Santoña. Dos toros -primero y cuarto- de Montalvo, reglamentaria y excesivamente afeitados, para rejones, noble y sin fuerza uno y parado el otro; y cuatro en lidia ordinaria de Sánchez Arjona, chicos, de pocas carnes, de presentación modesta. Segundo y tercero resultaron dóciles y colaboraron; el mansote quinto lució en manos expertas; y desclasado el sexto. La plaza rozó el lleno en los tendidos.

Diego Ventura: dos pinchazos y rejón casi entero trasero (palmas); y medio rejón tendido (dos orejas y rabo).
Enrique Ponce: estocada (oreja); y casi entera perpendicular (dos orejas).
Miguel Ángel Perera: tres pinchazos y estocada desprendida y tendida (silencio tras aviso); y casi entera (oreja).
 

El diestro Enrique Ponce, que cortó tres orejas, y el rejoneador Diego Ventura, que paseó el rabo de su segundo toro, salieron triunfadores de la corrida celebrada hoy en la localidad cántabra de Santoña, con motivo de su festividad en honor a la Virgen del Puerto.

MAGISTERIO A ORILLAS DEL CANTÁBRICO

El abreplaza, de Montalvo, para rejones, estaba reglamentariamente desmochado, pero el barbero se pasó de rosca y dejó dos muñones astillados por astas, muy poco estéticos.

Fue un animal noble, colaborador pero de poco poder. Ventura logró los mejores pasajes montando a Milagro, sobre todo en una banderilla al quiebro con el toro aplomado y escarbando en la que hubo ajuste en el embroque. Remate brilló poco porque la res estaba derrengada en el tramo final, lo que dificultó el trance de matar.

Su segundo fue reservón y aplomado, un mueble que se aposentó en los medios y prácticamente no se movió de ahí. Los detalles de doma y otro gran quiebro con Roneo, clavando al estribo, fueron suficientes para enardecer al respetable.

La sola presencia y las maniobras aéreas del bello Remate pusieron en pie a los tendidos de sol. El presidente cedió ante la petición de rabo, a todas luces desproporcionado.

El primero de Ponce, cornicorto, anovillado, empezó a declamar su bondad en tres capotazos primorosos de Mariano de la Viña. Fue bonachón y por único defecto tuvo ese cabeceo en los muletazos últimos de la serie, cuando se aburría. Más claro por el derecho, por ahí abusó de él el valenciano en tandas ligadas, tersas, de cintura acompasada, aunque sin eco en los tendidos hasta que explosionaba aquello en los pases de pecho.

Ni siquiera la postrera, cuando se lo pasó por la faja y lo remató en semicírculo detrás de la cadera. Por el izquierdo fue más informal, aunque algún natural parabólico hubo. No fue aquello algo rotundo, pero sí lucido.

El inicio de faena al quinto fue sedoso, sacándolo a los medios con muletazos rodilla en tierra y un cambio de mano superior. Y de ahí, hacia arriba. Ponce ganó por K.O. el combate contra la falta de clase de su oponente, un manso con marcada querencia hacia chiqueros que embestía a oleadas, con los pitones por las nubes, bruto, y otras más entregado.

Dio igual. Con pulso firme, estética juncal, variado repertorio y dos tandas diestras colosales por la macizas y enhebradas, el toro terminó entregándose y acometió humillado en terrenos de toriles. Faenón coronado con un espadazo de efectos explosivos.

Perera navegó a placer con el tercero, muy bajo, obediente, con un pitón izquierdo superior para el torero. Tras llevarlo por las afueras con la diestra, hubo una de naturales cumbre, mandona y bellísima, poco coreada. Fue fetén, pero no caló en el público.

Así que Perera tiró por la calle del medio y lo siguiente fue atornillar las zapatillas y enjaretar alternativamente muletazos con una y otra mano, y luego, ceñidas manoletinas, para luego pincharlo cuatro veces.

Le voló bien en el capote en el último, bizco del izquierdo y de escasa presencia, con una media verónica de escándalo en el centro del platillo. Pero la falta de casta del bicho se tradujo en un comportamiento desconcertante, alternando embestidas profundas con tornillazos y asperezas. Estuvo por encima de la res

EFE