Manizales,(Colombia)  11 Enero.Festival nocturno. Lleno en los tendidos. Toros de Las Ventas de buena presencia, poco juego, salvo el de rejones.

Perla Ruiz, tres avisos.
El Juli, palmas.
Paco Perlaza, palmas.
El Cid, ovación.
Sebastián Castella, palmas.
Pablo Hermoso, dos orejas.

Con el sexto, cuando no se había dado ni siquiera un saludo, el navarro salió, hizo de las suyas, cortó las dos orejas y cambió todo. Perlaza malogró gran faena. Bonito pero descastado encierro de Las Ventas.

Los del maestro César Rincón lucieron una presencia más que digna para festival; negros, listones en castaños, chorreados, requemados, de cara decorosa y elegante silueta. Desgraciadamente por dentro traían poca bravura, menos alegría, y algunos, escasa fuerza. El cuarto, el que mejor pintaba (como siempre pasa), se lesionó los cuartos anteriores quedando inválido para la lidia. Todo eso condicionó el desarrollo del festejo.

Guillermo Perla Ruiz, abrió con un codicioso (bis), el más enrazado, y del primer lance hasta el tercer aviso fue desbordado por el venteño, que fue apuntillado en el ruedo y se arrastró aplaudido.

El Juli, pechó con un manso pegado al piso, ante el cual porfió con serenidad, solvencia y compostura sin lograr más que demostrar la inutilidad de la res, tras lo cual cerró con estocada pasada.

Paco Perlaza, en su mejor versión, hizo la única faena redonda de la noche, (entre los de a pie). El tercero era soso y blando pero noble. Rodilla en tierra lo veroniqueó gustoso, y luego, pausado, dueño, situado, administró los escasos recursos del bicorne con donosura, por una y otra mano, en tandas precisas y templadas. Sin una de más ni una de menos, citó a recibir y pinchó en sitio sin soltar, repitió la lujosa suerte y la estocada completa no hizo efecto, exigiendo tres descabellos. No se lo entendieron, solo escasas palmitas tras la petición denegada.

El Cid, cuatro verónicas, chicuelina, media y revolera de primor. El chorreado prometía. Dolido en la puya, salió con invalidez progresiva de su tren delantero, y los intentos de faena provocaron protestas. La estocada de gracia, desprendida, recibió gran ovación.

Sebastián Castella, variaciones de capa, y un inicio de muleta sentado en el estribo en espacio mínimo agitó la clientela y el palco que de una le soltó la música. Con un gesto serio a Usía, el francés dijo que se callaran, que no era para tanto, y de allí en adelante, él, poco entusiasmado, y el mansurrón carialto, se encargaron de mostrar como lo del presidente y los chupacobres había sido otra de sus tantas ligerezas pachangueras en esta temporada. Silencio piadoso.

Pablo Hermoso, no necesitaba la evidente predisposición de la parroquia, pero la justificó, y de sobra. Jineteó en loor de multitudes, lució sus monturas y sus monturas lo lucieron a él, toreó fácil, haciendo ver al toro bastante mejor de lo que fue, sacó la gente de sus cabales, hasta le tocaron el “Feria de Manizales” que aquí es lo máximo. Todo bien, un rejón, palos largos, cortos, a dos manos, los embroques, los adornos, el teléfono, etc., pero colocó el rejón mortal en sito impropio, contrario y trasero. ¡A nadie le importó! La locura, y las dos orejas automáticas.