EL TORO DE LIDIA, SU ORIGEN Y ENIGMA
XXIX) La tercera Casta Fundacional Andaluza - Vistahermosa -I -
El
primer conde de Vistahermosa adquirió la ganadería incipiente de don
Tomás Rivas –otros hablan de los hermanos Ribas-, de Dos Hermanas
(Sevilla), el año 1774, -ya para entonces estaba la ganadería de
Atenco, en México, cumplía más dos siglos-, y, valiéndose de los
mejores «conocedores» de su época, entre los que dejó fama el
llamado Curro el Rubio,
seleccionó y mejoró el ganado, haciendo tientas por acoso y derribo,
tanto de machos como de hembras. El conde de Vistahermosa I falleció el
año 1776. Él fue el que trasladó el ganado a la magnífica dehesa de
Salvador Díaz, en la que tentó a las reses, como quedó citado Los
toros del conde de Vistahermosa eran, además, bonitos de hechura
corporal, de cabeza pequeña y recogida, cornicortos y finos de
extremidades. Pero debemos apresurarnos a decir, que la “casta de
Vistahermosa” fue una creación de los hermanos Rivas, si bien no
se le pueden regatear méritos a los esfuerzos que realizaron los
Condes para afinarla y mejorarla. El segundo conde de Vistahermosa
presentó su toros en la Real Maestranza de Caballería de Sevilla en
1782 y en Madrid en 1790, vendiéndose la mayor parte de la ganadería,
hacia 1823, a don Juan Domínguez Ortiz, conocido por el Barbero de
Utrera, como quedó señalado. Mas todas estas condiciones, per
se, y algunas otras favorables que pudieran relacionarse, no serían
suficientes para justificar la gran predilección que desde los
comienzos de la ganadería sentían los lidiadores por sus toros, a los
que se decía «se les podía torear con un pañuelo.» La realidad fue
que los toros de don Pedro Luis de Ulloa reunían las mejores cualidades
para lidia, ya que a la vez que eran bravísimos, presentaban una gran
nobleza, sin desarrollar sentido, por lo que facilitaban las diversas
suertes... no entregándose exclusivamente a lucir con su poder en el
tercio de varas, como hacían los astados de las restantes ganaderías,
que materialmente «se rompían» con el caballo, y la mayoría de las
veces se tornaban broncos y con sentido.
Los toros condesos, en suma, eran más fáciles de lidiar y
buenos hasta para las banderillas, muriendo tan bravos y codiciosos en
la pelean como habían salido al ruedo, ofreciendo una lidia con
acometida pronta y ágil, eran alegres en las embestidas y, si bien
algunos salían abantos (*),
no se amoldaban a la lidia al recibir el primer castigo, para hacerlo
después arrancándose desde lejos al caballo, con gran alegría, para
tomar todas las varas que quisieran colocarle, y como derribaban menos,
dejaban al descubierto su gran clase, metiendo los riñones y clavando
las extremidades anteriores en el suelo, como gustosos de dejarse pegar,
ya que la mayoría de ellos jamás trataban de quitarse la vara,
haciendo una bella pelea hasta entonces desconocida. Un escritor taurino
de finales del siglo XVIII aseguraba que «... era reses de mucho celo,
y para lidiarlas se necesita un método particular si apurados de
piernas se acercan a las tablas con el objetivo de buscar su defensa; en
estos casos adquieren mucho sentido y conviene no dejarlos que se
tercien, porque suelen arrancar cuando conocen que granjean terrenos.»
El célebre don José Daza ya advertía en su tiempo que de las
andaluzas -las castas de Vistahermosa y la «Vazqueña»-, «algunas
castas, por incuria de sus dueños, se fueron bastardeando. Pero los que
de éstos son prolijos las han afinado y han hecho estimables.» Los
toros de dichas líneas eran de pinta cárdena, negra y melocotón, ojo
de perdiz. Los toros del conde Vistahermosa, y después del Barbero
de Utrera (Juan Domínguez), tuvieron fama de conservar su bravura
durante toda la lidia, de gran poder en las acometidas y de recargar en
las suertes, creciéndose
al castigo, siendo esta casta la que ha prevalecido, con la casi total
exclusión de todas.
El primer conde de Vistahermosa, fallecido en Utrera el año
1776, había adquirido la ganadería
de don Tomás Rivas hacia 1774…, por lo que debemos
considerarla como ganadería prefundacional. El segundo conde de Vistahermosa presentó sus toros
en la Real Maestranza de Caballería de Sevilla en 1782 y en Madrid en
1790. Pasó la mayor parte de la misma en 1823 a don Juan Domínguez
Ortiz. (*)
Abanto.
Dícese, según el Diccionario
Actualizado, del toro espantadizo, cuya característica en la plaza
es salirse de las suertes, rehuyendo rematarlas. Dado que es una
respuesta anímica, muchas veces pasajera; de ahí que en muchas
ocasiones los críticos taurinos se han expresado así: «Al pisar el
anillo pareció ser algo abanto, se transformó luego en bravo.» (José
Santa Coloma. Fiestas reales...,
1898.) Juan
José Zaldivar 15-10-04 |
casemo - 2004