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Entre silencios y saludos se lidiaron los victorinos en Logroño

Entre silencios y saludos se lidiaron los victorinos en Logroño

25 Septiembre 2009

Logroño. 6ª de Feria. Casi tres cuartos de plaza. Toros de Victorino Martín, bien presentados, encastados y de buen en conjunto El Fundi, que sustituía a Antonio Barrera, silencio y saludos. Antonio Ferrera, silencio en ambos. Diego Urdiales, silencio tras aviso y palmas.


FICHA DEL FESTEJO

TOROS:

Seis toros de Victorino Martín, de distintas y desiguales hechuras. Muy descarado el sexto. El primero, fijo en el caballo, sacó la correa clásica y se movió con ganas. Pegó escopetazos el segundo; bondadoso el tercero; de buen estilo el cuarto, toro de gran porte; con la cara arriba y sin entrega un quinto cinqueño; manejable pero rajado el sexto.

ESPADAS:

El Fundi, que sustituyó a Antonio Barrera, de esmeralda y negro, silencio y saludos.
Antonio Ferrera, de verde aceituna y oro, ovación en los dos.
Diego Urdiales, de turquesa y oro, silencio tras un aviso y ovación

INCIDENCIAS

6ª de feria. Tres cuartos de plaza. Ningún toro de alta nota pero sí cuatro de buen nivel. Porfías largas y poderosas de El Fundi con el lote más completo y complejo. Prestación discreta de Diego Urdiales

CRÓNICA DEL FESTEJO

Todopoderoso Ferrera

De la cuerda clásica de Victorino hubo un primer toro. Terciado y cárdeno, degollado. Con pies, felino y pronto. Humillaba y, noble, pecaba de celoso. Por arriba se revolvía y atizaba. Descabalgó en la primera vara, romaneó en la segunda. No paró de moverse. Si no iba empapado, se enteraba. Repescado para San Mateo, El Fundi apechó con el toro guerrero. Lo lidió con categoría, y con los vuelos del capote echados al hocico, y lo muleteó con tesón. Faena con cuota excesiva de porfía: larga, insistente, reiterativa. De no darle respiro al toro ni cuando lo pedía. Lo que se prometió como un medirse se convirtió en un cuerpo a cuerpo. Cada vez más cortos los viajes del toro, mayor el sofocón de tanda en tanda. Los que piden por sistema que toque la música crearon un raro contrambiente. Se alargó la pelea. Una estocada muy caída.


En ese son ya no salieron más toros. Dos de los cinco restantes, cuarto y sexto, entrepelados, astifinos y bien armados, fueron de soberbio porte. Largos, sacudidos, zancudos, de afilado hocico, altos de agujas y, sobre todas las cosas, de cuello muy elástico. Los dos descolgaron y, al estirarse, se sintió su particular presencia. Mal lidiado, mal tratado en el caballo y mal banderilleado, el sexto tardó en hacerse ver más que el cuarto, que no pudo con el caballo y hasta vino gateando. Sin embargo, ese cuarto, pegajoso de partida, acabó tomando la muleta con estilo. En la distancia adecuada, quiso bien.


El sexto no pasó factura por malos tratos y, para sorpresa de todos, tomó la muleta con suave tranco. El cuarto fue toro a más. El sexto se rajó sin previo aviso. Con ninguno de los dos toros, pese a su apacible manera, resultó sencillo estar. El Fundi, pura paciencia y empeño, sacó muletazos espléndidos, pero sueltos. Y le pegó por norma al toro toques de gran maestría, que el toro agradeció. Fue, sin embargo, faena mal medida, interminable, y le dieron dos vueltas a un pasodoble de castigo. Un pinchazo y una estocada.


Urdiales compuso y se templó sobre las diez embestidas claras del sexto. Pero cortó tandas antes de tiempo y se puso muy por fuera. Dos molinetes de apertura de serie, dos cambiados por alto ligados en el paquete y, castigo divino, un desquiciante solo de trompeta de la banda que destruye lo que sea. Y el toro dijo adiós. No encontraron la fórmula de sujetarlo. Pelea aparente. Una estocada. Y un escalofriante arreón del toro con la espada dentro.


El tercero, cabezón y muy relleno, cobró una primera vara durísima. Fue toro bondadoso, pero había que llevarlo empapadito. Una primera tanda de Urdiales gustosa. Y sólo ésa. Le costó mucho lo demás. No estaba relajado el torero de Arnedo y, aunque se acabó metiendo entre pitones, faltó la autoridad que exige ese gesto. Tres pinchazos y una entera atravesada. Ni el lote ni el día de Ferrera, que banderilleó con fáciles saltos en cuarteos y hasta un quiebro, anduvo seguro con el capote y solucionó sin agobios la papeleta: un segundo que pegaba escopetazos más que embestir y un quinto fuera de tipo que arreó estopa por la izquierda y fue y vino por la otra mano. Sin gana de pelea.

Colpisa - Barquerito



 






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