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LA GACETILLA TAURINA |
Nº 38 - 15 de Junio 2006 (Textos originales del Dr. en veterinaria D. Juan J. Zaldivar) |
SE CUMPLIÓ SU PRESAGIO |
El famoso diestro José Delgado (Pepe-Hillo) sentía una profunda repulsa por lidiar los toros de casta castellana, presintiendo que podrían causarle la muerte. Y, desgraciadamente, así fue. Al toro negro zaino, llamado Barbudo, de la ganadería española de don José Gabriel Rodríguez, de Peñaranda de Bracamonte, lidiado en séptimo lugar en la plaza de Madrid el (11-05-1805), se debe la triste celebridad de su nombre a ser el causante de la muerte del célebre torero, cumpliéndose así su funesto presagio, por un toro que él mismo escogió. La víspera de la corrida según era costumbre, los toros estuvieron expuestos en los prados del arroyo Abroñigal, y a verles acudió a caballo José Delgado, acompañado de varios amigos. Según la leyenda, repetida e ilustrada más de una vez, vieron los toros detenidamente, y uno de ellos se acercó al grupo en que estaba Pepe-Hillo. Éste, dirigiéndose al mayoral de la vacada, que junto a él estaba, pronunció la conocida frase: «Tío Castuera, ese toro, para mí», y para él se designó, según sus deseos. Al toro era Barbudo, que había de quitarle la vida pocas horas después. Ya en el ruedo el tristemente célebre toro, según el testimonio de don José de la Tixera, tomó tan sólo tres o cuatro varas, y todas huyendo, pues era de condición cobarde. Cambiado el tercio, Antonio de los Santos le clavó el primer par de banderillas con mucha maestría, según el citado autor, y seguidamente le colocaron otros tres pares Joaquín Díaz y Manuel Jaramillo. Por no repetir aquí lo que se describe en la biografía de Pepe-Hillo, diremos sucintamente que tras la faena de muleta, al entrar a matar, a la derecha del toril, y en el momento de colocarle media espada, superficial y contraria, el citado astado cogió a Yllo, le campaneó horriblemente, dejándole moribundo sobre la arena, acabando su vida en la enfermería un cuarto de hora después, «en cuyo intermedio se le administraran todos los socorros espirituales». Trató de hacerle el quite, o le hizo, en efecto, aunque su eficacia no fuese la deseada, el picador Juan López, procurando ponerle una vara a caballo levantado. Seguidamente, y previo un ligero trasteo, José Romero, que alternaba con Pepe-Hillo, mató a Barbudo de «dos bien dirigidas estocadas, con todo el denuedo y serenidad de espíritu que acostumbraba y pedía lo arduo de la empresa, graduando las críticas circunstancias que le hacían multiplicadamente más difícil». Goya inmortalizó gráficamente la horrible cogida.
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casemo - 2004