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El Cid corta dos orejas y pierde otras de un en Almería
29 Agosto 2009
FICHA DEL FESTEJO
TOROS:
Cuatro toros de Hermanos García Jiménez (Matilla) y dos de Toros de la Reina, (José Miguel Arroyo) que se jugaron de primero y segundo. Este segundo, muy brocho, fue de un son extraordinario. Noble el primero. De los cuatro jandillas de los Matilla, de variadas hechuras, dieron muy buen juego el quinto, de amplia cuna, y el sexto, bien rematado. Se rajó de mansito el tercero; manejable el cuarto.
ESPADAS:
El Cordobés, de añil y oro, ovación y una oreja.
El Cid, de Burdeos y oro, saludos tras un aviso y dos orejas.
El Fandi, de negro y plata, una oreja y silencio.
INCIDENCIAS:
7ª de feria. Casi lleno. Caluroso. Segundo de la tarde, completaba una corrida de los Matilla. Espectáculo fácil, El Cordobés en su papel, premios de tómbola, facultades de El Fandi, un esbozo de El Cid.
CRÓNICA DEL FESTEJO
Un excelente toro de Joselito
La corrida que cerró feria en Almería se avino a su patrón de espectáculo popular. Casi lleno. Lo pasó de maravilla la inmensa mayoría. Más calentita la gente de sol, y la de sombra, después de la bien regada merienda. Entrega incondicional: se pidió música, sonó mal que bien, se palmearon los pasodobles. No pudo lidiarse entera la corrida de los Matilla. La completaron dos toros de uno de los dos hierros de Joselito. El de Toros de la Reina. Entre unos y otros se acabó lidiando una escalera. Amplios de cuna y sienes los dos últimos de corrida. Con sus puntas pero sin imponer más que lo justo dos toros colorados que se lidiaron justo antes y después de la merienda cena.
Los dos de Joselito se jugaron por delante. Porque eran muy brochitos. Sobre todo, el segundo, que se llamó Mordedor. Número 14. 530 kilos, negro zaino. Fue un toro de son extraordinario. Un puyazo muy trasero, dos estrellones contra un burladero antes de arrancar el baile, charcos de sangre donde se posaba. No importó. Temple y compás, velocidad de crucero, una manera de descolgar y repetir nada común. La nobleza ideal, porque el toro no fue exactamente pastueño. Y un borroncito: irse a tablas muy a última hora.
Los toros de tal calidad son, tanto como los fieros, capaces de encender un espectáculo. Y esta corrida tan festiva se encendió todavía más de lo que estaba antes de empezar. Y ya empezada, porque también el primero de los dos toros de Joselito salió bueno, se sobrepuso a un puyazo trasero de los de aquí se acabó la película y hasta hizo en algún que otro viaje el avión. Planear planeó el segundo. Pero ese primero tenía también las alas puestas. El Cordobés no se salió de su norma: muletazos y lances algo eléctricos, dominio de la situación, desplantes, toreo de costadillo por delante, molinetes, seguro gobierno al hilo del pitón. El Cid se puso con el gran toro sin encontrar ni el punto ni el pulso. No llegó a ligar en serio una tanda. Ni a esconderse tampoco ni a perderse. Los pases cambiados de remate fueron de buen aire. Mejor que los embroques. El final por circulares fallidos y desplantes sin mayor equilibrio no hizo justicia al toro. Un pinchazo, una estocada trasera, iba a acularse el toro en tablas, un aviso y un descabello. El Cid se resistió a salir a saludar. Pero no pudo negarse. Adiós, toro de la feria.
Los clientes de El Fandi estaban esperando sin disimulo a su torero. Dos largas cambiadas de rodillas en el tercio para recibir al tercero de la tarde. Ahí estaba. El Fandi, ardor guerrero, manejo convencional del capote hasta la hora de rematar saludo con media de rodillas. Y de aguantar de esa guisa lo que iba a ser y no fue un ataque del toro. Se tronchó la vara de picar en el primer puyazo, se quedó crudo el toro, y mejor porque no le llegaba el aire, y El Fandi se explayó en quite mixto de chicuelinas y tafalleras, ni buenas ni malas. Tres pares de banderillas. De trueno. Y una faena veloz. De torero listo y capaz. Listo para librar las sacudidas más que embestidas del toro. Y armarlas. Astuto para, en uve o por fuera, engañar al toro por la mano izquierda. Una estocada tendida.
Se había levantado mucho polvo en la primera mitad de corrida y, según costumbre, se regó la plaza mientras se abrían tarteras y cajas de pasteles. Y se descorchaba fino y champán. Se pudo ver que uno de los grandes artistas de Almería es el señor que riega la plaza. No se puede regar ni mejor ni con más arte. Ni con más diligencia. Sentido ecológico: muy administrado el chorro, con la mano se hacía sifón. Quedó el piso perfecto. No tan primorosos los areneros: los charcos de sangre del segundo toro se quedaron donde estaban antes del riego.
Segunda parte. Capítulo primero: El Cordobés a tope. Manos altas, lances movidos de cine antiguo, un cuerpo a cuerpo, tres saltos de la rana cuando lo exigió el guión, un espadazo y una vuelta al ruedo que no se la salta un gitano. Casi cinco minutos. Clamoroso. Capítulo segundo: el más serio toro de los cuatro de Matilla, y el de mejor son. Y un esfuerzo de El Cid, de dar cuanto pudo, de sujetarse como fuera. Perdiendo pasos por sistema, sin redondear, pero en los medios, a tiro del toro, en la diana, en cuclillas o en la vertical severa. Todo bajo control. Muchos paseos. Y una estocada cobrada con la izquierda que fue un golpe de sorpresa para la mayoría. Una estocada caída. Pero letal. Dos orejas.
Con tan embalado reparto, salía una cuenta clara: El Fandi cortaría al sexto el rabo. No. Muchos pinchazos, casi un aviso. Y antes de eso, sí: lances de rodillas, no tres sino cuatro pares de banderillas, y el mejor fue el cuarto, rodillazos para abrir faena, el sitio justo para que el toro pasara por allí, molinetes, idas y venidas. No parecía creérselo demasiado ni el propio Fandi. Luz artificial durante la última media hora de corrida. La contradicción más palmaria: en la ciudad con más bella luz natural de Mediterráneo español, tres toros bajo los focos.
Colpisa - Barquerito

