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La entrega de Ponce y la clase de Curro Díaz emergen en Cabra (Córdoba)
25 Septiembre 2020Cabra (Córdoba) Toros de Juan Pedro Domecq, bien presentados, nobles y de buen juego, aunque algo justos de fuerzas.
Enrique Ponce, de burdeos y oro: estocada trasera y contraria, y dos descabellos (ovación); y media estocada perpendicular (dos orejas).
Curro Díaz, de azul y oro: pinchazo hondo (oreja); pinchazo y estocada trasera y desprendida (oreja)
La plaza registró un lleno sobre el aforo permitido, estipulado en unas 200 personas, en tarde despejada y de agradable temperatura.
Los matadores Enrique Ponce y Curro Díaz se han repartido hoy, viernes, en Cabra (Córdoba) cuatro apéndices tras protagonizar el mano a mano de cuatro toros que se ha desarrollado en la localidad cordobesa, segundo festejo de la Gira de Reconstrucción, promovido por la Fundación Toro de Lidia y el canal Toros, de Movistar Plus.
Una tarde con mucho contenido, en la que Enrique Ponce volvió a demostrar su inagotable entrega, y un Curro Díaz, que también dejó la impronta de un concepto con sello propio. Tarde, por tanto, interesante, pues, aun sin ser completa, tuvo sus matices y argumentarios.
Ponce tuvo pocas opciones ante su primero, un toro al que le faltó motor y entrega, y con el que apenas pudo mostrarse voluntarioso. Con la capa, apenas pudo dejar una recogida media, mientras que con la tela, el valenciano tiró de oficio para torear por ambos pitones en una faena con poca sustancia donde hubo más disposición que resultado.
En su segundo, tiró de amor propio en una faena evolutiva. Con la capa pudo dejar un ramillete de arrebatadas verónicas en el recibo. Con la muleta, el de Chiva se entregó nuevamente para acabar metiendo en el canasto a su oponente, y al que acabó toreando con temple y mucha clase, mejor si cabe sobre el pitón derecho.
Díaz construyó una faena ante su primero que le permitió cortar un apéndice. Saludó a pies juntos para sumar después cinco garbosos lances a la verónica. Con la muleta se vio obligado a insistir sobre ambas manos, dejando episodios vistosos y luciendo con la mano derecha.
Ante el último, al que apenas pudo saludar con la capa, dejó una faena con impronta donde paró el tiempo al natural. Faena elegante y profunda en tramos repartidos donde el torero pudo completar series de muletazos que tuvieron armonía y un bellísimo trazo. EFE

