la corrida. Fue el primer toro que brindó El Juli, pero también el quinto con el que se descaró en los medios. Con éste se embraguetó más que con ninguno.

Chispas de pedernal en los embroques, toreo del caro por abajo después de una celebrada apertura por estatuarios Se paró el toro en la cuarta serie, renegó por la mano izquierda. El Juli recurrió al toreo de circulares cambiados en trenza y recosidos con cambios de mano y remates por alto. Un estoconazo, una oreja, casi dos.
Mano de santo esa oreja, porque El Juli apareció entonces del toro relajado, suelto de brazos, descolgado de hombros. Como suele. Un toro al corral por claudicar y un sobrero astifino que quiso rajarse pero no pudo. No consintió El Juli. Primero, para incendiar la atmósfera, el quite del Zapopán –del repertorio mexicano- que salió redondo pese a las salidas sueltas del toro. Y, en fin, la más redonda faena. Sujetado, se empleó dócil y rebosado el toro. El Juli lo templó cuando lo vio descolgado. Hubo a pies juntos dos adornos clásicos de inspiración gallista. Toreo largo con la izquierda. En las dos distancias. Intensidad. También los lazos y tirabuzones del toreo sin distancia. Y lo que no tuvo El Juli fue fe para rematar con la espada. Dos pinchazos en la suerte contraria, una estocada. Justo cuando había cobrado vuelo la fiesta.

Colpisa - Barquerito



 






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