EL TORO DE LIDIA, SU ORIGEN Y ENIGMA
XIV) La casta castellana y su variado pelaje
Un
Ya señalamos la pasada
entrega el variado pelaje
de la casta castellana, en la que parece una mayoría de pintas
coloradas en sus más diversas variedades, como los castaños,
exactamente igual que los vacunos ancestrales de las extensas Marismas
del Guadalquivir, desde el negro zaino hasta el melocotón, pasando por
el retinto, con especial predominio del pelaje colorado encendido o
bermejo, dándose algunos pelos salineros y cárdenos, preferentemente
claros, hasta el punto que las crónicas taurinas hacían con frecuencia
alusión a la lidia de reses de «capa jijona», para describir los
toros de encendido pelaje bermejo; y muy pocos de pelo negro. Dentro del
pelaje colorado se dieron bragados, meanos y listones, apareciendo el
ojinegro y a veces el de ojo de perdiz, especialmente llamativos en
algunos miureños actuales.
Con el tiempo, los pelajes señalados, debido a los sucesivos
cruces aplicados desde principios del siglo XVIII, dieron
lugar en toda las ganaderías españolas a la aparición de
pintas berrendas y accidentalmente listones, carinegros y coliblancos,
como resultado de los encastes entre los de pelaje negros y colorados
primitivos. Así que, desde tiempos remotos y, en todo caso con
anterioridad al siglo XVII, existieron en tierras de Ciudad Real,
Madrid, Toledo y Albacete, ya en Castilla la Nueva, hatos silvestres de
vacunos heterogéneos en su biotipología, perteneciendo
mayoritariamente al Real Patrimonio durante el reinado de Felipe III, y
eran destinados casi siempre a abastecer la demanda de carne de la Villa
y Corte. Siguiendo el orden de los pelajes citados,
la capa de los toros castaños esta formada por una mezcla de pelos
rojos y negros, aproximándose el color resultante al de la cáscara de
la castaña. Butrón, en sus Poesías.,
que aparecen en las Misceláneas de la Bibliografía de Menéndez Pelayo, versificó
dicha capa diciendo: «Allá vas, jacarandina, jacarandina, alto, alto,
a los cuernos de la luna, a los de un toro castaño.» La designación
«castaña», es como decir «haber castaña», referido al toro de
poder y respeto, tal y como la cita Ventura Bagües (Don
Ventura), en Domingo Ortega, el torero de la armonía, al decir: «De
tamaño y defensa estaban bien los de don Dámaso González; había
castaña, como dicen los toreros»… y aparece en la expresión
popular: “Esa o ese tiene castaña”
En este pelaje, al igual que en el colorado, se dan muchos
accidentes complementarios, tal es el designado como «carinevado»,
semejante a «caribello», que nos describe en La
Lidia, de 1890, Antonio Peña y Goñi (Don
Cándido), donde cita: «Carretero, de Patilla, castaño, albardado,
bragado, listón, carinevado y corto de armas.» En el castaño también
se da el «caripintado», refiriéndose al toro que tiene manchas en la
cara de distinto color que el resto del pelo. Igualmente nos lo describe
en La Lidia del mismo año señalado y autor, al decir: «... castaño
albardado, bragado, listón, caripintado, de bonita lámina...»
El pelo melocotón no es otro que el jaro o colorado muy claro,
como rubio. También, pues, aunque con menos frecuencia que su derivado,
asajarado, se dice del toro. Joaquín Bellsolá (Relances)
nos los describe en El toro de
lidia, diciendo: «Asajarado, jaro o melocotón muy claro...» Dícese
también del animal que tiene el pelo rojizo, y especialmente del cerdo
y el jabalí. En la tauromaquia se emplea el pelaje llamado «amelocotonado»,
que es similar al de melocotón, que nos describe Antonio Peña y Goñi,
en Cuatro cosas.
Tanto los jijones como los bermejos son designaciones aplicadas a
los toros de pelaje colorado encendido, y que también llamamos “Jijón
o Gijón”. Luis Carmena y Millán, en sus Lances de capa, nos describe el pelaje bermejo, diciendo: «Salta a
la arena el quinto toro, de nombre Media
Luna, cornialto, de pelo colorado, bermejo, careto, algo salpicado y
ojo de perdiz.»
Cuando se lee extensa y por muchos decenios la historia de la
Tauromaquia y, particularmente la vida de los toros bravos, tanto en el
campo como en su diversa conducta en las plazas, se llegan a veces a
comparar muchos hechos que coinciden con un determinado pelaje de los
astados. Así, ha sido frecuente a lo largo de esa historia táurica
encontrarse con el hecho de que los toros retintos o colorados han
protagonizado una gran variedad de actos, que van, desde lo ocurrido con
el que llevó el nombre de Remendao, que además
tenía una cuerna aparatosa y cornialta, de la vacada del marqués de
Salas, que se lidió en una novillada en la plaza de Madrid, cumpliendo
en todos los tercios. Este astado, había sido el terror de los
patateros y meloneros de la Ribera del Jarama, por los destrozos en sus
sembrados y los sustos que les proporcionaba, ya que desarrollando un
gran sentido, salía de la dehesa cuando le venía en ganas. Hasta otro,
como el llamado Recobero, que se hizo merecedor a ser historiado por el crítico
taurino don José Velázquez y Sánchez (Don Clarencio), en sus «Cartas
taurómáquicas», citándolo en un cuarteto su lidia, empleando
casi por última vez el término antiguo de puyada.
El presente tema de los pelajes, es tan amplio e interesante, que
lo podrá encontrar el aficionado en un futuro libro editado por la
Fundación Cultural “Paco Flores”, formando parte del paquete
cultural taurino de los Trofeos “Paco Flores”, organizados por Radio
Puerto.
Juan José Zaldivar 14-05-04 |
casemo - 2004