Origen y evolución del toreo

 Nº  18 - 31 Enero  2006    (Textos originales del Dr. en veterinaria D. Juan José Zaldivar)

CRONOLOGÍA HISTÓRICA, en España: (SIGLO XVI (1503-1515)
Caballeros rejoneadores y la Iglesia Católica

           
        
 El siglo XVI marcó el inicio del período de transición del toreo de a caballo al de a pie, siendo muchas las figuras relevantes de ese período, tales como:

 *Don Pedro Aguayo de Heredia, insigne caballero cordobés del siglo XVI, destrísimo en la lanzada, de quien da noticias Vañuelos y de la Cerda en su libro de Jineta, pues parece que fue de los primeros que consumó la suerte yendo con el caballo hacia el toro, en vez de esperarle simplemente, innovación muy discutida entonces.

               *Don Fernando Álvarez Bohórquez, célebre toreador de a caballo del citado siglo. En el Epílogo de Utrera..., de donde, sin duda, era natural, escrito por don Pedro Román Meléndez, leí de él las siguientes curiosas noticias: «El más celebrado que conoció su edad en la vara larga y rejones, y en su cuerpo y fuerza gigantescos. La espada de que usaba no podía manejar otro. Era lo regular con la vara levantar al toro y echarlo de espaldas. Si daba cuchillada, lo ordinario era dejarlo muerto.  En este ejercicio se le quebró el brazo derecho; y habiendo curado, le quedó inútil, y permitió que se lo volviesen a desencajar y poner en su lugar, por no privarse del manejo de la garrocha.

              Saliendo a rejonear en otra ocasión, se le volvió a quebrar el brazo, y ya desengañado trató de emplear sus fuerzas y valor en mejores ejercicios. Vistióse un hábito de tercero y dedicóse a la Santa Caridad, cuidando de los pobres enfermos por su persona, y de dar sepultura a los muertos, con quien solía él sólo cargar. El tiempo que le sobraba lo ocupaba en estar rezando en el atrio, donde se enterraban los pobres; en el lugar más inferior, que fue el que eligió para sepultura, y en ella, aun vivo, hizo poner este epitafio: Aquí yace el mayor pecador de los vivientes. Rueguen a Dios por él.

            El propio Lope de Vega (1562-1635), el más famoso poeta dramático español, cuyo verdadero nombre es fray Lope Félix de Vega,  llamado con todos los merecimientos el Fénix de los Ingenios,  nos dice en La hermosura de Angélica:

            «... cual suelen madrigados toros
            entre Jarama y Tajo todo un día
            hacer batalla por la vaca amada,
            y ella pacer hierbas descuidada...»

            Ya en aquellos años del siglo XVI los toros llamados jarameños, por nacer en las riberas del río Jarama (Madrid), adjetivo que desde entonces fue usado en sentido antonomásico de toro bravo y ligero, lo empleó también Lope de Vega en La Gatomaquia, formando un pareado: «Cual suele acometer el jarameño, toro feroz, de media luna armado...» Y es que las aguas frescas y transparentes del Jarama, agudiza la bravura y les da ligereza muscular a los astados. También en su obra Los Vargas de Castilla, Lope de Vega, aparecen antiguos términos taurinos empleados en su época, tales como abragado -equivalente al bragado de nuestros días-, en el comentario: «Luego le dice: abragado, él es de famosa casta...»

 Don Pedro Heredia, caballero rejoneador del siglo XVI y XVII, famoso por su valentía, fuerza y destreza en las armas y en los lances de su oficio en la plaza, quien viéndose venir un temible y tremendo astado, cuyo  peso de elefante, asombró de espanto a cuantos asistían al espectáculo, él, como la cosa más natural del mundo, “… metió mano a una espada de jineta y al llegar el furioso animal a sus dominios, le dio al toro tan furibundo y cortante zarpazo, que le cortó de raíz el pescuezo, quedando de lo que fue fornido y musculoso cuello, una guirnalda de pellejos sangrientos colgando a poca distancia de la cabeza cercenada (Casos raros de Córdoba. Ms. del siglo XVII). Aquel espectáculo fue el resorte que hizo lanzar al espectador tan sonada súplica al Altísimo.

            Pero el caballero Heredia ya traía su cartera curricular bien gruesa de eventos caballerescos y militares, no siendo aquella la única de sus hazañas con los toros, ya que cuenta otro escritor, que en la celebración de las que debieron ser de las primeras funciones taurinas reales, el famoso gentleman ibérico, que también lo fue por su valor y pericia en las armas, en otra ocasión en la que intentaba hacer una nueva suerte con el  rejoncillo, la fiera se le arrancó de súbito, sin darle tiempo a esquivarla con su caballo, cuando el toro clavó sus cuernos hasta las cepas en el vientre de la jaca; más don Pedro le propinó revés tan grande en el pescuezo del toro con su cortadora espada, que le segó casi a cercén, cayendo muertos a un tiempo el toro y el caballo (Casos raros de Córdoba. Ms. Del s. XVI y Zapata, Miscelánea).

               Las corridas de toros, o los combates de hombres con toros, fueron conocidos desde muy antiguo en Roma. Bajo el pontificado de Alejandro VI, cuyo verdadero nombre era Rodrigo de Borja o Borgia, nació  en 1431 en la ciudad de Játiva (Valencia). A la muerte de Inocencio VIII fue elegido para por unanimidad en el cónclave celebrado el (11-08-1492). Durante su pontificado anduvo en guerra con Carlos VIII de Francia, que invadió Italia y entró en Roma, en 1493, aunque fue rechazado después. Para celebrar la liberación de la Ciudad Eterna se dieron en ella corridas de toros en las que se distinguió como lidiador César Borja, hijo natural de Alejandro VI, quien de un solo tajo cortó la cabeza de un toro.

             Continuaron las corridas en tiempos de Julio II de Savona, sucesor de Alejandro VI, cuyo pontificado duró de 1503 a 1513, dándole un gran impulso a la construcción de El Vaticano, y muy especialmente a la construcción de su "corazón", además de ser un arte sumo, fue una obra de siglos. En pocas de las grandes construcciones del mundo habrán intervenido tantos ingenios como el la magna obra de San Pedro en Roma. Desde el siglo XV, que el papa Nicolás V propuso la obra, hasta que se completó, transcurrieron 350 años. Sin embargo, no se explica que se    celebraran dichas corridas, pues sentí odio a los Borja y a todo lo español.

              Durante el pontificado de León X, de Florencia, que ocupó el Vaticano entre los años 1513 a 1521, y, concretamente, el (24-01-1519), tan pronto se tuvo noticia en Roma de que Hernández de Córdoba había descubierto la isla de Yucatán, creó de inmediato ese mismo día la diócesis Carolense de Yucatán con fray Julián Garcés (dominico) como obispo. Pero antes de embarcarse el prelado se supo que no era isla sino parte de las tierras conquistadas por Cortés... y el nuevo obispo trasladó su sede a Tlaxcala-Puebla, hasta 1903, en pasó a Archidiócesis de Puebla. Pues, a lo que nos interesa, León X asistió  también a varias corridas de toros. Entre ellas la que se celebró el lunes de Carnaval del  año  1519, para la que se instaló una plaza de madera en el centro de la plaza de San Pedro, en la que  perdieron la vida dos diestros. Éstos llevaban trajes regalados por el Papa, y algunos de ellos estaba entonces valorado en cuatro mil ducados.

               *El papa Julio III, de Monte Sansovino, que ocupó la silla pontificia entre los años  (1550-1555), no fue menos entusiasta que sus colegas anteriores de las corridas de toros, a las que asistía solícitamente, tal como lo cita Pastor en su Historia de los Papa. Durante su pontificado vivían los más célebres artistas y profesionales del Renacimiento, entre ellos, abecedariamente:

*Jacopo Barozzio Vignola, arquitecto y escritor italiano, nacido en Vignola (1507-1573);           fue nombrado en 1550 arquitecto del papa Julio III; ejecutó o dirigió otras importantes obras, y a la muerte de Miguel  Ángel, en 1564, le sucedió como arquitecto de San Pedro, debiéndosele la creación de esta iglesia de dos hermosas cúpulas laterales. Pero lo que le granjeó principalmente su gran renombre fue la publicación de sus Regole delle V ordini d´architettura, de 1563, uno de los tratados más célebres y útiles que se han escrito sobre este arte, y que ha sido traducido a todos los idiomas. Célebre es también su obra: Regole della perspettiva pratica, de 1583.

            *Vicente Dante, arquitecto, pintor y escultor, nacido en Perusa (1530-1570). Fue discípulo de Miguel Ángel. Entre sus geniales obras se encuentran el monumento erigido en honor del papa Julio III en Roma; «Honor vencedor del engaño», grupo escultórico en un solo bloque de mármol, que hoy se encuentra en el patio del Museo Nacional de Florencia; «El genio triunfante de la ignorancia», grupo que coronaba el túmulo que se erigió en las exequias de Miguel Ángel; «La degollación de San Juan Bautista», magnífico busto en bronce que corona la puerta meridioonal del Baptisterio de Florencia. Obra del mismo es la pintura del «Triunfo de la Gloria sobre el tiempo». En 1567 se publicó en  Florencia su «Tratado de la perfecta proporción».

              *Gómez Suárez,  primer duque de Feria, nacido y muerto en Extremadura (1500-1571). Felipe II, siendo aún infante de España, le encargó la misión de ir a felicitar en su nombre al papa Julio III por su elección, y cuando subió al trono, le nombró caballero de la Orden de Santiago, le llamó a sus Consejos de Estado y de Guerra y le elevó al grado de Capitán de su Guardia, haciéndole finalmente Duque por su celo en vigilar la prisión del   Príncipe Don Carlos.

              *Alfonso Salmerón, teólogo y exegeta español (1515-1585), el cuarto de los compañeros de San Ignacio de Loyola en la fundación de la Compañía de Jesús, nacido  en Toledo y muerto en Nápoles. Los pontífices Paulo III, Julio III y pío IV le enviaron como teólogo al concilio de Trento, donde defendió la potestad y más amplias facultades del Pontificado. Dejó dieciseis volúmenes de "Commentarii in Evangelicam Historiam et in Acta Apostolorum", en ediciones de 1598 y 1602 y "Sermones in parabolas evangelicas totius anni", en ediciones de 1600.

              *Próspero Santacroce Publicola, cardenal y diplomático italiano (1513-1589). Auditor de la Rota (Hacer reportaje) en 1542 y obispo de Chissamo en 1548, fue enviado de Nuncio a Alemania, cerca de Carlos V, con ocasión del Interin, y en 1550 Julio III le envió a Francia y Pío IV a España, en 1560, cerca de Felipe II. Creado cardenal de 1565, al año siguiente Pío V le encargó el Arzobispado de Arlés, que mantuvo hasta 1574. En 1589, obispo de Albano. Se le atribuye el haber dado a conocer en Italia el tabaco, que un principio se llamó erba Santacroce. Escribió: De civilibus Galliae dissensionibus libri III (en Amplissima collectionis, de Marténe) y Decissiones Rotales, en 1583.

               *Desde el mismo día de sentarse en el silla pontificia, el papa Pío V, de Tortona (1566-1572)  -cuyo verdadero nombre era Antonio Ghislieri, nacido en Bosco Marengo, cerca de Alessandria,  en 1504 y muerto en Roma en 1572-,   incluyó en su programa de reforma general de costumbres la prohibición total de las corridas de toros, de las que llegó a afirmar “…ser más propias de demonios que de hombre.” Promulgó el (01-11-1567) la bula “De salute gregis” sobre la disciplina eclesiástica. Recuerda allí la prohibición de los duelos por el Conjcilio de Trento, “a pesar de la cual muchos, para hacer ostentación de sus fuerzas y audacia, no cesan de pelear con toros y otras fieras, de donde provienen muerte de hombres, mutilaciones de miembros y peligros de las almas.” Y agrega: “Por lo cual, considerando que estos espectáculos son contrarios a la piedad y a la caridad cristiana, prohíbe a todos  los príncipes cristianos que permitan semejantes corridas.”

                Fue, lógicamente, celoso promotor de la Contrarreforma y, sobre todo, acentuó el rigor del Tribunal de la Inquisición, que cometió más crímenes e injusticias imperdonables, muchos más dañinos y crueles que lidiar y matar toros. Impulsó a Catalina de Médicis a la guerra contra los turcos y en 1570 publicó la Bula de deposición de Isabel I de Inglaterra, que no hizo el menor caso a ella, amenazándola con la excomunión a los que  obedeciesen sus mandatos. También amenazó con la deposición a Maximiliano II si concedía el libre ejercicio a los protestantes. Con Felipe II y la República de Venecia concluyó una Liga contra los turcos, que dio motivo a la gran victoria de Lepanto, en 1571. Demostró su entereza al oponerse a las regalías que pretendía Felipe II y al reclamar a Roma el arzobispo Carranza, encarcelado en España, Pío V introdujo el Catechismo romanus, el Breviarium romanun y el Missale romanun, y creó la Congregatio Indicis. Fue beatificado por Clemente X, en 1672. Su fiesta es el 8 de mayo.

            San Francisco de Borja, general a la sazón de los jesuitas, fue  uno de los que más alentaron en esta cruzada contra las corridas de toros. Roma condenó así reiteradamente este espectáculo, según recuerda el padre March en un artículo de la revista “Razón y Fe.”

              La prohibición de las corridas de toros por el papa Pío V, de Tortona -desde el mismo día de sentarse en el silla pontificia (1566-1572)  cuyo verdadero nombre era Antonio Ghislieri, nacido en Bosco Marengo, cerca de Alessandria,  en 1504 y muerto en Roma en 1572-,   incluyó en su programa de reforma general de costumbres la prohibición total de las corridas de toros, de las que llegó a afirmar “…ser más propias de demonios que de  hombre”-,   provocó en España gran agitación. El franciscano fray Antonio de Córdoba escribió un libro, que no pudo imprimir, intitulado “De difficilis quaestionibus”, en el que se aseguraba no ser pecaminosa la asistencia a las corridas de toros. El (23-07-1570), Felipe II recurrió en vano a Pío V en demanda de renovación o mitigación de la bula. La súplica fue aceptada por su sucesor, Gregorio XIII, el cual anuló las censuras, por lo que tocaba a los  legos, el (25-08-1575).

              El obispo de Salamanca procedió contra algunos catedráticos de la Universidad que enseñaban que  los clérigos podían asistir, sin incurrir en pecado, a las corridas de toros. A pesar de esto, no se evitó que varios catedráticos –sacerdotes y religiosos- de Salamanca, no solamente continuasen yendo a los toros, sino que alentasen a sus discípulos para que les acompañasen a la plaza. Los doctores salmantinos no dejaban de pregonar las excelencias de la lidia de reses bravas, llegando a escribir colectivamente una carta, que se conserva en nuestra Biblioteca Nacional, cuya primera firma es la de fray Luis  de León.

              Felipe II acudió nuevamente a Roma cuando era ya papa Clemente VIII. En opinión de éste la de lidiar toros  era “costumbre muy antigua, en la que los militares, tanto de caballería como de a pie, luchando así se hacen más aptos para la guerra.” Estimaba este pontífice que “parece estar en la sangre de los españoles esta clase de espectáculos”, y advirtiendo que “las referidas censuras y penas en los reinos de España no sólo no han aprovechado sino que son  motivo de escándalo por la frecuencia de incurrir en ellos”, para evitar todos estos males, como buen pastor, levantó  la excomuniones, anatemas y demás penas, excepto a los frailes mendicantes. Dispuso el Papa que no se celebrasen las corridas en días de fiesta, y  que se proveyera para que  no  hubiera muerte alguna. Esto se decía el (13-01-1596)....

 

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