Nº 6 - 7 Octubre 2005 (Textos originales del Dr. en veterinaria D. Juan José Zaldivar) |
Origen de las Fiestas de Toros (4) |
Realidad muy distinta es que los romanos realizaran en su famoso teatro venaciones, que eran espectáculos de lucha de hombres con las fieras, o de éstas consigo mismas, según afirma Suetonio, entre las que el toro era una de las principales. Los criminales a ser echados a las fieras, cuya pena fue muy frecuente contra los primitivos cristianos, que tan bien describe Chateaubriand en su precioso poema de los mártires, eran a dar con su horrorosa muerte la diversión al pueblo. “También había otros hombre que se alquilaban infamemente para estas luchas, a los que se les denominaba bestiarios. Los alquilones peleaban regularmente con toros, y este es indudable el origen del toreo, que reducido hoy a reglas se llama Tauromaquia, mal aplicado a nuestra diversión, porque esta palabra, como prueba el anticuario Calderón, significa más propiamente la lucha de dos o más toros entre sí y no de toros con hombres. Refiere el historiador romano Seutonio que, en la vida del emperador Claudio, las fiestas del circo romano, después de cinco corridas de carros o de caballos, se interpolaban una venación y que, concluida, volvían a continuar las carreras, o bien corridas de toros, en las que unos extraordinarios jinetes de Tesalia se montaban a pelo sobre los toros y después de largo rato corriendo sobre ellos, haciendo varias suertes, los mataban dándoles una puñalada en la nuca (4). Continuaron ofreciéndose aquel tipo de espectáculos en los circos y anfiteatros romanos, generalmente con los hombres condenados a muerte, hasta que el piadoso emperador Theodosio los abolió, siendo de notar que en su decreto, según el poeta Prudencio, prohibió expresamente el combate con los toros de cualquier forma que fuese. Sin embargo, siguiendo a Castellanos, “de cuanto llevamos dicho como pruebas incontestables, ni hemos de dar fe a los escritores contemporáneos, del origen de esta diversión no consta se generalizara en las provincia de Roma, sino en la española, que tomaría la costumbre del mismo Julio César, cuando llegó a España a pelear y vencer a los hijos de Pompeyo y en la de África, que también pudo tomarla de él, cuando hizo la guerra en aquel país, venciendo a Juba, rey de Mauritania. Y podemos pensar libremente en que la venación debió de ser espectáculo que de los romanos se conformó al genio de los españoles, como puede colegirse de los muchos restos de circos y anfiteatros que aún se conservan, particularmente en Toledo, Mérida, Sagunto y otros lugares. Como en estas regiones se carecía de bestias feroces y el traerlas de otras siempre sería muy costoso, lo razonable fue realizarlas con toros bravos o incluso con osos, como las fieras que se lidiasen en aquellos circos. (4) El mismo Calderón, en su gabinete de antigüedades, dice que esta suerte, con el título de la del indio, se efectuaba en la plaza de Madrid a principios del siglo XIX. En ese sentido, Valeriano Marcial, español natural de Bilbilis, dice en su anfiteatro, que las fieras que se sacaban al circo eran de todas as especies, a saber: leones, osos, tigres, rinocerontes, elefantes, jabalíes y toros, y que la lucha se hacía peleando las fieras unas veces entre sí y otras, fieras con hombres. Los muchos circos romanos que se ven en España, hacen ver que en este país introdujeron los romanos los juegos circenses, que se acomodaron tanto a nuestro belicoso carácter, que aún subsiste. Laley 57, título 5º, parte 1ª, prevenía que los eclesiásticos no asistieran a las corridas de toros, y el papa San Pío en 1567 prohibió estas fiestas en toda la Cristiandad, privando de sepultura eclesiástica a los muriesen lidiándolos; pero a pesar de esto, apenas hay festividad de Santo que no se solemnice con corridas, ya sean de toros o novilladas. El que desee leer lo que se ha dicho contra estas fiestas puede consultar el Libro 1º, capítulo 7, de Canonic, de don Juan Gutiérrez. La costumbre de pelear los hombres con las fieras, la tomaron los romanos de los griegos, lo que prueba el historiador griego Alejandro de Alejandro Magno; pero el primero que según el mismo historiador los lidió o alanceó en prueba de su valor en plaza cerrada, o sea en circo, fue el invicto Julio César, emperador romano, no sin antes haber practicado la suerte de alancear en la selva del centro de Europa en muchas ocasiones, matando aquellos fieros vacunos silvestres, de suerte que se le pude tener por el primer rejoneador o picador. Volviendo con los testimonios que ofrece la numismática, son muchas las monedas que circulaban en la Provincia de Aragón, entonces Jelsa. En esa moneda -doy copia, merced a la amabilidad de don Pascual- está retratado el verdadero toro de lidia, que los aragoneses de entonces decían cornupeta, según siglos después hizo rectificación aquel erudito escritor Doctor Thebussem (Don Mariano Pardo de Figueroa) en bonito artículo gramático-histórico-taurómaco publicado en el antiguo periódico La Lidia. El cronista mexicano aludido hace mención de don Basilio Sebastián Castellanos, citando que éste corrige al de las Navas y a Millán, aseverando que la Tauromaquia tuvo origen en España cuando la dominación de los romanos. Que el primero que picó toros fue Julio César. ¡Vaya ilustre ancestro que tienen los pincharratas o mata toros actuales! Que en tiempo de la dominación romana en España, el toro era una de las fieras que empleaban en los famosos coliseos, está fuera de toda duda. Hay multitud de anotaciones en escritos y en esculturas talladas en piedra, que lo demuestran. Un historiógrafo portugués, Noronha, reseña con prolijidad de detalles, cuál si hubiera sido uno de los concurrentes, la pelea que hicieron seis bravos cornupetas hispanos. Luchando el primero, el segundo y el tercero, con león, tigre y elefante, respectivamente. El que estuvo en cuarto turno, fue lidiado por uno de los toreadores de a caballo, por un estoqueador ecuestre, que le dio a los mismos rubios soberbia estocada. El hecho que sostuvo en el quinto sitio -no hay quinto malo- fue soberbio. Contendió con uno de los bestiarios, que llevaba en la siniestra una red y en diestra un tridente. Valiéndose de quiebros (ya no fue invención de El Gordito), esquivaba las acometidas del toro, y a la vez atizaba tridentazos en el cerviguillo, hasta que el toro, gravemente herido, desangrando y exhausto, presentó oportunidad de enredarse en la red, que lanzada hábilmente, lo maniató. Ya sujeto, fue rematado (descabellado, decimos ahora) por el bestiario. El sexto bicho, fue lanceado de capa por un caballero noble que valido de los fueros que le daba su alcurnia, saltó de las tribunas y ... toreó con un manto color púrpura y luego, ya jadeando el toro, le metió corta y ancha espada en el cerviguillo, tendiéndolo muerto. Establecido que en la época de los romanos había en España corridas de toros de la clase de las que actualmente titulamos mixtas, sigo con los visigodos, cuando éstos, después de la invasión de los Bárbaros, que acabaron con la dominación romana, los visigodos se quedaron dominadores, cual si dijera, amos del cotarro.También los visigodos tomaron afición por la Tauromaquia, contagiados por los que fueron los vencidos, que no prescindieron de tal gusto. Un ilustre historiador que ha dedicado buena porción de sus inquisiciones a dilucidar lo que se relaciona con la Tauromaquia, don José Vargas y Ponce, lo pone en completa claridad dando a conocer una carta que el Rey Sisebuto dirigió a Eusebio, obispo de Barcelona, regañándole por su afición a presenciar la lucha de los toreadores con los toros. A juzgar por lo que relata Vargas Ponce, el ilustrísimo era aficionado vehemente, y muy amigo de los toreadores.
Luego de los visigodos viene
la dominación de los Sarracenos en España dejando a lo netamente ibero
refugiado en las abruptas montañas de Asturias, hasta que la batalla de
Covadonga, inició la reconquista. Durante la dominación mora hubo
corridas de toros -por supuesto a la usanza de entonces- en casi todas
las poblaciones, pero especialmente en las que forman actualmente las
provincias de Andalucía. Las corridas fueron un hecho notable en la
ciudad mora de Granada. Y en Castilla se tenían noticias de los aplausos
que arrancaban en la plaza de Bibarrambla lanceando los toros de Roda
los valientes moros granadinos Malique Alabez, Muza y Gazul, que
terminaron de resonar por toda la Iberia, como ya fue citado, y fue
entonces cuando la fiesta de toros fue emulada primero por los
caballeros cristianos y después por los de a pie, aumentando su pasión
por estos espectáculos, que cada día fueron más arriesgados y
frecuentes, llegando a su apogeo en el reinado de su hijo, Enrique IV.
Los vencedores moros, tomaron el divertimiento de las costumbres de los
vencidos.
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