FICHA DEL FESTEJO

TOROS:

Cinco toros de Torrestrella (Herederos de Álvaro Domecq y Díez), de distintos remate y juego, y un sobrero –5º bis- de Ortigao Costa, cornalón y descarado, noble y sin fuerza. El primero y el cuarto de Torrestrella tuvieron personalidad, movilidad y clase. Salieron manejables y nobles los otros tres.

ESPADAS:

Diego Urdiales, de púrpura y oro, dos orejas y vuelta.

Matías Tejela, de escarlata y azabache, silencio en los dos

Sergio Aguilar, de nazareno y oro, ovación tras un aviso y ovación.


INCIDENCIAS

1ª de San Mateo. Media plaza. Con lote a favor, dos notables distintos toros de Torrestrella, el torero de Arnedo demuestra su corazón y su temple. Dos orejas. No remata con la espada una faena lujosa

CRÓNICA DEL FESTEJO

Diego Urdiales a lo grande

Pronto y vivo, el primer toro de Torrestrella sacó el estilo del encaste Núñez. Bravo y bueno. Ensillado y largo, cuajado, cortas las manos, alta la cruz, las palas grises. Astigordo y cornialto. Metió la cara. Diego Urdiales se templó con el capote en seis lances de caro dibujo que remató con media rumbosa. Otra media en un quite por chicuelinas. Dos puyazos. Muy trasero el segundo. Pese a descolgar con son, el toro se empleó a media altura. No le daba el cuello para humillar. O pesaría el puyazo trasero.

Lo que fuera: vino y repitió con ganas. Y estuvo puesto siempre en el sitio, sin cansarse ni esconderse Diego. Iba a ser su tarde. Aunque ese toro tendía a acostarse por la derecha, le aguantó sin rectificar, lo esperó en los viajes de vuelta, le corrió la mano limpiamente. No importó que fuera algo desordenada la embestida, que llevaba el picante de la casta. Muy redondo Diego con la mano izquierda. Aparatoso un final por circulares cambiados, más apurados que los muletazos puros. Hasta el final peleó el toro. Una estocada hasta la mano. No se rindió ni con ella el toro. Diego lo dio por muerto antes de tiempo. Cuando recogía la montera de un brindis, todavía estaba por apuntillar el toro. Los nervios de un triunfo. Dos orejas.

Dos más del cuarto si lo mata. Pero no lo mató el torero de Arnedo. O lo mató mal: dos pinchazos sin pasar, una estocada caída. También tuvo su alma de lujo ese otro toro. Generosamente acucharado, anchas las sienes, tocado de pitones, muy finas y lucidas las puntas. Espléndido porte. 564 kilos de tablilla. De Bilbao, digamos. Un poco fría la salida, distraído. Un desarme de capa porque, crudo, pesaba mucho al atacar. Después de picado y banderilleado, ya caliente, rompió con tranco templado. Fue muy noble.

A lo grande Diego ahora: de largo el primer cite tras brindar desde los medios. En la distancia fueron los muletazos de apertura de tanda. Unas cuantas veces, unas cuantas tandas. Incluso cuando se pensaba que al toro le costaría. Por una mano y por otra. Espectaculares los embroques desnudos con la izquierda. Pura sinceridad. Y, además, colocación, valor, temple. En los talones se encajó Diego. En las pausas, excesivas, se paseó talonando.

Marcialmente.

Más enganchado y sometido por debajo, se habría visto más toro. U otro. Pero el encanto de la faena fue, en parte, su pizca de fragilidad, que se sentía en desplantes atrevidos porque, venido arriba, estaba otra vez crudo el toro. O lo parecía. De pronto se puso a recular. Ya estaba hecho el trabajo. Tocó dar el do de pecho con la espada. Rubricar. Faltó la firma. La gente había sacado a Diego a saludar después de romperse filas. Y después de esta corrida, se tuvo certeza de que Diego es ahora mucho más torero que hace un año.

Toro llorón

Montado y ancho, el astifino tercero, corretón de salida, pareció promesa de toro en danza. Le faltaron las fuerzas, se rebrincó. Pegó más de un cabezazo. Toro llorón. De los que mugen. La banda de música –“Marcial Lalanda”- se solapó con los mugidos. Estuvo tan sereno y firme como suele Sergio Aguilar. Unas veces en la distancia abierta que convenía al toro, y ahí fueron los mejores muletazos. Otros, más encima, donde protestaba el toro o enganchaba. Largo empeño. Un pinchazo, una estocada.

Castigado por dos entierros de pitones y una costalada, encogido, cortos los viajes, el segundo no fue propicio. Se frenaba. Lo manejó con seguridad Tejela. Lleva un mes en racha. Se notó. Y más se notó con un sobrero cornalón de Ortigao Costa. Impresionante arboladura. Paso de pitones. Casi un metro de cuerda. Blancas astas que relucían. Poca fuerza. Y bondad. Tranquilo Tejela. Ningún temblor. Ni brillo. Una soberbia estocada. Mayúscula por todo. Lomudo, cabezón, pechugón, el sexto no salió del todo formal. No humilló, no descolgó, embestía rebotándose o pegando algún taponazo. Sergio Aguilar se lo trajo enganchado en una buena tanda con la diestra. Y se lo pasó por la izquierda a pies juntos muy cerquita cuando ya era hora de matar. Y de matar sin mayor fortuna.

Colpisa - Barquerito