
EL TORO DE LIDIA, SU ORIGEN Y ENIGMA
XXI) La Segunda Casta Fundacional: “La Jijona" III
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        Siguiendo con la casta jijona damos
        hoy entrada al último capítulo, recordando que desde tiempos bastantes
        remotos y, en todo caso con anterioridad al siglo XVII, existían en las
        tierras de Ciudad Real, Madrid, Toledo y Albacete hatos de animales
        bastantes heterogéneos en su tipología. Dichas reses pertenecían en
        su  mayor parte al Real
        Patrimonio durante el reinado de Felipe III y se destinaban casi siempre
        a abastecer la demanda de carnes de la Villa y Corte.  Después, durante los siglos XVIII y XIX existieron decenas de
        ganaderías de Casta Jijona y de la Tierra que alcanzaron considerable
        renombre y que fueron constituidas en sus orígenes con reproductores de
        la primera. Entre estas vacadas destacaron las del marqués de Malpica,
        don Diego Muñoz Vera, marqués de Navasequilla o Juan José Hidalgo
        Torres, todas ellas del siglo XVIII. Ya en el siglo XIX, en 1850, la de
        don Álvaro Muñoz, hijo de don Diego Muñoz Vera –éste hizo su debut
        en la Corte el (25-06-1810), que posteriormente se dividió entre sus
        hijos y que tras venderse en varios lotes dio lugar a la creación de la
        señora condesa de Salvatierra, que se presentó en Madrid el
        (28-04-1845), y la del marqués de la Conquista II, que ofició por
        primera vez con sus toros en la Corte el (26-09-1853). El marqués de la
        Conquista I hizo su presentación en 
        la Capital el (14-07-1800).         
        Paralelamente otra rama de la familia Jijón, estableció su
        ganadería en la zona de Valdepeñas (La Mancha). El primer Jijón que
        se dedicó a la crianza de vacunos de lidia, don Miguel Jijón, cuya
        fecha de presentación en Madrid fue bastante anterior a 1775. Su labor
        fue continuada por su hija Elena, que debutó en la Corte el
        (01-07-1776) y su yerno don Benito Torrubia en los finales del siglo
        XVIII, alcanzando muchos éxitos. La vacada fue adquirida hacia el año
        1800 por don Gil Flores –éste debutó en Madrid el (10-07-1815)-,
        constituyendo la base originaria de las divisas de la familia Flores, en
        Albacete, que estuvo integrada por don Fructuoso Flores, que se presentó
        en Madrid (21-07-1861) y don Agustín Flores, que lo hizo el
        (10-07-1864). Esta ganadería pasaba ya por ser más «toreable» y más
        «noble» que las restantes de la misma procedencia, razones por la que
        los lidiadores aceptaban de buen grado sus reses, hasta que unos treinta
        años después degeneró y no llegó a superar la crisis.          
        Entre los años 1780-1800, antes de vender don Benito Torrubia la
        ganadería a don Gil Flores, traspasó numerosos reproductores a don José
        Manzanilla, quien debutó en Madrid el (02-09-1822), quien a su vez cedió
        muchas reses a varios ganaderos de la zona de Colmenar Viejo
        contribuyendo a fusión entre los llamados Toros de la Tierra y la Casta
        Jijona y dando lugar a algunas ganadería tan famosas como la de don
        Manuel Aleas, que ya se había presentado en la Corte el (05-05-1788).          
        El primer ganadero que seleccionó Toros de la Tierra fue el
        colmenareño don José Rodríguez García, hacia 1650. Su vacada estuvo
        constituida con reses de múltiples orígenes, pero todas ellas de la
        zona centro de la Península y mayoritariamente traídas de la provincia
        de Ciudad Real. Esta ganadería pasó en el siglo XVIII a ser propiedad
        del marqués de Gaviria, una de las más famosas de esta zona junto con
        la de la familia de los Gómez, don Manuel Aleas y don Vicente Martínez.         
        La vacada que la familia Gómez, disfrutó 
        durante más de un siglo, fue creada por don Elías Gómez, que
        hizo su debut en Madrid el (03-10-1831), la continuó su hijo don Félix,
        que se presentó por primera vez en la Corte el (17-06-1860), por lo que
        su padre llevó la propiedad de la ganadería casi treinta años, y
        ambos tuvieron reses de Toros de la Tierra y de Casta Jijona, éstas últimas
        procedentes de Malpica y de don Diego Muñoz Vera. Destacaron a
        principios del siglo XIX por resultar astados muy toreables y francos en
        las embestidas que la mayoría de las que tenían el mismo origen, por
        lo que cabe pensar en que realizaron una notable selección. Sin
        embargo,  hacia 1870
        degeneraron los cruces, se embastecieron y aumentaron sus dificultades y
        su mansedumbre. Perdieron cartel paulatinamente y tras extinguirse la
        calidad de los troncos originarios fundadores acabó por desaparecer.
        Antes, en 1916, la Testamentaría de don Félix Gómez y seguidamente la
        señora viuda e hijos de don Félix, que debutó en Madrid el
        (08-06-1905), realizaron un cruce con un semental de don Luis Gamero Cívico
        (procedencia Parladé) y en 1923 y 1931, ya en poder la vacada de los
        hijos de don Félix, con dos sementales del conde de la Corte. Hoy el
        hierro de Gómez es propiedad de don Mariano Sanz y sirve para marcar
        reses oriundas del marqués de Villamarta. En 
        cuanto al comportamiento de la Casta Jijona y de la Tierra, ambas
        agrupaciones raciales fueron siempre un fiel exponente del
        comportamiento típico del toro de lidia de siglos anteriores, es decir,
        un animal en que la bravura era especialmente defensiva y estaba siempre
        vinculada a la fortaleza física, menguando conforme el astado recibía
        más castigo e iba perdiendo fuerza. Así, los ejemplares eran ágiles,
        poderosos y duros para la lidia, siendo temidos por muchos lidiadores.
        Pero solían salir sueltos o abantos, pero volvían varias veces al
        encuentro con los picadores. Eran criticados porque se empleaban mucho
        menos que los de la Casta Andaluza y menos francos que estos en el
        tercio de varas… y, al final, la historia nos relata que todas ellas
        se vieron abocadas a la desaparición. 
     Juan José Zaldivar 9-07-04 | 
casemo - 2004