Luis Ángel Iñigo

Luis Ángel Iñigo

Informador taurino

19 Noviembre 2016

Homenaje a Celso Ortega

La noticia que recibí a primera hora de la mañana del pasado sábado (hoy hace una semana) sobre la muerte de Celso Ortega aún me retumba en el corazón y las lágrimas todavía no se han secado de mis mejillas.

Celso era para mí hasta el pasado mes de abril un torero más al que admiraba y respetaba, tanto por su estatus de matador de toros como por el hecho de ser portuense.

Pero desde que en el despertar de la primavera recibí su llamada invitándome a mantener un encuentro conmigo, pasó a ser un amigo, ya que en esa reunión firmamos con un apretón de manos una relación de matador y mozo de espadas de cara a un bonito proyecto que tenía en mente. Éste era el de prepararse en el campo para torear algunos festivales durante la próxima temporada 2017, algunos de ellos compartiendo cartel con Jesulin de Ubrique, y después posiblemente volver a vestir el traje de luces.

Me llamaba al menos dos veces a la semana y en sus palabras se podía adivinar que estaba viviendo un maravilloso presente al lado de su nueva pareja Eva Blandino y que soñaba un precioso futuro tanto en lo personal como en lo profesional. También estaba ilusionado en ayudar a Víctor Barroso Blandino, sobrino de Eva, que quiere ser torero. Espero que este golpe no le afecte y siga con la ilusión y el veneno del toro. Estaba feliz con sus dos hijos Cayetano y Celso, quienes le acompañaban al campo cada vez que toreaba. Nunca me habló sobre el pasado, Celso vivía en una nueva juventud y eso lo pudimos comprobar los que compartimos su vida durante estos últimos meses.

Durante los tentaderos que he vivido a su lado puedo “jurar sobre el Cossio” que he disfrutado de su torería y profesionalidad. También afirmo, como aficionado, que el volver a los ruedos no era ninguna locura pues la preparación que iba a llevar a cabo era intensa y él era consciente de la dificultad que iba a conllevar dicha decisión. Llevo herrado a fuego aquel día en la Finca “Martelilla” en la que compartí, junto con el maestro, mesa y mantel con D. Juan Pedro Domecq López de Carrizosa y su hijo, para luego disfrutar de una sobremesa de más de dos horas hablando de toros.

Agradezco en mi nombre y en el de su familia a todo el Mundo del Toro que se reunió en la Plaza Real para darle la última vuelta al ruedo y despedirlo por la Puerta Grande. Ese homenaje ha quedado grabado en la Historia de la Tauromaquia Portuense.

Tan solo espero que esos sueños de volver a pisar una plaza de toros se cumplan cuando confirme alternativa de manos de Miguel del Pino y con el testimonio de Víctor Manuel Coronado en la Monumental de la Gloria, y que logre ser una figura en los ruedos celestiales.

D.E.P. maestro/amigo.

Luís Ángel Iñigo
 




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