Gacetilla Taurina

Nº 070 - De los tendidos al ruedo...para dejar hasta los dientes

Que los toros saltaran a los tendidos era cosa común en el siglo XIX, como el que se lanzaran al ruedo los espontáneos -aún los toreros, como hizo Miguel Mateos “Miguelin” en Madrid para dejar al descubierto la inofensiva res que toreaba el Cordobés-, pero ya no es tanto que se presente la circunstancia de que en una corrida los toros lesionen a todos los matadores y menos aún que en los tendidos se encuentre de espectador un lidiador y tenga, previo permiso de la autoridad, que bajar al ruedo a estoquear los toros siguientes. Han sido al menos una decena de veces en dos siglos, pero por falta de espacio, veamos sólo algunas.

El primer caso que recordamos lo protagonizó Manuel Corzo (Corcito), matador de toros, nacido en Sevilla, en el célebre barrio de Triana, como su hermano menor José. Protegía al novel diestro el matador de toros Antonio Fuentes, y por su recomendación logró salir e torear en la plaza de Madrid el (30-01-1898). Curiosamente, el (29-06-1898) fue contratado Antonio Fuentes en Madrid para matar seis toros de Biencinto, y sacó de sobresaliente a Corcito. El tercer toro atropelló al matador, que tuvo que retirarse a la enfermería con una porrazo en el pecho. Corcito despachó los cuatro toros que faltaban. Un mes después, concretamente el (31-07-1898) torearon Mancheguito y Dominguín, y fueron cogidos uno y otro por el primero y el segundo novillo, respectivamente. Corcito, que asistía a la corrida como espectador, solicitó a la presidencia permiso para rematar la corrida. Su trabajo fue muy estimado, por las circunstancias, que lucido, y ello le valió volver a aparecer en los carteles de Madrid. El (23-10- 1910) toreaba en San Luis de Potosí ganado de Agostadero, en unión de Manuel Lavin (Esparterito). Al dar un pase con la derecha al tercero, a tiempo que salía del callejón, adonde había saltado, fue enganchado por la pierna derecha, resultando de una gravísima cornada que se adentraba en la cavidad abdominal. En la enfermería le fue administrada la Santa Unción, y trasladado a un sanatorio, falleció el (27-10-1910) a consecuencia de la peritonitis que le sobrevino.

El segundo caso lo protagonizó José Melo (Melito), banderillero de toros, nacido en Carabanchel Alto (Madrid) el (03-11-1881), a quien la desgracia cortó su carrera de manera inesperada. El (04-02-1907) acudió como espectador de la novillada que tradicionalmente se celebra en Valdemorillo (Madrid). El toro destinado a la muerte era grande y cornalón, además de manso. Melito, al observar las dificultades con que tropezaban los modestos banderilleros para cumplir su cometido, se lanzó a la plaza y puso un par magnífico, saliendo cogido y volteado. He aquí cómo narró el percance Sol y Sombra: “El muchacho paró demasiado y el morlaco le trompicó, haciéndose con él y le lanzó a una altura considerable después le recogió en el suelo dos veces, entre la confusión y el pánico que es de suponer.” Trasladado a Madrid, falleció el (*07-02-1907). El astado le había inferido dos tremendas cornadas: una que le atravesada de parte a parte el muslo derecho y otra en un costado. Así acabó este buen banderillero, que había hecho concebir grandes esperanzas a la afición.

Gaona y FuentesEl tercer caso lo protagonizaron Rodolfo Gaona y Joselito Flores, que alternaron en la Monumental Plaza de Toros de Barcelona la tarde del (03-06-1923), en cuya corrida Gaona doctoró a Joselito Flores –torero natural de Jalisco (México)-, siendo testigo de la ceremonia Juan Cecilio (Punteret), con toros de la viuda de Soler. Luis Freg, que salió esa tarde de sobresaliente, mató al toro, pero el quinto de la tarde le dio una gran cornada en el recto -Cossío dice que fueron dos cornadas graves, junto al ano, de 10 centímetros de profundidad una y de ocho la otra-, quedándose el ruedo sin matadores. Juan Cecilio «Punteret» que estaba de espectador, bajó al redondel y, tras obtener el permiso de la autoridad, con gran pundonor liquidó al quinto y al sexto, por lo que fue ovacionado, así como a todos los toros que se lidiaron en esa corrida, que mataron un total de siete caballos (A.L.).

*Más veces han sido las que en plazas de toros fueron lesionados todos los picadores y en el coso, no necesariamente en las gradas, había otros compañeros vestidos de paisano. Tales fueron los casos de:

-Fernando Campillo, nacido en Getafe (Madrid) en 1862, mozo de caballos, al servicio de su tío, el matador Felipe García. Como tal actuaba en Santander en una corrida de toros y, como uno de los astados, de la ganadería de don José Pereira Palha dejase fuera de combate a todos los picadores: Colita, Pajarero y Fuentes, tuvo Campillo que ponerse la armadura, tomar la vara y picar a los restantes toros. Este suceso inesperado decidió su vocación.

-Dacio Martín Torres (Pontonero), que el (16-07-1912) presenciaba en Burgos una corrida de toros de don Anastasio Martín que lidiaban Vicente Pastor y Rafael Gómez (Gallo). Los toros, poderosísimos, dejaron fuera de combate a todos los picadores, y entonces Dacio pidió permiso a la autoridad para sustituirles. Se vistió los hierros, al poner el primer puyazo al quinto bicho sufrió un espantoso batacazo, dando con la cara con el estribo de la barrera. El golpe fue tan tremendo que perdió cinco dientes.
 


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