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Ventura y "El Zapata", dos orejas cada uno en Puebla
26 Febrero 2011Puebla (México) 25 febrero.Lleno. Dos toros de Montecristo para rejones y cuatro de San Marcos, de poco juego.
Diego Ventura, palmas y dos orejas;
Uriel Moreno "El Zapata", silencio tras aviso y dos orejas;
Juan Luis Silis, palmas y silencio tras aviso.
La plaza El Relicario de Puebla ya puede contarse desde ahora como otro bastión más que ha conquistado Diego Ventura a su paso por México. De nuevo este rejoneador agotó las entradas dos días antes y los aficionados que abarrotaron el coso en esta noche, ante la convocatoria del empresario Juan Huerta, regresaron a casa toreando. Ventura ha ejecutado dos grandiosas faenas para redondear una actuación cumbre.
Este día Ventura cumplió dos meses de haber debutado en tierras mexicanas y lo festejó por todo lo alto, tras sumar el corte de dos orejas, con lo cual, llegó a la cifra de 41 orejas y tres rabos en 21 corridas de toros.
La historia de esta corrida inició con un toro de Montecristo que saltó al ruedo dispuesto a pedirle el carnet a Diego y su cuadra. Dicho astado terminó por entregarse gracias a una valiosa y meritoria labor del binomio que con cada corcel desarrolló el caballista de La Puebla del Río para imponerse a un burel que traía mucha fuerza. Primero montó a Triana, con la que colocó dos rejones que le permitieron encelar a un astado que aprendió en un tris y se creció al castigo. Recorrió el redondel en vuelta y media muy reunido sobre Revuelo que, conducido por su jinete, lució el don de temple para pasar con los recortes en terrenos muy comprometidos cerca de tablas antes de colocar cada banderilla.
Ya con la convicción de embestir, el astado se tornó peligroso y le opuso una dura batalla a Wellintong, ya que vendió cara cada embestida antes de que se concretaran los quiebros. Lo mismo aconteció con Don Ramón, que se ajustó en las banderillas cortas cerca de tablas y permitió a Ventura la colocación de un rejonazo en todo lo alto, que provocó la petición unánime que, sin embargo, desoyó el juez ante el desconcierto de propios y extraños, ya que se trató de una faena que valía la oreja aquí y en cualquier otra plaza del mundo.
El otro toro, de la misma procedencia, tuvo menor estilo pues nunca fue parejo en su embestida. Tan pronto pegaba un arreón como luego se frenaba. Diego Ventura bordó el toreo en una labor cargada de arte y emotividad. Chocolate presentó su valor a toda prueba en la colocación de rejones, vendría luego Nazarí con evoluciones de gran temple al torear de costado al estribo en lances muy ajustados, que pusieron al público en pie.