EL TORO DE LIDIA, SU ORIGEN Y ENIGMA
VIII) La casta de los toros bravos de Castilla I
Un
Seguimos el Programa establecido por la Dirección de Radio
Puerto, diseñado por el conductor de esta sección taurina, don Carlos
Serrano, al que siempre
agradeceré su buen trato,
compañerismo y decidido apoyo. Tras haber analizado en las
pasadas semanas, aunque siempre resumidamente, la singular casta
de Navarra, que fue aprovechada por su inaudita agresividad, a modo de
terroríficos guardianes de los cultivos de los frailes misioneros españoles
en el Ecuador, comenzamos
hoy a estudiar la casta castellana. Pero antes queremos posicionar
mentalmente a los distinguidos oyentes de este programa taurino en el
contexto general del tema, es
decir, que se tenga siempre en cuenta que abordaremos tres amplios Capítulos:
El primero: el Estudio de las diversas Castas, que es en el estamos; el
segundo: el Estudio de las Castas Fundacionales, logradas a partir de
las castas primitivas; y el tercero: Las Ganaderías Comerciales,
en las que lo único importante es conseguir
un toro ideal, tan noble y bravo, que permita muchos pases, mucho
lucimiento y más trofeos para los diestros, a cambio de quedarnos sin
sentir emoción y sin competencia entre las supuestas figuras, pero este
es otro tema.
Los toros bravos de Castilla, la casta castellana, como las
restantes de la Península Ibérica, estaban desde tiempos ancestrales
en pleno régimen de reproducción silvestre, como los restantes
rumiantes, y era sujetos de cacerías furtivas y organizadas. Durante
varios siglos, a partir de la ocupación de España por las huestes árabes,
la mayor parte de Castilla era un extenso páramo, una larga y extensa
banda o cinturón de tierras baldías, sin cultivos ni animales
silvestres, de este a
oeste, fueron esquilmadas por las tropas cristianas y árabes, de forma
que esa región desértica les sirviera a ambos bandos para protegerse y
verse sorprendidos. Así que, la casta castellana, incluyendo las
variedades de vacunos moruchos de diversas provincias de Castilla, se
fueron desarrollando ya bien entrado el segundo milenio, mientras que la
casta navarra no se vio prácticamente afectada por la invasión de los
musulmanes.
Así, en toda la meseta castellana, los vacunos bravos se
fueron extendiendo y estableciendo principalmente en las márgenes de
los ríos, especialmente en el Tajo –toros del Jarama y colmenareños,
entre otros- y el Duero y sus afluentes, y para el siglo XV, habían
ocupado todas las ocho provincias actuales y, según la riqueza del
medio ecológico donde se desarrollaron, adquirieron
unas determinadas características, tanto síquica como corporales. De
las pocas reses que pudieron subsistir a lo largo
de la Reconquista, partieron la mayoría de las actuales, animales
grandes, toros de enorme tamaño, de hasta 2 metros de alzada y 3.5
metros de longitud, desproporcionados corporalmente; sin la agilidad, el
estilo anímico, la nobleza y la bravura uniformes de los toros
andaluces, y, como escribía de ellos don José Daza, uno de los
varilargueros y tratadistas más relevante del siglo XVIII, con estas
palabras:
«Por raro acontecimiento se les ve insistir o recargar sobre lo
que derriban, sea de a caballo o de peón, que en logrando el intento de
arrollar a su contrario, como con desprecio se retiran, mostrando que se
han portado cual nobles caballeros.» Esta misma actitud es propia de
todos los astados silvestres andaluces, como los que se crían
ancestralmente en el Parque Nacional de Doñana, pero que en realidad
existían hatos numerosos desde las llanuras abiertas desde Tarifa hasta
Huelva, pasando por las marismas de Puerto Real y El Puerto de Santa María,
los montes de la Era Primaria del municipio de Jerez de la Frontera, de
Rota, etcétera; en definitiva, de toda la Baja Andalucía. Y también,
tal y como en las márgenes
de los ríos de Castilla, en los de Andalucía –el Guadiana y el
Guadalquivir- se desarrollaron vacunos de las características de los
castellanos, como las razas negra y retinta, variedad domesticada,
hermanada con los vacunos bravos de nuestra tierra.
El violento ejercicio a que en general están sometidos los toros
criados en la estepa castellana les hace tener muchas facultades en sus
extremidades, haciéndolos resistentes y duros. Son toros más violentos
y difíciles de lidiar, y muchas veces de gran sentido, acabando, cuando
se les lidia mal, pegados a las tablas, buscando alivio y defensa, señala
don José María de Cossío. Y esa es las razones por la que, lógicamente,
muchos toreros –además porque es frecuente que hayan sido toreados-
no los querían lidiar, como lo manifestó varias veces el célebre José
Delgado (Pepe-Hillo).
De los toros castellanos, especialmente de los de Colmenar Viejo
(Madrid)... «Tierra de Toros», hizo el competente crítico don Antonio
Fernández Heredia (Hache) la siguiente descripción, exactísima,
de sus características para la lidia: «Los cornúpetos de la tierra,
criados en clima frío y en su mayoría como fieras salvajes, por no
vaquearlos, son asustadizos. El terreno duro y montañoso que pisan les
hace duros de patas, y el vigor que les da el pasto bajo y de secano con
que se alimentan, de mayor fuerza que el abundante de regadío, les
proporciona mucho poder… continuaremos. Juan José Zaldivar 12-3-04 |
casemo - 2004