Toros en El Puerto
VERGUENZA TORERA
Decía
el maestro Mazanttini, preguntado porque dejaba el mundo del toro para dedicarse
a la política, respondió, lo hago porque en el toro hay que tener vergüenza
torera, y antes de perderla y desfraudar a los que confían en mi, prefirió
tomar otro camino. Una aptitud que le honró y que hoy en pleno Siglo XXI se
debería meditar y analizar fríamente. La
vergüenza torera hay que analizarla bajo dos puntos de vista bien distante uno
del otro, uno aquel que sin justificación aparente, se inhibe de la cara del
toro, sin importarle nada de lo que pueda ocurrir a su alrededor, demostrando
falta de cortesía y respeto hacia aquellos que confían en el, esto es bajo mi
punto de vista, no tener vergüenza torera. Por
otro lado, todo lo contrario, aquel que con causas mas que justificadas para
aliviarse, intenta por todos los
medios hacer las cosas bien para agradar y complacer al público, que en
definitiva es el que lo sostiene a el y a la fiesta, incluso arriesgando su
propia vida. Esto si es tener vergüenza torera. Estos
dos ejemplos lo hemos visto recientemente en la primera plaza del mundo, en un
mismo festejo. Un
torero que goza en la actualidad del beneplácito, la admiración y el
reconocimiento de los públicos, por su forma de concebir el torero de arte estético
y estático, que pisa unos terrenos muy comprometido, teniendo al público en
tensión durante toda la lidia, y siendo el máximo exponente de la torería
actual, se dejó vivo a su
oponente, negándose a acabar con el, ante la desaprobación y rechazo unánime
de los que lo admiran, sin causas, al menos aparente que justificase tal acción.
No dudo que sus razones tendría, pero por de mucho peso que fuesen, no
justifica la falta de respeto y descortesía hacia los que han hecho posible que
ocupe el lugar que hoy tiene dentro del mundo del toro
Para mi, y con el máximo respeto y admiración que le tengo, al menos en
esta ocasión careció de vergüenza torera. Por
otra parte y en ese mismo festejo, pudimos comprobar la otra cara de la moneda,
un torero herido y después de ser intervenido quirúrgicamente de una cornada
de considerable gravedad, solicita al equipo medico que le acondicionen la
herida para volver nuevamente al ruedo, para cumplir el compromiso contraído
con los aficionados, mermado en sus facultades físicas y arriesgando aún mas
su vida. Ha esto, si le llamo yo tener vergüenza torera, Tanto se ha
magnificado por los medios la primera de estas circunstancias que han obviado el
reconocimiento que de hecho merecía la segunda de ella. En definitiva, esta es la vergüenza torera, unos carecen de ella amparándose en el escudo de la popularidad, pensando que el populacho todo lo perdona, y otros para dar y repartir, que de estos últimos la fiesta esta bien repleta, aunque su nombre no figure en primera línea, bien valdría que de vez en cuando se pudiese sustituir la vanidad por la vergüenza. Carlos V. Serrano - Tarde de Toros - Radio Puerto - junio 2001
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