LA GACETILLA TAURINA 

 Nº  32 -  4 de Mayo 2006   (Textos originales del Dr. en veterinaria D. Juan José Zaldivar)

Torear y estoquear con un pañuelo…

                  

            En el arte de la tauromaquia pocas cosas puedan ser más interesantes para los aficionados de la provincia de Cádiz de aquellos años, saber que en la mítica ciudad de El Puerto de Santa María, se inauguraba una de la plazas de toros más hermosas de España: la hoy Plaza Real, el (05-06-1880)  y,  sin duda, la que tiene tal vez el mayor radio en su ruedo de albero. Fueron precisamente esas notables  dimensiones las que desde los tendidos hacían   ver a los espectadores aún más pequeña la tradicional muletilla que utilizaban los diestros en el último tercio de la lidia, “como si fuesen  pañuelos grandes…”, con los que, refiriéndonos   a  los toros condesos, del conde de   Vistahermosa, que, por ser tan bonitos de hechura corporal, de cabeza pequeña y recogida, cornicortos y finos de extremidades, se decía que «se les podía torear con un pañuelo.»

             La primera referencia de un diestro utilizando para torear un pañuelo, es de Santiago Argonsorum y Solchaga, natural de la villa de Falces –que no debemos confundir con el famoso lidiador Bernardo Alcalde y Merino (Licenciado de  Falces)-, del reino de Navarra, de ejercicio labrador, del que no dice don José de la Tixera, que “capeaba sólo con la jaquetilla, justillo y pañuelo asido con ambas manos, y estoquearlos con muletilla en la forma  acostumbrada, cuya habilidad ha ejecutado con aplauso en varias capitales, y espera que con el buen desempeño de ella ha de lograr el público de esta Corte la diversión y gusto que apetece.” Este labrador de Falces había mostrado su habilidad, en la Plaza Mayor de Madrid, según aparece su nombre en carteles datados el (18-07-1776);en efecto, en Pamplona, en cuyas fiestas de San Fermín  figura desde 1771, en que debió ayudarse con un pañuelo por primera vez, hasta  1790. No era torero de banda o de alternativa, sino venturero, siguiendo la clasificación navarra. Sin duda, no era vulgar, pues cobraba 15 doblones, o sea, 480 reales, y los mejores de su clase no pasaban de 15 a 20 pesos.

               En ese sentido, entrando en los anecdótico, la segunda prueba demostrativa de que algunos toros podían torearse con un pañuelo  -es la llamativa prenda que adorna el buen vestirse… que nos saca de incontables apuros y que echando sus pliegues al aire agitados    con una de nuestras manos, equivale en el coso-congreso de la perfecta democracia taurina, sin necesidad de utilizar mecanismos electrónicos, para votar multitudinariamente la aprobación de nuestras decisiones-, la debemos al noble caballero y torero de a pie –notable escalón en la evolución del toreo-, don Rafael Pérez de Guzmán, que el (05-06-1831), con el toro, llamado Serrano, de pelaje retinto, de don José Pinto López, fue el noble diestro desarmado; quien, de forma inmediata y sin cuidarse de recoger la muleta, sacó el pañuelo del bolsillo –no hay que olvidar que los pañuelos de los nobles más bien parecían medias sábanas… y, además,   de seda fina-, llamó con él la atención del toro, y entrándole a volapié, le dio una estocada en todo lo alto; el toro rodó instantáneamente, y el matador, que recibió un fuerte varetazo en el valeroso encuentro, se retiró sin darle importancia alguna.

               Igualmente, Francisco Arjona (Cúchares), que actuó en la Real Maestranza de Caballería de Sevilla el (25-06-1855), en aquella tarde desastrosa, pues se hirió un pie con el estoque –tal y como el  novillero Antolín Arenzana (Recajo), el (09-04-1911) en Madrid-, no pudiendo torear hasta el (03-07-1855), en Valencia, tuvo el valor al reaparecer,  de estoquear su  primer toro vaciándole con un pañuelo por muleta. Cinco años después, concretamente el (21-07-1860),  José Rodríguez (Pepete), lidió al toro, llamado Corcito, de la ganadería de don Manuel García Puente, de Colmenar Viejo (Madrid), la Tierra de Toros, en el coso de Alicante, al que después de recibir 24 varas, Pepete, tras ser desarmado por el agresivo burel, le entró a la suprema suerte con un pañuelo. El (25-08-1883), el matador José Machío, lidió  el astado, de pelo retinto, albardado, de nombre Avellano de don José Padín,   en Segovia,   llegó tan bravo y noble a la muerte, que Machío tiró la muleta fuera de su alcance, le citó con un pañuelo y lo acabó de una buena estocada.

               Pero el pañuelo sirvió a otro diestro, muy familiar a los aficionados portuenses de aquel tiempo, Manuel Hermosilla y Llanera –señó Manué-, para matar a un toro… por primera y única vez en la historia de la Tauromaquia, aconteció lo siguiente: Toreaba una tarde en Segovia con Salvador Sánchez Povedano (Frascuelo) y Ángel Pastor…,pero dejemos nos lo cuente don Aniceto Marinas García: “En mi ciudad natal, en Segovia. El cartel lo formaban –los diestros citados- …y Ángel Pastor reaparecía después de una cogida grave –que no hemos podido saber dónde fue-, que lo tuvo varios meses apartado de los ruedos. Frascuelo era el ídolo, el famoso, el torero a quien se iba a ver. Los demás completaban el cartel, pero no eran la base atractiva. Esto traía muy quemado a Hermosilla, que tenía mucho  amor propio. Fruto de este orgullo profesional fue el de matar un toro  recibiendo como no he visto jamás a nadie. Llegado el momento, y ante la expectación de la plaza entera, que se dio cuenta de que iba a recibir  al animal, Hermosilla trazó una raya en el suelo delante del     toro, extendió el pañuelo, puso los pies sobre el cuadrado blanco y citó. El toro se arrancó como una flecha, y Hermosilla lo recibió de manera que fiera y hombre rodaron al mismo tiempo, la primera sin vida, de resulta de la estocada perfecta –de ahí el decir la famosa estocada, de Segovia-, y el segundo indemne,  para levantarse enseguida y recoger la ovación  estruendosa. Frascuelo, aquella tarde, quedó apagado, ya que no tuvo  suerte al matar y atravesó a uno de los toros con la espada.  ¡Y qué torazos eran aquellos!

             

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casemo - 2004