EL TORO DE LIDIA, SU ORIGEN Y ENIGMA
VII) Navarra: Cuna de Ganaderos y Lidiadores
Un
Señalamos el pasado viernes a la ganadería de don Nazario
Carriquiri con una antigüedad del (10-07-1864). Sin embargo, lo
importante es saber que el más antiguo ganadero que criaba y toros de
casta de Navarra fue don Bertrán de Ablitas, de Tudela (Navarra), que
los lidiaba ya en la temporada de 1403. Pero con todo, el dato más interesante es que, antes de concluir el siglo XIV,
concretamente el año 1388, ya la historia de la tauromaquia refiere la
existencia de Juan de Santander, lidiador que actuó en dicho año
rematando astado de la antigua ganadería navarra, propiedad de de don
Joan Gris, de Tudela (Navarra), cuyo nombre aparecía por primera vez
lidiando toros esa temporada. Los historiadores del Reino de Navarra
recogen el nombre de Juan Gris como el de un comisionado –en otros
escritos figura como ganadero-, por el rey Carlos III el Noble, para
recoger los toros más bravos que en la Ribera encontrase y que habrían
de ser dedicados a las fiestas celebradas con ocasión de la visita del
duque de Borbón el año 1388. Se sabe también que uno de los más
notorios matatoros –nombre que desde el reinado de Alfonso X el Sabio se
les daba a los remataban toros-, fue el referido Juan de Santander que
debió torear al menos entre los años 1388 a 1401, cuando menos, y que
alcanzó gran fama en Pamplona donde en 1401 recibió diez
florines como pago de su tarea. Ningún nombre ganadero hallamos en
estos siglos y por tanto quizás no sea aventurado el decir que específicos
criadores de toros no existían tal y como hoy entendemos esta actividad
pecuaria, ya que entonces la mayor parte del ganado bravo se criaba en
grandes extensiones comunitarias, tal y como en nuestros días, en el
extenso Parque Nacional de Doñana.
Pero algún aficionado puede preguntarse ¿dónde está lo
interesante? Sencillamente en el hecho de que en Navarra, y,
concretamente, en Pamplona ya había lidiadores y que tuvieron que pasar
casi tres siglos para que aparecieran toreros de a pie madrileños y
andaluces. Aquellos primeros toreros de a pie adquirieron una
experiencia envidiable en el arte de quebrar toros, en el desarrollo de
las más espectaculares habilidades frente a los astados más agresivos
de entonces, dominando especialmente a los de la casta navarra. Entre
esas habilidades estaban la de andar entre los toros subidos en zancos,
saltarlos a cuerpo limpio, torearlos con los pies amarrados,
estoquearlos sentados en una silla, matarlos a pie con lanzas, etc. Y
todo ello daba origen a que cada vez que en la Corte se celebraban
corridas tenían los sucesivos empresarios, a lo largo de casi 300 años,
que contratar toreros procedentes de Navarra, de Aragón y de la Rioja,
porque ni en Madrid ni en Andalucía no había suficientes lidiadores,
hasta finales del siglo XVII.
Toda una serie de toreros procedentes de la Rioja, fueron
contratados para torear en las fiestas que se dieron en Pamplona el año
1611 y con las que se obsequiaron al Virrey. Cabe destacar entre ellos
los siguientes: Miguel Sánchez, compañero del famoso Joan Díez Iñiguez
de Baldosera y, como él, riojano, que fueron solicitados mediante una
carta en la que les decía a los dos lidiadores señalados que
“…vengan cuatro compañeros a torear, y que si es posible, es
importante traigan los zancos y personas que sepan andar con ellos,
porque quisieran regocijar mucho esta fiesta, por amor al Señor Virrey,
y lo que se les suplica es que no falten de venir, que en lo de la paga
no habrá desconcierto. Guárdele Dios. Pamplona, (03-08-1611).
Cumplieron los toreadores el deseo de la ciudad, y llevaron consigo a
Francisco de Mogastón y a Diego de Latorre. Acabada la fiesta
dirigieron a los ciudadanos de Pamplona el siguiente oficio:
“Los cuatro nombrados, residentes en la ciudad de Logroño
dicen que, en virtud de una carta que el sábado último pasado
recibieron de Vuestra Señoría, vinieron ayer lunes, por la mañana, a
torear los toros que se han corrido el dicho día, con una danza de
cuatro zancos, y por ser el tiempo tan breve han tenido mucha costa, por
haber venido cada uno en cada cabalgadura, por la afición y voluntad
que tienen de servir a esta ciudad, y suelen venir todos los años a
regocijar la fiesta del glorioso San Fermín y otras que se le ofrecen,
y han toreado conforme Vuestra Señoría ha visro, y danzado.”
“Pamplona, refiere don Ignacio Babestena, de quien estos datos
proceden, premió los méritos de los lidiadores dándoles 200 reales y
por cierto, en el libramiento, al recibir el dinero, firmaron todos
ellos con mano propia y no por ajena, como en aquel entonces
acostumbraban hacerlo el 90 por 100 de los mortales.
Con un total de 13 ganaderías en línea directa, desde la
fundacional de Casta Navarra, creada por el marqués de Santacara, don
Joaquín Antonio de Beaumont de Navarra y Escurra Mexía, a las que hay
que sumar las nueve que partieron en dos ramas de la vacada de don
Antonio Lecumberry e Isabel Virto, más las derivadas correspondientes,
que suman un total parcial de 23, nos dan la cifra de 45 ganaderías de
Casta Navarra, más o menos puras, que se desarrollaron entre 1670 y el
año 2000. Ello nos da una idea clara del reducido desenvolvimiento de
dicha Casta, referido al marco integrado por las provincias de Navarra,
Aragón, Cataluña, la Rioja vasco-navarra y parte del País Vasco. A
dichas ganaderías hay que sumar las que con Casta Navarra se
desarrollaron en el Nuevo Mundo y en Francia (Véase en su día «Casta
Navarra en otros países). También debería tener Casta Navarra la
ganadería de Tudela de don Fermín López,
que lidiaba sus toros en la provincia y en Las Vascongadas.
Poco antes de finalizar esta entrega conviene aclarar el término
de “monitor”, que empleamos el pasado viernes.
Ejemplos de esos minitoros hay muchos y uno de los más
lastimosos se dio nada menos que en la Monumental plaza de Monterrey (México),
donde resulta imposible creer que se solicitara el indulto a un astado
que por el promedio de peso de la corrida hasta pudo pesar menos de 400
kilos. Ello sucedió el (15-10-1972), en la plaza mexicana citada, cuya
función fue anunciada como «una gran corrida», en la que actuaron los
diestros Raúl García, Eloy Cavazos y Adrián Romero, en la que se
lidiaron los toros de bandera: Falsete, Capulín y Plateado.
Eloy Cavazos le cortó las dos orejas y el rabo a Capulín,
pidiéndose el indulto -son los clásicos indultos vergonzantes, con los
minitoros-, dando el
torero regiomontano la vuelta al redondel con el ganadero. La corrida
tuvo un promedio muy bajo en peso, de sólo 410 kilos. Por lo común, esos toros bajos de peso, son también
bajos de agujas, porque la distancia de la pezuña a la cruz es pequeña
y así: «Por otra parte..., era ideal... para matarlo bien: gordo...,
bajo de agujas, corto de pitones.» (Maximiliano Clavo, Corinto y
Oro. La Voz, 1927). Pero los minitoros no han dejado de salir desde
hace más de un cuarto de siglo, no más hay que acordarse de la crónica
de Manolo Liaño sobre “La Corrida del Arte en El Puerto”, en agosto
de 1999… y se siguen indultando.
Siguiendo con los toros de casta navarra, pocos
años después los misioneros españoles llevaron también vacunos
navarros a Ecuador, aunque en este caso su intención no fue la de
extender las fiestas de toros por aquellas
tierras, sino más bien su utilización como animales de guarda y
defensa, para evitar los expolios de los huertos y tierras colindantes
con las misiones, que servían de sustento a los frailes. Los toros
navarros, ya famosos entonces por su agresividad, causaron el terror
entre los indígenas americanos y permitieron preservar la precaria
economía de los misioneros, que dispusieron alrededor de sus tierras un
sistema de doble empalizada cortada en cada ángulo. En cada lado del
cuadrado o rectángulo resultante se colocaba uno de los toros traídos
de Navarra, que siempre estaba dispuesto a arrancarse ante el menor
ruido o ante la presencia de los nativos que quisieran penetrar en las
parcelas sembradas y con árboles frutales de los frailes. Juan José Zaldivar 05-3-04 |
casemo - 2004