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Notable novillada de la familia Lozano en Las Ventas

Gómez del Pilar

Notable novillada de la familia Lozano en Las Ventas

04 Octubre 2012

Madrid. 1ª del abono de Otoño. Casi tres cuartos. Templado, soleado. Seis novillos de la familia Lozano Martín. Primero y quinto, con el hierro de Alcurrucén. Los demás, con el de El Cortijillo. De bellas y diversas hechuras, en tipo los seis. Sobresaliente el primero, muy aplaudido en el arrastre. Nobilísimo el segundo. En bravo dieron juego tercero y sexto, encastados. Manejables cuarto y quinto.

Gómez del Pilar, de azul pastel y oro, silencio en los dos.
Luis Gerpe, de carmín y oro, silencio y silencio tras un aviso.
Gonzalo Caballero, de azul marino y oro, silencio en los dos.



En la apertura del abono de Otoño, saltaron en Madrid dos novillos de la celebrada reata de los músicos del encaste Núñez-Rincón: un Tamborilero de 496 kilos y un Musiquero de 474. El uno, con el hierro de Alcurrucén; el otro, con el de El Cortijillo. Alcurrucén es ganadería matriz de toda las demás de la familia Lozano (Lozano Hermanos, Cortijillo). La corrida de El Cortijillo que abrió el pasado mayo la feria de San Isidro fue tan bella como impropia. Por distraída, por falta de celo. Dormida y ajena, ni peligrosa ni de fiar, ni cómplice ni traicionera. La de Alcurrucén fue entonces de premio. Para disipar dudas salieron por delante esos dos novillos músicos.

Fue extraordinario el Tamborilero: después de emplearse, salió galopando de la segunda vara, que es tan difícil, Y no dejó de embestir. Áticas hechuras, el tipo, la armonía. La calidad. Era negro chorreado. El Musiquero, colorado, abrochado, todavía más en tipo que el primero –largo, corto de manos, sacudido de carnes- salió un punto frío, sobrevivió a docena y media de capotazos verbeneros, tardó en fijarse y, cuando se fijó, fue pura manteca. Nobleza sin condiciones, viajes claros y prontos.

Hay corridas cuya nota se decanta de mitad de festejo en adelante, pero en esta baza andaba la cosa embalada tras el arrastre de solo los dos primeros. Para el que abrió la feria hubo ovación de gala. Palmas para el otro, que mereció casi tantos honores. Gómez del Pilar anduvo afanoso y seguro con el gran primero. Pero le perdió pasos y, aunque lo llevó toreado, lo hizo a suerte descargada, y entonces parecía más ligero todo. Sitio, sí, habilidad, confianza: de torero toreado y puesto, que, sin embargo, se dejó vivo el toro por la mano izquierda. A porta gayola un recibo valeroso, buen aire en un académico quite por chicuelinas, facilidad. Con eso no bastó.

Era tarde toledana: los ganaderos –de Alameda de la Sagra son los Lozano- y dos de la terna: Noé Gómez, dicen que de El Viso de San Juan, y un Luis Gerpe, de Seseña, que entró en la feria gracias a un triunfo de verano en las Ventas. Se le esperaba con curiosidad. Notable manejo de las telas, la propia de los toreros que saben torear con los vuelos y los brazos, que no es poco. Y, sin embargo, una compostura algo tensa; la ventaja de torear con el pico y, por tanto, de enganchar por fuera. Algún muletazo cadencioso y logrado. Sentido de la lógica para torear, pero el brochazo de rematar por bernadinas una faena que, correctita, no tuvo apenas vibración.

Tan propicios como esos dos primeros ya no saltaron más novillos, pero los hubo de importancia: un imponente tercero –astifino, armado, frondosa pechuga- que galopó en banderillas como los buenos y tuvo enseguida ganada la partida y comida la moral a un Gonzalo Caballero de Torrejón de Ardoz que casi por sorpresa había salido en San Isidro con cartel de promesa irresistible. Se le atragantó tanto toro. Fue bravo y rompió a bueno un sexto bien armado que se empleó sin desmayo –la cara abajo, viajes largos, templadas repeticiones- y aquí hizo Caballero el esfuerzo de asentarse, hasta que, traído a golpes y no convencido, el toro se puso a respirar por la casta, que no admite dudas. Faena a menos a pesar de su empeño. Una estocada.

Por debajo del nivel de los cuatro hermanos de combate, cuarto y quinto fueron novillos de diferente condición. El cuarto, berrendo aparejado en colorado, careto, rabicano, culata inmensa, no fue sencillo ni difícil. Esa pinta, no rara en la ganadería, rinde lo justo. A ese toro le faltó el golpe de riñón característico. Noé Gómez lo toreó con segura autoridad en un solo terreno. Se distraía el toro. No importó. El quinto, frágil, muy escurrido, astifino, armado por delante, giró sobre las manos como si solo pudiera apoyarse en ellas. Fue noble. Estuvo ahora Gerpe más entonado que en la primera de sus dos bazas. Templado, sereno. Pero se embarcó en faena interminable. Un aviso.

Colpisa - Barquerito



 






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