EL TORO DE LIDIA, SU ORIGEN Y ENIGMA
XXVI) La segunda Casta Fundacional Andaluza: Gallardo - II -
La tarea encomendada, desde el Arzobispado de Sevilla, a las órdenes
de frailes cartujos y sevillanos, pasaba por lograr la máxima
productividad en sus
explotaciones de ganado bravo, de carne y de caballería, cuyos
beneficios debía dedicarse a las obras de caridad y al mantenimiento de
instituciones hospitalarias, educativas y asistenciales, dependientes de
cada diócesis. Y en esas explotaciones, la crianza y venta de reses de
lidia, debía producirles buenos dividendos y de cobros garantizados, ya
que iban directamente a cumplimentar uno de los deportes y aficiones más
preferidos por la nobleza y los numerosos caballeros de entonces: el de
alancear toros.
Aprovechando su relación eclesiástica, don Marcelino Bernaldo
de Quirós, que era presbítero en Rota (Cádiz) compró reses a los
frailes dominicos del convento sevillano de San Jacinto y las unió a
otras que ya tenía en su poder y que procedían de Casta Navarra. El
hecho de que Bernaldo de Quirós criase ejemplares de esta última Casta
Fundacional en el corazón de Andalucía se explica porque el sacerdote
era originario de Navarra y trajo consigo un importante hato de reses de
casta navarra, después de una «peregrinación» seis meses de camino
hasta la localidad donde ejercía su misión pastoral. No obstante, tras
comprar los vacunos de los Dominicos, vendió la mayor parte de las
reses navarras a otro ganadero de Rota, don Francisco Trapero, quien las
cruzó con ejemplares de Vistahermosa. La mayor parte de la ganadería
de Bernaldo de Quirós fue adquirida por don Francisco Gallardo y sus
hermanos, que la trasladaron a El Puerto de Santa María, debiendo haber
eliminado todos los ejemplares navarros.
Mediante selección, los Hermanos Gallardo consiguieron fijar
mediante un singular encaste los caracteres de las reses, que según los
tratadistas eran finas, de buen trapío y corpulentas, exactamente como
los miuras, predominando las pintas negras, berrendas y castañas.
Durante la lidia tenían fama de ser bravas y de conservar su poderío y
pujanza hasta el último tercio, siendo especialmente poderosas y
agresivas en el primer tercio, que ocupaba más del 95 por ciento del
tiempo de la lidia, por lo que eran preferidas por los aficionados o bárbaros
de entonces.
Después del fallecimiento de don Francisco Gallardo, sus
herederos vendieron la ganadería en tres lotes. El primero de ellos fue
adquirido por don Gaspar Montero y traspasado posteriormente a don
Antonio Gil Herrera, quien 1842 se lo venció a don Juan Miura,
tatarabuelo de los actuales propietarios de la ganadería y creador del
encaste Miura. La divisa adquirida por don Juan Miura constaba de unas
doscientas veinte vacas de vientre, a las que siete años más tarde añadió
la vacada de don José Luis Albareda,
procedente también de don Francisco Gallardo, integrada por
doscientas vacas y ciento sesenta y ocho machos de diversas edades. La
segunda parte de la abundante ganadería de Gallardo, de unas 500
cabezas, fue para don Domingo Varela, que la cruzó con reses de otras
procedencias. Esta porción se extinguió totalmente. El tercer lote, más
grande que los restantes, fue adquirido por don José Luis Albareda y
don Pedro Echeverrigaray. Al extinguirse la sociedad, la parte de
Albareda, pasó a la ganadería de Miura, mientras que la procedente de
Echeverrigaray fue la base de la vacada de don Pablo Romero, tras pasar
por siete propietarios intermedios y sufrir algunos cruces con reses de
otras procedencias, fundamentalmente de Casta Vazqueña. «Así
las cosas –nos dice el doctor Adolfo Rodríguez Montesinos- la cabaña
brava actual tan sólo mantiene algunos restos de la Casta Gallardo,
cruzados y difuminados por la Casta Cabrera, en la caso de la ganadería
de Miura y más manifiestos, pero también cruzados, con sangre Vazqueña,
de Cabrera, del Saltillo y algún mínimo vestigio de Jijona y Navarra,
en el encaste de Pablo Romero. De este encaste, que será estudiada como
ganadería comercial, diremos
como dato curioso, que la
ganadería zacatecana de Malpaso, ubicada en el municipio de Villanueva
(Zacatecas), de don Benjamín Gómez Gordoa Fue una ganadería
considerada como de primerísima clase. Toros españoles de don Fernando
de la Concha y Sierra, del duque de Veragua II,
don Carlos Otaolaurruchi; don Felipe Pablo Romero y marqués del
Saltillo, cruzándolos con vacas criollas. Más tarde se agregaron toros
de don Fernando Parladé y Campos Varela. En la semana del 10 al 16 de
marzo de 1907, se tentaron más de 300 becerros. El diestro Manuel
Blanco (Blanquito), de México,
aportó en las dehesas zacatecanas de Malpaso 20 hermosos ejemplares
para ser lidiados en la plaza México en la temporada de Pascua de
Resurrección de 1907 (Cuauhtémoc Esparza Sánchez. Pp. 83). Al
fallecer don Benjamín, sus hijos la vendieron a don Eduardo Margeli y a
don Antonio Casillas (El Berrendo), quienes se llevaron la vacada a la
Hacienda de Chichimeco en el Estado de Aguascalientes,
pero al morir los dos en 1936, sus sucesores la enajenaron
totalmente a Armilla Hermanos; a don Tomás Valles (Tierr5a Blanca,
Chihuahua), a don José Ortiz (San Miguel allende, Guanajuato) y a don
Refugio Peña... (Lic. Don Manuel Ibargüengoytia. Charlas. Septiembre
14, 1981). Juan José Zaldivar 17-09-04 |
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