Parla (Madrid) Toros de Los Eulogios, desiguales de presentación, blandos y de juego también variado. El mejor, el quinto, ovacionado en el arrastre. El inválido primero y el áspero cuarto, los más deslucidos. La plaza tuvo tres cuartos de entrada en tarde agradable.

Enrique Ponce: estocada desprendida (oreja); y pinchazo hondo y descabello (oreja).
Manuel Díaz "El Cordobés": estocada trasera y tendida (dos orejas); y estocada (dos orejas).
Iván Fandiño: metisaca y estocada (oreja); y dos pinchazos y estocada (oreja).

 

EMOCIÓN Y TOREO BUENO

Un festejo de lo más entretenido con tres toreros de estilos diferentes, pero que, cada uno con sus armas, consiguieron ofrecer una buena tarde de toros en Parla.

Al final, la gente salía contenta de la plaza por haber disfrutado del magisterio de Ponce, el toreo mandón de Fandiño y el espectáculo total de "El Cordobés", el gran triunfador de la tarde.

Un "Cordobés" que es puro carisma. La simpatía que derrocha y esa sonrisa que siempre luce desde que llega a la plaza hace que se mete a la gente en el bolsillo desde el minuto uno.

Así logró suplir las carencias de su primero, toro muy blando al que no hicieron sangre en el caballo ni para un análisis, pero al que dio "fiesta" ya desde el capote, con arrebato y variedad.

Muleta en mano principió su labor de rodillas para, seguidamente, diseñar una obra muy limpia y templada, corriendo la mano con gusto al natural. Faena salpicada también con guiños, desplantes y sus consabidos "ranazos", a la postre, lo que más caló entre la gente. Estocada y dos orejas de clamor.

El quinto fue un gran toro, noble, con clase y repetidor, con el que "El Cordobés" mostró su lado más serio en una faena compacta y bien estructurada, de notable consistencia por el lado derecho.

No faltaron tampoco sus habituales alardes en el sol, donde despertó pasiones, con pases mirando al tendido, rodillazos, y personalísimos desplantes. Otras dos orejas sin discusión.

Poco pudo hacer Ponce con su primero, toro sin fuerza alguna con el que anduvo en labores de enfermero. Toreo de extrema suavidad y a media altura, dando muchos desahogos entre series para tratar de conseguir que el animal, que no podía ni con su sombra, aguantara hasta el final.

De esa forma consiguió algún pase aislado de suma elegancia por el derecho, muy relajado y templado, en un conjunto bien rubricado con la espada. Cortó una oreja.

El cuarto fue el toro más áspero, y aquí Ponce tuvo que hacer un derroche de sapiencia y técnica para desengañarle y robarle pases de notable mérito. Eso sí, acompasó los viajes más que tirar de ellos, pero lo importante fue la maestría del de Chiva para acabar exprimiendo al astado. Otra oreja, ésta de más peso que la anterior.

Fandiño mostró mucha suficiencia en su primer turno frente a un toro sin fondo, al que saludó intercalando verónicas y gaoneras con el capote, y al que instrumentó una faena de muleta en la que tuvo que poner todo de su parte para lograr muletazos de mucha entidad por los dos pitones.

Labor enfibrada del de Orduña, a quien le da igual la categoría de la plaza en la que se anuncia, pues siempre muestra la misma pureza, la misma firmeza y el mismo compromiso.

La emocionante guinda final vino desde el callejón, donde un espontáneo se arrancó a cantar por bulerías a capella, mientras Fandiño ponía el epílogo a su faena mediante manoletinas, con la plaza totalmente en silencio. Cortó sólo una oreja por fallar a espadas.

En el que cerró plaza salió a morder Fandiño, que prologó su labor con dos pendulazos, toreando a continuación con largura, temple y poderío. Tan entregado estaba que en un momento fortuito llegó una escalofriante voltereta, de la que se repuso para volver con mucha rabia a la cara del toro. Emoción a raudales.

Se tiró a matar con todo, pero la espada no fue hoy su aliada. Aún así cortó una oreja.

Javier López - EFE