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Nº 4 - 23 Septiembre 2005 (Textos originales del Dr. en veterinaria D. Juan José Zaldivar) |
Origen de las Fiestas de Toros (2) |
Alcocer nos dice que “… lo Reyes y Príncipes que tenemos y habemos tenido todos son y han sido Cristianísimos y celosos de desterrar de sus Reinos vicios y ofensas a nuestro Señor. Y pues que permiten esta manera de regocijo, de creer es que lo hacen con acuerdo y parecer de personas de letra y conciencia, y así que el tal uso se puede tolerar y tener por lícito. Por la otra parte y que no sea lícito, hace que vemos que apenas se corren Toros en que no haya muerte de hombres y otros heridos y lisiados. Y cuando los Toros no han hecho semejante carnicería, decimos que no valieron cosa alguna: y cuando mataron o hirieron muchas personas, decimos que fueron muy buenos los toros.” Al Nuevo Mundo llegaron en el siglo XVI más de 100.000 españoles y, sin duda, la mayoría de ellos llevaban esa visión de la mala o buena calidad de los toros según las víctimas humanas que ocasionaran. Lo que resultará curioso al lector es saber lo que ocurre en cada una de las fiestas que se dan en casi todas las rancherías mexicanas y para la que nos puede servir el mismo ejemplo: Las citadas fiestas carecen de interés si durante la celebración, en la que corre el tequila, el Don Pedro, de Domecq, y otras bebidas, muchas de ellas “pirriaques”, como si fueran ríos, no muere uno de los festeros y si son dos la fiesta fue extraordinaria. Este autor estuvo en una de ellas y algunos decidieron –un español valía por dos- que sería una de las víctimas, pero gracias a Dios, fue informado el cacique del rancho a tiempo, mi buen amigo D. Alfredo Montoya, hijo (*), por uno de sus confidentes y apresaron al asesino en cierne. Jamás volví a asistir a otra fiesta en una ranchería. (*) Ganadero de bovinos, caprinos y ovinos con más de 40.000 hectáreas, en la ranchería de Bañón, Municipio de Villa de Cos, del Estado de Zacatecas, a 10 kilómetros de “Rogitanillo”, el rancho de los Hermanos Huerta. Fray Francisco hace mención también de que entre los doctores que de esta materia tratan también hay variedad de opiniones. Unos doctores, y no de pequeña autoridad, salvan y aprueban el tal ejercicio y regocijo, así de parte de los que en él andan con que tengan aviso y diligencia en tener tan cercana la guarida –el burladero- y adonde ampararse cuando sean perseguidos por el toro y se vean en peligro, “como parte de los que dan autoridad y consienten correr los toros: como provean que en el lugar donde se corran los toros no haya niños –en la Plaza Real de El Puerto de Santa María hay niños hasta en el apartado de los toros-, ni viejos –los callejones de nuestras plazas parecen asilos de ancianos-, ni mujeres, ni cojos, ni enfermos, ni otras personas que si por allí estuviesen probablemente peligraría.” Y aún añaden los dichos doctores “… que se pueden hacer estatutos –es la primera vez en la historia del toreo que se habla de reglamentos- y confirmarse con juramento que tan día haya y se corran toros.” Por lo que, conforme con esta opinión, se dieron muchos casos en los que algunas personas en sus testamentos mandaban que dieran toros para “correr y regocijar la fiesta…” Nada debe extrañarnos que ya desde entonces, “en las universidades famosas –como las de Alcalá de Henares y Salamanca- y donde hay varones eminentes en letras y de grandes conciencia, cuando recibían algunos las insignias y grados de Doctores, se corrieran toros para celebrar la efeméride: “lo cual no es verosímil que consintieran si el tal ejercicio fuese malo y no se pudiese usar dél sin ofensa a nuestro Señor. Otros doctores dicen que correr toros es caer en pecado mortal: y que todos los que dan dineros y consejos para que se corran, pecan mortalmente, los señores, y Regidores de las ciudades, villas y lugares que tal mandan, consienten, favorecen y ayudan. Porque todos estos consienten en el peligro de muerte probable que hay en el corres de los toros.” Para Alcocer, “… la resolución verdadera de esta dificultad depende de ver si el tal ejercicio es de suyo peligroso y de que se siguen muerte.” Los doctores que están de acuerdo con el correr toros dicen “…que de suyo no es peligroso sino descuido de los que se ponen en peligro.” Lo que están en desacuerdo, dicen “…que es peligroso por las muertes que suceden cada día en los toros.” Se calculaba aquellos años que en las Plazas Mayores de las ciudades y en los circos repartidos por todos el reino de España morían entre 100 y 200 personas. Por eso desde entonces se atacaba la fiesta brava basándose en que “…ejercicio y regocijo de donde sucede tal carnicería y muerte de tantos hombres, de gentiles es más que de cristianos: inhumano es por cierto y diabólico y que se debe desterrar de las Repúblicas Cristianas…, para ocuparnos en cosas santas y buenas y que son más conformes a lo que Dios quiere de nosotros, y a la obligación que tenemos de servirle y amar a su divina Majestad…” Sea como fuere, el protector de la fiesta se permite hacer las siguientes conclusiones: 1ª. Los que están a favor: “El ejercicio y regocijo de los toros es lícito y se puede hacer sin pecado si se tiene cuenta con que no muera ni peligre alguno: como sería si les cortasen las puntas de los cuernos –desde entonces se anuncia el afeitado-, o los llevan atados con recias maromas, o guindaletas.” Ya no hace falta maromas, con la invalidez biológica que sufren cuatro siglos después es más que suficiente. 2ª Los detractores: “El ejercicio y correr los toros de la manera que en nuestra España se usa, es razón para que destierren de estos reinos los Reyes y Príncipes, por permitirse que mueran tantas personas al correr los toros.” En cambio, apoyaban las Justas, juegos de Cañas, correr Sortija, etc., que realizaban los caballeros. 3ª “Cosa indecente es que los arzobispos, obispos, religiosos y otros prelados calificados se hallen presentes al correr toros. Porque son regocijos profanos y en los que muchas veces suceden muertes y otras liviandades que no conviene autorizar con su presencia personas que tienen estado de perfección como las tienen los susodichos.” 4ª “Los que andan en el coso a pie, y se ponen a torear y desjarretar toros, no pecan mortalmente cuando se ponen tan cerca de alguna barrera o de otro lugar donde se pueden acoger o en otra manera son tan avisados y diestros, que es verosímil y probable moralmente que el toro no les pueda tomar si no sucede alguna grande desgracia…” 5ª Es la conclusión más cargada de opiniones. Unos dicen que los toreros muertos por asta de toros no deben ser enterrados en campos santos, es decir, que no tienen derecho a una sepultura eclesiástica. Otros doctores, que sí, como es la opinión de Alcocer. 6ª y 7ª Se refiere que ni los caballeros alanceadores ni cuantos estén en lugares seguros viendo correr toros, no pecan mortalmente. “Y aunque alguna vez haya acaecido morir alguno de tales, ha sido por desdicha que le sucedió.” 8ª En esta última conclusión el ataque más directo va dirigidos a los que cometen el “grande abuso, y estilo más gentílico que cristiano es, dejar escrito en los testamentos que se corran en tales fiestas toros, y hacerse juramentos de estos por los pueblos.”
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