EL TORO DE LIDIA, SU ORIGEN Y ENIGMA
XV) La Casta Brava Andaluza - Introducción
Desde tiempos inmemoriales están las
diversas castas originarias ocupando la Andalucía Occidental, con
“canteras bravas” entre incluso los famosos de Antequera, los no
menos sonados de Ronda, los palurdos de Jaén, tan peligrosos como los
maliciosos moruchos de Salamanca, cuyas peculiaridades eran similares a
esos otros retintos palurdos criados en los cortijos de Las Castellanas
y El Montañéz, que muchas veces pastaban en el Cortijo de La
Esparraguera, de don Ramón Zaldívar, mi abuelo, al Norte y Oeste de la
ciudad de Puerto Real, entre Las Canteras y la vía del ferrocarril, y
la Algaida, donde hoy está la Universidad de Cádiz, todo en el término
municipal de Puerto Real, o los retintos y negros criados en el Cortijo
de San Felipe en el de El Puerto de Santa María, o la “cantera””
de las vegas de Tarifa, a los que se comparó antaño por su
agresividad, ligereza y tamaño corporal, con los del Jarama, sin
olvidarnos de la que fue llamada “Casta de Córdoba.”
De todas esas castas, más o menos bravas,
los toros mejor criados, a juzgar por la referencias que tenemos desde
que comenzamos a saber que algunos ganaderos
organizaron formalmente sus ganaderías, y donde mejor se han
mantenido hasta el presente, ha sido en las riberas y marismas del
Guadalquivir, el río por excelencia de los toros bravos, y en las
marismas del Guadalete, donde nació la ganadería prefundacional de la
“casta de toros fraileros.” De esta vacada de los frailes cartujos
jerezanos o de los dominicos sevillanos,
descienden las castas básicas que del toro andaluz preponderaron
y que podemos reducir a tres: las que podríamos llamar de los
toros fraileros, que cuajó en la de don Luis Antonio Cabrera, en la que
entran las similares de Gallardo, ganadería ubicada a un tiro de
flecha, desde el límite Norte de la ciudad de El Puerto de Santa María,
en las tierras de la marisma del Guadalete, y la ganadería de Espinosa,
porque las tres provenían de la misma fuente diezmera de los frailes
cartujos, que percibían en especie los diezmos con que iniciaron la
formación de sus ganaderías de bravo; la de los toros cruzados,
representada por la mestiza de don Vicente José Vázquez, verdadera
ganadería fundacional, como la anterior del conde de Vistahermosa.
Después de citar los ríos Guadalquivir y
Guadalete creemos resultará interesante destacar que
desde antiguo, el poeta Marcial, hispano, y Juvenal, latino,
alabaron repetidamente en sus poemas el color y calidad de la lana, a la
que compararon con el color del oro, que ambas peculiaridades, según
Marcial, eran productos de las aguas del Betis, y Juvenal, decía que se
debían, además, al agua del Guadalquivir, a la hierba y al aire de la
comarca; pero en realidad era el resultado de una cuidadosa selección y
cruzamientos, como lo hizo
un tío del célebre agrónomo gaditano Columela, buen labrador
y ganadero, que cruzó carneros africanos con ovejas béticas…
Esas aguas del Guadalquivir y del Guadalete y la riqueza de las hierbas
de las vegas salitrosas que riegan, junto al salitre yodado que
transporta el aire que los toros bravos -y los andaluces de la Baja
Andalucía respiramos-, les infundió la bravura que hoy disfrutan la
mayoría de las ganaderías de España,
Portugal y Latinoamérica.
Una de aquellas ganaderías diezmeras, que
procedían de los diezmos que determinadas órdenes de frailes cobraban
en especie, de sangre lógicamente bastardeada por la mezcla de
diferentes castas y de origen imposible de precisar, se derivó la
fundacional que, a nombre de don
José Rafael Cabrera, adquirió la inusitada fama con que ha
pasado a la historia… Sin embargo, la única “cantera brava” que
ha permanecido sin bastardear, al menos hasta el año 1974, en que dejé
de trabajar de forma accidental en la Reserva Biológica de Doñana, han
sido los
hatos que se crían en el Coto del Rey y en el conjunto del
Parque Nacional de Doñana al que está adosado.
En las ganaderías que se desarrollaron en
las márgenes del Bajo Guadalquivir, del Guadalete y de sus áreas aledañas
desaparecieron las peculiaridades naturales del ganado vacuno ancestral
de la Baja Andalucía. El tipo del toro andaluz actual en nada se parece
a sus hermanos del pasado.
Se trata de un animal prefabricado, que viene creciéndose y
desarrollándose cada año más lejos de sus primitivos valores, poniéndose
en vías de extinción, si lo seguimos
abandonando a su suerte. Hace medio siglo que lo vengo diciendo.
Continuará.
Juan José Zaldivar 28-05-04 |
casemo - 2004