EL TORO DE LIDIA, SU ORIGEN Y ENIGMA

IV)  Al fin llegaste hasta Andalucía

   

                   Sí, al fin, llegaste a compartir tu vida, hermoso animal, con los más ancestrales hijo de Hispania y la mítica España te recibió vestida con la forma de la piel arrogante que te cubre. Ambos, como en una novela de amor, se gustaron y en una boda principiesca, se unieron para siempre hace ahora varios miles de años. Y lo primero que hicieron los hijos de ese enlace mágico fue pintar los toros, a todo color, en las paredes de sus capillas del cuaternario para adorarlos y desde entonces, el carácter de los españoles lleva escrito indeleblemente en su alma y en el corazón su fogosidad, altanería y señorío, virtudes que son coronadas por el entusiasmo alegre y viril del gusto por enfrentarse a las fieras, a la muerte. De tal suerte que ningún otro pueblo del mundo ha sido capaz de lograr hacer de una Fiesta tan pagana como peligrosa, la manifestación cultural más hermosa, rica en colorido y pletórica de sentimientos religiosos de todo el planeta.

           Y, paso a paso, llegamos ya a sólo hace unos ocho mil años, y de aquel toro silvestre, sañudo y tremendamente agresivo, que vivió en la Prehistoria, pero que está vigente en las paredes de las cuevas, que era a la vez adorado y cazado como los venados, como fuente de alimentos, dio paso a otro período más próximo en que los hombres comenzaron a alternar la caza con la ganadería y la agricultura, hasta hacerse sedentarios, es decir, cuando comenzamos a dejar de ser nómadas y a establecernos en pequeñas comunidades, dependiendo de la cría del ganado y de la agricultura para vivir. Quizás entre hace 10 mil a seis mil años fue cuando ciertos bovinos aceptaron la domesticación y  el consecuente pastoreo, y cuando los hombres, en su trato permanente con las reses, observaron sus reacciones, descubriendo y aprendiendo ciertos manejos de los animales bravos y temperamentales, y aquellos primeros manejos constituyeron los esbozos, las primeras fases de un rudimentario toreo, defensivo y sumamente útil. Y, como podrán oír y ver en las páginas de internet : WWW.laplazareal.net, esas fases de rudimentario toreo siguen vigentes en las operaciones que se realizan desde hace casi mil años en las márgenes de las Marismas del Guadalquivir y, concretamente, en el Parque Nacional de Doñana.

           Martín Almagro ha dejado escrito que “desde época remotísima, desde hace, como diría en expresión castiza,  una jartá de tiempo, el uro o toro silvestre primitivo estaba ya domesticado en Oriente, y lo mismo el perro –éste desde hace 20 mil años- siendo el primer compañero del hombre. A la Europa Central y Nórdica llegaron hace apenas 8 mil años el “perro de turba”, pequeño y muy próximo al lobo del Mediodía de Francia, y a la vez el “buey de turba”, del cual derivan casi todas nuestras castas de vacas domésticas alpinas y centroeuropeas. En Egipto y Asia Menor, desde 5.000 años antes de Cristo, se domesticó el buey y se le rindió culto, como dos milenios después lo hicieron los judíos al becerro de oro.

          Y así, a lo largo de los miles de años señalados, que los estudiosos llaman el período Neolítico, porque ya existían piedras muy bien pulimentadas por la mano del hombre; y mientras las diferentes castas de toros se iban instalándose definitivamente en  sus extensos hogares naturales de la Península Ibérica, los seres humanos siguieron aumentando las áreas cerebrales de la inteligencia, al servicio de nuevas técnicas, pero desgraciadamente, para destruir. Dejaron en parte el lanzamiento de piedras y aprendieron el uso de palos para enfrentarse entre sí cuerpo a cuerpo. Antes de finalizar esta etapa, que se engarza con el inicio de la última edad glaciar,  es decir, de los hielos que cubrían hasta el Estrecho de Gibraltar, entre los 10.000-8.000 años antes de J. C., ya habían avanzado los hombres en los siguientes campos:

        -El lanzamiento de lanzas con punta afiladas de pedernal y otros objetos punzantes e igualmente mortales, como el boomerang polaco.

-En el uso de flechas, que para hace unos 25.000 años, ya utilizaron con saetas de hueso y embadurnadas de drogas como el curare.

-La preparación y el manejo de substancias naturales paralizantes y mortíferas con las que embadurnaban las saetas de sus flechas para cazar y matar a sus enemigos. La preparación de ungüentos diversos para proteger se la piel. Muchas de esas substancias siguen siendo un secretos para los científicos actuales.

-Pulimentaban diversos tipos de herramientas líticas, como lernas, cinceles y cuchillos. Fue la Antesala de la Edad de lo Metales, en que se inició la Era de los Cacharros y de todas clases de objetos que continúa aun.

           Y por último, nos encontramos con el primer español que describió el uro o toro primitivo, que es lo que nos interesa. Fue san Isidoro de Sevilla, el que cantó la feracidad, fuerza y belleza de España, con palabras cuyo optimismo revela el amor más apasionado. Fue el Santo quien nos dice: Taurus (toro): este nombre, así como el de Bos (buey), viene del griego. El color general es leonado; semejante a las aves por su ligereza, son animales fieros, de pelo revueltos; mueven la cabeza con gran flexibilidad a donde quieren, y la dureza de su dorso rechaza el dardo y la flecha. Y san Isidoro nos  sigue diciendo que Urus (el uro) es el toro salvaje de Alemania, que de tal modo tiene desarrollado sus cuernos que se hacen con ellos para las mesas regias gerulas, o sea, recipientes para vino, las botas de cuero primitivas; la palabra viene del griego y quiere decir de los montes, obtenidas de la piel de los animales que se criaban silvestres en los montes.

Siglos después se dice que la palabra toro viene del latín taurus-según la Enciclopedia Espasa-, pero ya lo que nos interesa quedó dicho: había entonces dos clases de toros, los que se criaban silvestres en los bosques de la Europa Central, ya totalmente desaparecidos y los tauros de Iberia, especialmente del Sur de España, de Andalucía: los toros bravos o los toros de lidia, los que proceden del Bos Taurus Ibericus, son, distinguido oyentes aficionados, los toros bravos españoles, que se encuentran únicamente en España, Portugal, sur de Francia y en varias Repúblicas hispanoamericanas, donde nuestros antepasados los importaron y en la actualidad mantienen la sangre brava los criadores de cada país, refrescándola frecuentemente con sementales adquiridos de las mejores castas de España, especialmente de toros andaluces o bien mediante semen adquirido aquí, con destino especialmente a México y a Perú.

 Que el toro bravo español descienda del uro o toro silvestre que en la Edad Media abundaba en toda Europa, es cosa que unos naturalistas sostienen y otros no; pero lo que si  está claro es que hace muchos miles de años se separaron del tronco común que compartían con los bisontes, con el que son muchos estudiosos del tema los que los confunden…, pero nosotros, los españoles amantes de la fiesta de toros y no de la fiesta de los toreros, desde luego, no.

  Juan José Zaldivar 06-02-04       

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casemo - 2004