
EL TORO DE LIDIA, SU ORIGEN Y ENIGMA
XII) La casta de los toros bravos de Castilla - V
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Un
Contamos
con suficientes datos históricos,
documentados, para demostrar que siglos antes de que existieran
en la Península ganaderías vacunas de renombre –las dedicadas
exclusivamente a cultivar y explotar el factor bravura, que se iniciaron
desde principios del siglo XVIII, con destino a la fiesta de toros-, ya
existían en muy distintos lugares verdaderas “canteras vivas” de
reses vacunas, más o menos en explotación en régimen de semi-libertad.
De estas “canteras” sacaban los particulares aficionados al toreo
los numerosos ejemplares que se lidiaban y remataban en los festejos,
que eran fundamentales para celebrar no sólo ferias tradicionales,
fiestas y acontecimientos nacionales o locales, sino también bodas y
bautizos reales, cánticos de primeras misas, batallas ganadas a los
musulmanes etc., según hemos leído en documentos del
siglo XVII.
En
cuanto a la casta castellana desarrollada en la provincia de salmantina,
el representante de los sesmeros de Salamanca, que contaban con
innumerables reses, patrimonio comunitario de los diversos
pueblos -al igual que ocurre en el extenso Parque Nacional
de Doñana-, en su informe al Consejo de Castilla, precisamente
con ocasión del intento del conde de Aranda, promovió los informes de
los Intendentes, de los que resumidamente estamos dando cuenta, que nos
dicen: «…en la dilatada temporada que se prohibieron -las fiestas de
toros- por la Majestad de Felipe V, vio deshacerse las dos vacadas de
Reguilón y Nieto, que fueron famosas en Castilla la Vieja.
Los
toros primitivos o indígenas del campo de Salamanca eran de muchos
pies, ásperos y acometedores, corpulentos, negros y castaños,
aptos para la doma y el trabajo, por lo que pronto acusaban
mansedumbre ante el castigo. Tales siguen siendo las condiciones del
ganado morucho que
aún se lidian en capeas y festejos populares de Castilla. Pese a
su poca bravura, fue base de ganaderías, hoy en su mayor parte
extinguidas o refinadas por cruzas con sementales de ganaderías
andaluzas. Por extensión se llama así al de media
casta brava: «Este ganado de media sangre, morucho, servía también
para torearlo.» (José Más. Luna y sol de marismas.) La
designación morucha es muy popular aplicada a de pelaje negro y que don Luis
Fernández Ardavín, en su obra La cantaora del Puerto, dice: «Ar
cabo se abre er torí, y un morucho sale ar ruedo.»
En la provincia castellana de Valladolid se criaban excelentes
toros, que ya tenían fama en los mismos años que la mexicana de Atenco,
a mediados del siglo XVI, como fue la que existía en Raso del Portillo,
junto a Boecillo (Villa del partido judicial de Olmedo). Eran estos
toros de color negro con listones, duro para los picadores, pero nobles
y no de gran talla.
En
1768 subsistían en Valladolid hasta nueve vacadas en Portillo, entre
ellas, sin duda, la famosa que pastaba en el llamado Raso de Portillo.
En Benavente (Zamora), donde en 1506-07 se celebró una corrida de toros
presidida por Felipe el Hermoso, poseía una ganadería brava la
Casa del Infantado, compuesta de 1.000 cabezas, y solía dar para
fiestas de toros de muerte hasta cincuenta astados. Con todo, en las
corridas celebradas en Valladolid daba mayor contingente de toros el
campo de Salamanca que las de Portillo.
También
en 1768 se reanudaron las fiestas de San Juan de Ríoseco, que llevaban
20 años sin celebrase. Las escasas fiestas de toros que se corren en
Zamora y Fermoselle se nutrían con ganado de la región. La vacada más
importante de toda aquella área natural era la de don Juan Díaz de
Castro, vecino de León, que pastaba en dehesas de León, Valladolid y
Zamora. Constaba aquel año de 850 cabezas, que se dividían en 30
toros, 60 utreros, 70 erales, 100 añojos, 400 vacas, 100 novillas y 100
añojas; siendo así, con un sencillo cálculo, se puede asegurar que el
índice de parición era del 50 por ciento. Pero el informe no nos dice
quienes eran los dueños de las ganaderías que pastaban en la Sierra de
Guadarrama (Madrid), aunque sin duda, eran numerosas. Menciona dos en
Colmenar, de las que salían unos 84 toros; dos en Buitrago, con 135
astados de saca anual, y una en Braojos, con 36 toros para lidiar.
En
la provincia de Segovia existía una vacada en la Cartuja del Paular,
dos en Villacastín, ocho en Aldeavieja, siete en el Espinar y una en
Riaza. Todo parece indicar que estas ganaderías fungían a modo de
bienes comunales, es decir, propiedad de los vecinos de los pueblos próximos,
de los que sacaban algunos toros para ser lidiados; así, advierte el
informe que en Riaza dice: «…corren y matan algún torillo del ganado
de la villa», aludiendo a la vacada que pastaba en su término.
Existen,
además, otras razas de lidia que son conocidas como «castas exóticas»,
especialmente en Portugal, donde nos encontramos con una línea pura en
la ganadería de Cunha, que después fue de Tabares; pero la mayor parte
se cruzaron con toros españoles, y, posteriormente, se han importado en
Portugal ganaderías españolas completas. Sin embargo, la cruza del
ganado bravo exótico portugués, con ganado de lidia español, ha
producido un tipo de toro duro, un híbrido corpulento
y poderoso, de lidia arriesgadísima. Sirva de ejemplo la ganadería
de don José Pereira Palha Blanco, de Villafranca de Xira, formada con
vacas del país y mezclada con sementales de Concha y Sierra y de Miura.
Continuar… Juan José Zaldivar 30-4-04 |
casemo - 2004