EL TORO DE LIDIA, SU ORIGEN Y ENIGMA

XVI)  Los Primeros Herraderos en Andalucía

           
         
         Ciertamente, el herradero de añojos machos y hembras, hay que considerarlo como el Primer Acto Litúrgico del Ganado Bravo. Don Gaspar Alonso Pérez, primer duque de Medina-Sidonia y sus sucesores, fueron dueños de extensas fincas naturales en Andalucía, destacando entre ellas el célebre y milticitado Coto de Doñana, donde por muchos años se llevaron a cabo los herraderos de más de 5.000 reses, que van siendo precedidos en nuestros días por el aretado de los terneros y terneras, con el mayor número de ganado vacuno que registra la historia de España, convertidos entonces en la mayor fiesta del campo de Andalucía a todo lo largo de los siglos XVI al XVIII, según nos los describió don José Daza. Dichos herraderos se hacían a lo largo de los siglos citados, de cuantas reses, fuera cual fuera su edad tamaño, se encontraran si herrar en el dilatadísimo coto, y por ello comienza Daza su descripción con el rodeo, conducción y encierro de las reses, y finalmente, de toda la operación en sí, diciéndonos:

         «En este agradable sitio -el Coto de Oñana, en cuyo Palacete vivió este autor los años 1964-68-, llegó a tener S. E., el duque de Medina Sidonia, tan desmesurado número de animales vacunos -pudieron ser 50 mil reses-, que, habiendo de venderlos, quizá por no disfrutar y dar desahogo a su afición, jamás los pudieron congregar a todos para la cuenta y entrega, según ya conocen  quienes vayan siguiendo estas microemisiones, que hicieron a ojo de buen varón. De ella fue mayoral conocedor Fernando de Toro, celebrado en la historia. Me he hallado en las más de sus funciones admirando cada cosa en particular. Los muchos a intratables monfíes, ganados y gentes, aficionados a pie y a caballo, unos convidados y otros que su pasión los atrae; que jamás se pudo averiguar el número de los concurrentes, por los que se retiran cansados de bregar o estropeados y los incesantes que continuamente van llegando; pues tal se han contado acampados en el rodeo más de ciento y cincuenta jinetes armados de garrochas y buenos caballos, que mantienen para disfrutarlos en este tal día.

         En él y sus faenas puede decirse, sin exageración, que se compendian todos los de España, no sólo por la concurrencia de gentes, si también porque cada uno y todos se hallan empleados distributivamente en el furioso torbellino, que empieza tres o cuatro días antes, dispersados por dilatadas distancias, solicitando y recogiendo las que habitan en los montes y marismas y otros varios parajes que en círculo ocuparán más de veintiséis leguas a la redonda. Y en llegando a juntarlas, aunque nunca todas, le compite su número al que concurre a la feria famosa de Trujillo, de la que se abastece casi medio Reino. El gasto de lo comestible es tan exorbitante, que a veces no bastan dos o tres toros que matan para el principal día. Pan, vino, aguardiente y otros agregados, todo es con exceso. Paja y cebada también es con desarreglo, y hasta su cirujano se previene para los muchos zapatazos que resultan. Y, en fin, la provisión en todas sus partes, es parecida a la de un campamento de guerra.

         Juntas y circulando el monstruoso globo de reses en el más cómodo, extenso y llano paraje, de jinetes y vaqueros y gentes de a pie que acuden de más de doce leguas del contorno, y de muchas aldeas, se entran al rodeo cuatro o seis de los más diestros de a caballo a apartar o desmontrecar las que no han de encerrarse. Aquí es lo divertido y riguroso del combate, que, por echar fuera unas suelen salirse las otras que han de entorilar, y si son toros, novillos o vacas fuertes, es lo bueno que cada jinete se empeñe en recuperarlas en aquellos  movibles círculos vivos. A los becerros y reses menores salen los principiantes a lucir sus caballos y a acreditar las competencias, amenazas y emplazamientos que tienen apostados todo el año. ¡Qué graciosos sucesos acontecen a la turbamulta de jinetearlos sin juicio, método ni forma! ¡Qué de conclusiones, fantasías y disputas en lo bueno y en lo malo que les pasa! Pues hechos unos arlequines deleitan y divierten más a las gentes que aun en lo formal de los que saben.

         De todas las faenas camperas, ninguna ni todas divierten como éstas; que a vuelta de dichas tropas desarregladas se ven en otras de los diestros enredados con las reses grandes los primores apetecibles, que unos por su habilidad y buenos caballos, sin molestarlas mucho, las reducen, no a mucho trabajo, al incorporarse; otros, con el castigo inexcusable, batallan con ellas hasta restituirlas al rodeo, y los de a pie proceden por iguales términos. Que en común y particular es el espectáculo más maravilloso, durando sin cesar el día fuerte, desde el crepúsculo matutino hasta el vespertino. Y al tiempo de encerrarlas al toril se ofrece otra nueva o mayor contienda por la resistencia del ganado y el empeño de las gentes que no logren escaparse; y este acto es más ejecutivo si se yerra, porque inutiliza todos los antecedentes, dejando ilusorio el herradero. Concluido el afán hasta encerrarlas, en el mismo siguiente día, se ejecuta el otro a que termina el fin, el herradero, que si no es mayor empeño merece exagerarlo por grandísimo. En todos y cada uno de los operarios se dan prodigios de valor y de destreza, destacando los de la villa de Almonte. Este es en suma el diseño del famoso herradero de la vaquería del coto de Oñana, y el más superior de todos los que se hacen en Andalucía. Y es también el espejo en que debían mirarse todos los picadores, y en él retratar y conocer sus faltas, sus sobras o sus menguas.»

   

                

   Juan José Zaldivar 04-06-04           

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casemo - 2004