LA GACETILLA TAURINA 

 Nº  44 -   27 de Julio 2006   (Textos originales del Dr. en veterinaria D. Juan J. Zaldivar)

 ¡Que tiempos aquellos!


             Ahora todo son comodidades para los toreros -desde que inscriben en una Escuela Taurina  -que tienen que hacer largos viajes… “el Ave” les lleva de Sevilla a Madrid casi en el tiempo en que se lidia una corrida, o bien usan el avión. Sin embargo, durante casi dos centurias, los toreros andaluces que eran contratados para torear en Madrid, muchos días antes de hacer el paseíllo para enfrentarse a los toros, jugándose la vida, tenían que recorrer un largo “paseillo de la muerte”, por caminos a veces intransitables, ya que muchos kilómetros antes de visualizar los perfiles de Sierra Morena, en cuyos altos riscos grupos de bandidos  estaban al acecho para asaltar y robar las diligencias, cuando no asesinar a los viajeros, las cosas eran muy diferentes, pues la seguridad la ofrecían  escoltas de soldados a caballos. El día que los bandidos observaban que las diligencias carecían de protección armada, o la escolta era muy reducida, se lanzaban sobre ellas…

             Muchos diestros andaluces llegaron tarde a cumplir sus compromisos en la Plaza de Toros de la Corte, o bien no llegaron nunca, como veremos seguidamente, citando dos ejemplos. En el primer caso, cuando para las corridas  de otoño de Madrid, durante la temporada de 1810, fue contratado Lorenzo Baden, llegó tarde desde Sevilla, donde se encontraba, recibió el Corregidor de Madrid una justificación del general Jorge, gobernador de Andalucía, en la que informa que puede asegurar «que la tardanza no proviene de falta suya, sino de la dificultad de las escoltas, que no las hay diarias.»

             En el segundo ejemplo, el diestro don Rafael Pérez de Guzmán, noble caballero y matador cordobés,  contratado para torear en Madrid, nunca llegó, porque el (14-04-1838), cuando iba hacia la Corte, fue victimado por una de las muchas partidas de bandoleros que infestaban des Sierra Morena, hasta los llanos de la Mancha. Tenía que torear diez días después, el (24-04-1838), pero no se presentó. En la nómina del haber de los lidiadores hizo constar la empresa:

«Rafael Pérez de Guzmán, escriturado de tercera, y que no llegó a tiempo, se le  abona, sin embargo, su haber, con arreglo a lo convenido con sus compañeros, que le suplieron.» Su haber sumaba mil reales, que la empresa, noticiosa de que don Rafael había muerto asesinado en el campo, entregó para socorro de su viuda. Su muerte dio lugar a varias versiones erróneas, y Recortes desmiente los falsos comentarios de algunos de sus biógrafos del modo siguiente:

              «En aquella época, con pretexto del carlismo y aprovechando las circunstancias de que las fuerzas del ejército se hallaban, en su mayoría en el Norte de España, salieron  algunas partidas de bandoleros, que asaltaban los correos, desvalijando a los viajeros y dando muerte al que se resistía al despojo. Para evitar en lo posible estas tropelías, solía acompañar a los transportes un piquete de militares, destinado exclusivamente a este servicio. Una de las muchas partidas que infestaban los llanos de la Mancha, asaltó el (14-04-1838) el coche-correo, en el que iba don Rafael Pérez de Guzmán; las fuerzas se dispusieron a rechazar a los bandidos, y algunos viajeros empuñaron también las armas, trabándose un combate en el que resultó muerto don Rafael, continuando los demás la marcha, dejando abandonado el cadáver, que fue después recogido.

              Noticiosos los vecinos del pueblo de La Guardia de la refriega, salieron a reconocer el campo, hallando el cuerpo del torero, que fue conducido al pueblo, donde, según costumbre de aquella época, se le hizo el funeral y dio sepultura, extendiéndose en el Archivo de la Parroquia la partida siguiente: «El diez y seis de abril de mil ochocientos treinta y ocho se celebró en esta Parroquial de Nuestra Señora de la Asunción misa de cuerpo presente, y su vigilia solemne, por el ánima de un hombre que fue muerto el día catorce del mismo y hallado en el sitio llamado Carrocaña de este término , en la batida que tuvieron las tropas que acompañaban un convoy, cuyo cadáver fue sepultado en el campo santo de la misma, ayer quince, como a las cinco de la tarde, según oficio que me pasaron Victoriano Tamarón, Alcalde del primer voto, y don Manuel Salgado, de segundo, constitucionales, habiendo ejecutado su funeral con el rito de primera clase, concurrencia del Clero, asistencia de todo el Ilustrísimo Ayuntamiento y de los particulares, luciendo en él los  cirios de todas las hermandades éstas en esta Parroquial, conduciéndole desde ellas con la misma forma al denominado camposanto.”


        
                                     

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casemo - 2004