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LA GACETILLA TAURINA |
Nº 105- 26 Noviembre 2007 (Textos originales del Dr. en veterinaria D. Juan J. Zaldivar) |
Gacetillas de Psicología . (La esperada "tienta de Apolo") |
Pocos aficionados, desafortunadamente, habrán tenido la oportunidad de convivir las lógicas inquietudes sentidas por uno o más ganaderos cuando, después de años logran crear una ganadería, llega el día de realizar la primera tienta de sus utreros. Y si a dicha tienta se agrega el interrogante de si acometerá o no aquel ternero que hacía más de dos años había sido criado a biberón, entonces, en el ambiente de los asistentes a la misma, se respira un generalizado interés. Hay que tener en cuenta el hecho de que muchos días antes de la citada tienta de machos, ya se expresaban las opiniones más dispares entre quienes conocían los antecedentes de Apolo y de Catita. Los dos se habían ganado merecida fama por sus comportamientos respectivos durante la primera crianza a biberón y su posterior desarrollo, lo que despertó con antelación una indudable y sostenida curiosidad. Para aquel evento, que tuvo lugar en el rancho mexicano “El Coloradito”, ubicado en el poblado de Bañón (Municipio de Villa de Cos, Estado de Zacatecas, entonces propiedad de los señores Hermanos Huerta-Flores y que era capitaneado por el ex matador de toros Joselito Huerta (q.e.p.d.), se había proyectado la construcción de una nueva placita de tienta y fue estrenada con tal motivo. Ha pasado casi un cuarto de siglo y aún permanece en el recuerdo de los ganaderos, toreros e invitados, aquella tan esperada efeméride, Es creencia compartida, por toreros y ganaderos, que para torear bien a las reses o tentarlas, hay que hacerlo en lugares cerrados, “para que las luces del exterior no los distraigan”, le había oído decir muchas veces al célebre Joselito Huerta. Sin embargo, ello es verdad sólo parcialmente, pues cuando las reses son bravas, muy poco o nada influye que estén viendo las luces de las salidas, para que embistan de continuo y sin distraerse. Es más, hasta resultaría conveniente que pudieran ver “esas luces”, pues la conducta que manifiesten al verlas, es decir, si se fijan en ellas y dejan de acometer por algunos instantes, se debe que están escasas de bravura, porque las distracciones son propias de los mansurrones. Los animales bravos, una vez terminada la tienta y abierta la puerta de la placita, no sólo no salen de ella, es que además, si las obligan a salir, se vuelven estando ya el plena libertad y entran para seguir embistiendo. En aquella primera tienta uno de los erales salió al campo y volvió en dos ocasiones. Curiosamente, aquella hazaña de bravura, pasó desapercibida, pero tomé nota de ello en la libreta de campo. Dos años después, el día que el matador Víctor Huerta –hermano de Joselito-, me dijo: “Juan, embarca en el camión que te envío un novillo con el que pueda quedar bien con mis paisanos de Tetela de Ocampo (Puebla)…” Le envié ese novillo por bravo. Víctor le cortó las dos orejas y el rabo… ¿Quién dice que la bravura de los toros no puede saberse antes lidiarse los animales? Dan muestras de su bravura y nobleza en muchas ocasiones a lo largo de sus cuatro años de vida. Con respecto a lo anterior, ciertamente, en los lienzos charros, no se dan las condiciones adecuadas para lidiar toros…que no son lo suficientemente bravos y, efectivamente, se distraen más de lo común. Joselito Huerta sabía esto sobradamente, ya que él, cada vez que actuaba con su Grupo de Charros o con su Escaramuza Charra, ofrecía al final la lidia de uno de sus novillos, que este servidor de ustedes solía embarcarlo en El Coloradito y después llevárselo al lienzo charro donde el matador iba a actuar. Eso me dio la oportunidad de conocer los más diversos rincones de México y hacerme de innumerables amigos, alternando con los presidentes municipales y las diversas autoridades mexicanas.
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casemo - 2004
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