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Castella y López Simón salen a hombros bajo vendaval en Nimes
20 Septiembre 2015Nimes (Francia) Toros de Núñez del Cuvillo, justos de presentación, bajos de raza y que dieron poco juego en conjunto.La plaza registró más de tres cuartos de entrada en tarde de viento muy molesto.
Sebastián Castella, ovación tras petición y dos orejas.
José María Manzanares, ovación y ovación.
Alberto López Simón, ovación y dos orejas.
Los diestros Sebastián Castella y Alberto López Simón cortaron dos orejas cada uno y salieron a hombros en el festejo de hoy en Nimes (sur de Francia), en el que el fuerte viento que sopló condicionó mucho el espectáculo.
CONTRA VIENTO Y MAREA
Muy justo de trapío, de fuerza y de raza fue el toro de la confirmación de López Simón, lo que le quitó importancia de antemano a lo que se le podía hacer. Y como el aire se sumó, además, a la fiesta, la faena se limitó a una demostración de firmeza con nula trascendencia. Pinchó dos veces antes de agarrar una buena entera. Ovación.
El sexto no le permitió a López Simón lucirse con el capote que, de hecho, maneja con más firmeza que soltura. El toro tuvo nobleza pero muy poca codicia, con lo cual la faena no pudo coger vuelo a pesar del aguante y firmeza del madrileño.
Sin embargo, el público entró en ella, demostrando que el de Nimes es, ahora mismo, de los más toreristas del planeta taurino. El torero mató recibiendo y cortó dos orejas.
El primero de Castella fue devuelto por inválido y salió un jabonero basto y huidizo que no le regaló nada al torero. A pesar del viento, muy molesto, el francés le bajó la mano, lo templó y acabó pegándole muletazos de buen trazo, que el toro se tragó a regañadientes. Mató de estocada hábil algo caída. Hubo petición y el torero saludó a la ovación.
Sin ser gran cosa, el cuarto, al lado de los tres primeros, pareció hasta bueno. Fue noblón, con algo más movilidad que los anteriores y su principal virtud fue la de permitir a Castella animar la tarde a base de oficio y entrega.
Estuvo muy por encima del de Cuvillo, al que mató de un estoconazo de efecto inmediato. El público, muy molesto con el presidente al que había abroncado por no conceder una oreja en el segundo, le obligó a dar las dos.
El primero de Manzanares salió muy frío y no embistió a los capotes, desentendiéndose de lo que había a su alrededor. La cosa cambio en el primer puyazo, donde arreó sin humillar y derribó.
Después de sobarlo mucho y animándole con la voz, Manzanares consiguió encadenar algunos muletazos de mucho mérito, tanto por la condición del manso, que se le coló peligrosamente, como por el viento. Mérito también tuvo el torero en no aburrirse delante de las nulas condiciones del de Cuvillo. Pinchó cuando sonaba un aviso, antes de dejar una entera hábil.
El quinto se dejo hacer pero en ningún momento la faena pudo tomar vuelo.
EFE

