LA GACETILLA TAURINA 

 Nº  47 -   23 de Agosto 2006   (Textos originales del Dr. en veterinaria D. Juan J. Zaldivar)

Una nocturna y tres destinos...

            

              Durante decenios se prodigaron celebrar en la Real Maestranza de Caballería novillas-concursos. Y como nuestras “Gacetillas” se hacen eco de las más variadas facetas de nuestra Gran Fiesta, hoy queremos recordar una de aquellas tantas novilladas nocturnas, en la que actuaron tres novilleros, la noche del (22-08-1909); festejo muy apropiado  para celebrar un sábado de nuestro caluroso verano en la Plaza Real de El Puerto de Santa María, tras dejar atrás las luces del ocaso, y  seguir después los diferentes destino que la Providencia le tenía asignado a cada uno de los diestros participantes, quienes aquellos días estaban  felices de la oportunidad que se le ofrecía. Los novilleros fueron todos sevillanos en esta ocasión y el empresario buscaba con estos festejos complacer al público y a la vez darles oportunidades a los futuros diestros:

                   *Andrés Sánchez Guillén (Frascuelito), nacido en Sevilla se presentó oficialmente en la Plaza de Toros de su ciudad natal. Le correspondió un novillo de don José Florencio, de Guillena (Sevilla), al que mató muy acertadamente. Ello le valió para que en esa misma temporada formara en la cuadrilla de Manuel Jiménez (Chicuelo), y juntos torearon en Orán (Argelia, entonces francesa), el (03 y 17-10-1909). Aunque fue un novillero adornado en su trabajo, voluntarioso y decidido, que pareaba con gracia y seguridad, el destino no le proporcionó las debidas condiciones físicas, agravadas con una enfermedad a la vista –debió padecer de diabetes precoz, entonces de consecuencia mortal- que, en muy pocos años,      llegó a privarle de ella, obligándole a retirarse del torero, y olvidado de los aficionados y querido por sus amigos, que estimaban la bondad de su carácter, murió en Madrid hacia el año 1924.

              *Enrique Barrios (Cabrerito de Santiponce), matador por una sola vez de novillos, se incorporó, desafortunadamente, a la interminable lista de principiantes que llenos de ilusiones desean cambiar su pobre destino. Él, un consumado cabrero de aquella población,  deseoso como la mayoría, de toda clase de oficios, de mejorar su modesta profesión, aprovechó la ocasión de celebrarse en la Maestranza  aquella novillada-concurso el citado  día, en la cual se había de otorgar una medalla de plata al que mejor actuase. Y fue tal el empeño que Enrique puso en la batalla, que aun siendo un desconocido para todos, toreó el novillo que le correspondió de forma magistral, ganándose el premio. Sin embargo, aquella exitosa hazaña que el destino le había otorgado, no sirvió más que para sentirse orgulloso de lo que hizo ante sus paisanos, ya que su nombre no volvió a figurar en corridas de importancia, dando la impresión de que volvió a su oficio, acaso a saborear el galardón taurino logrado durante toda su apacible vida, o tal vez su invaluable humildad le hizo inclinarse por cuidar sus caprinos.

                   *Antonio Cortés (Recovero), banderillero y principiante novillero, como decimos, natural de Sevilla, había actuado ya como banderillero muchas veces en la Maestranza e iba esa noche a mostrar a todos sus paisanos sus dotes, sus otras habilidades como novillero.  Pero, esperándolo todo en aquella oportunidad, el destino no le permitió el triunfo y le hizo ver que era mejor continuara dedicándose a banderillear, pues era mucho mejor rehiletero que peón de brega. Se sabe que aceptó con entereza su falta de suerte y no volvió más a probar fortuna con el estoque.

                   Analizando los respectivos cursos profesionales, se pueden observar tres  trayectorias bien diferentes, ejemplos vivos de esa legión compuesta por miles de jóvenes   que de un modo u otro y durante siglos, buscaron afanosamente mejorar su modo de vida, y quedaron en la cuneta de esa carretera taurina de tan incierto pavimento, que sólo pueden recorrer los escogidos por la Providencia. Alcanza el arte de torear tal complejidad, que independientemente de ser “un arte único”, se necesitan diferentes “fibras” sicológicas, espirituales y exquisitos sentimientos, sin importar para nada la educación y la cultura, pues el valor de enfrentar cada tarde a la muerte, es un valor sobrenatural que se alimenta de un desconocido maná espiritual.

                                               

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