EL TORO DE LIDIA, SU ORIGEN Y ENIGMA
XXVIII) La cuarta Casta Fundacional Andaluza: Vazqueña - II -
La formación de la ganadería brava que desde 1930 posee Domecq en Jerez de la Frontera, procedente del duque de Veragua XV, data realmente del año 1750, en que D. Gregorio Vázquez, de Utrera (Sevilla) formó su ganadería con una parte de las reses que Benito Ulloa poseía de sangre Cabrera. Falleció don Gregorio en 1778, heredándole su hijo D. Vicente José Vázquez, que fue su fundador y creador, desde 1780, de la casta llamada en adelante “vazqueña.” Éste se propuso con instinto certero fundar una ganadería que tuviera cualidades peculiares, y para ello se valió de una argucia para lograr hacerse con vacas de la bravísima ganadería del conde de Vistahermosa. También adquirió vacas y sementales del marqués de Casa Ulloa, de Bécker y de D. José Rafael Cabrera, para sí lograr separadamente las distintas condiciones que deseaba reunir en un tipo único.
Y
es que eligió la de Casa Ulloa por su fiereza en las acometidas y por
su condición de pegajosos; las de Bécker por la reserva de pies y su
malicia; los de Cabrera por su tamaño y su peso, y los de Vistahermosa
por su extraordinaria bravura. Esta era la cualidad que Vázquez ansiaba
dotar a su ganadería, pues era la que habría de hacer resaltar las
otras cualidades, el fondo biológico-temperamental. Los toros de
Vistahermosa, llamados condesos, dijo el entendido autor anónimo de
unos artículos curiosos sobre la “Historia de la ganadería del Ecxmo.
Sr. Duque de Veragua”, publicados publicados en “El Campo”: “Los
toros de Vistahermosa, sin corpulencia, sin peso, como padecían o sufrían
escasez, con cuernos cortos y con exiguo poder, si bien por estas causas
no producían
grandes trastornos a los gente de a caballo, ni daban grandes caídas,
eran en cambio las delicias de los aficionados, que los veían siempre
acudir a los cites, tomar gran número de varas, recargar casi en todas
ellas, pues éste fue su principal distintivo, conservarse bravos,
prontos y ligeros para todas las suertes, y llegar a la muerte con el
mismo valor y bravura con que habían salido del chiquero.
El
crédito que gozaba esta vacada era extraordinario, no sólo entre los
aficionados, sino también entre los que de un modo u otro habían de
lidiarlos. Los inteligentes veían en ellos lo que antes se ha señalado,
y los toreadores y toreros encontraban gran alivio en la lidia de tales
toros. Aquellos, porque a pesar del número de varas que se veían
obligados a poner, no recibían en cambio grandes golpes ni caídas, podían
manejarlos fácilmente y practicar la verdadera suerte de picar echándolos
por delante, o sea por la cabeza del caballo, supuesto el poco poder y
peso de las reses, y dado que la bravura de las mismas y deseos de
acometer las colocaba en aptitud de dejarse castigar y de que fueran
mareadas pocas veces. Esta peculiar casta tenía además la virtud de
recargar en el caballo, repitiendo una y otra vez la suerte… y si se
salían de ellas, eran cómodos para los quites y con facilidad se les
llevaba al varilarguero, evitando así muchos riesgos a los toreros.”
Se
cuenta que en los dos últimos lustros del siglo XVIII, centuria en que
los ganaderos establecieron las bases empíricas para mejorar las
diversas castas bravas, las tres famosas vacas creadoras de encastes: la
de Cabrera, la de Vistahermosa y la de D. Vicente José Vázquez,
lograron éxitos espectaculares. Tras medio siglo como ganadero, y
habiendo creado una casta, la vazqueña, falleció D. Vicente José el
(11-02-1830), sin dejar herederos, por lo que se nombraron algunos
albaceas judiciales, mientras que aparecieron varias personas
interesadas en adquirir la famosa vacada. Todavía fueron lidiados
astados de la ganadería en 1831, en Aranjuez y en Madrid después del
fallecimiento citado, y en 1832 en varias ocasiones. La parte quizá más
importante de la que había sido vacada brava de prestigio fue adquirida
por el rey Fernando VII, y a partir de aquí, como lo señala López
Izquierdo, se han utilizado principalmente documentos del Archivo
General de Palacio, como lo hiciera con anterioridad D. José María de
Cossío, y la descripción histórica de la ganadería de los duques de
Veragua, hoy en poder de Domecq, en Jerez de la Frontera, será
estudiada en la que fue una de las primera ganaderías comerciales.
El
célebre don José Daza ya advertía en su tiempo que de las andaluzas
-las castas de Vistahermosa y la «Vazqueña»-, «algunas castas, por
incuria de sus dueños, se fueron bastardeando. Pero los que de éstos
son prolijos las han afinado y han hecho estimables.» Los toros de
dichas líneas eran de pinta cárdena, negra y melocotón, ojo de
perdiz. Los toros del conde Vistahermosa, y después del Barbero
de Utrera (Juan Domínguez), tuvieron fama de conservar su bravura
durante toda la lidia, de gran poder en las acometidas y de recargar en
las suertes,
creciéndose al castigo, siendo esta casta la que ha prevalecido,
con la casi total exclusión de todas. La línea andaluza, variedad «Vazqueña»,
se formó hacia el año 1780, reuniendo los mejores ejemplares de las
ganaderías existentes en Utrera (Sevilla), tales como las del marqués
de Casa Ulloa, Becker y Cabrera, sin excluir la de Vista-hermosa, y valiéndose
pata tales adquisiciones de toda clase de medios y argucias. Continuará. Juan José Zaldivar 08-10-04 |
casemo - 2004