LA GACETILLA TAURINA 

 Nº  48 -   1 de Septiembre 2006   (Textos originales del Dr. en veterinaria D. Juan J. Zaldivar)

La historia de la venta de "entradas" (1)

            
              Aunque no se ha  logrado aún precisar con exactitud el  origen de despachar o vender billetes para presenciar los espectáculos taurinos, dando derecho al uso de determinados asientos, si sabemos que era una antigua costumbre la de pagar a la entrada de la plaza, depositando la cantidad, según el precio de la localidad deseada, en una bolsa fiscalizada por los correspondientes cobradores situados en cada puerta de acceso. Así de sencillo. De esa forman podemos asegurar que ya en  1738 se adquirían las entradas para asistir a las corridas en la Real Maestranza de Caballería de Sevilla. De esa fecha es una “forma de arrendamiento” otorgado por dicha Maestranza, en cuyas condiciones figuran,  según la ubicación, las siguientes normas:

              “Cualquiera que quisiera arrendar asientos de balcón, deberá acudir a la casa donde está la administración, inmediata a la plaza, y en ella se darán boletines.” “Los balcones, cajones y tarimón están numerados por la parte de fuera de la plaza, a fin de que no padezcan confusión los interesados de los boletines, los que hallarán quien les franquee los respectivos asientos.” Referente a las localidades sin numerar, se disponía los siguiente:

              “Todo el que quiera asiento en lo restante de la plaza lo tendrá pagando a los cobradores,  que estarán a las puertas, seis cuartos por la mañana y once de la tarde, siendo dueños de elegir asientos en lo que encontraren desocupado; pues sólo se exceptúan balcones, cajones y el tarimón –tendido- debajo  de ellos; con la advertencia de no  llevar mayor moneda que pesetas, por evitar la detención del cambio y peso.”

              Lo señalado deja al descubierto que en la Real Maestranza de Caballería existía  un sistema de cobro mixto, pues, por un lado, los cobradores se hacían cargo del importe de las localidades sin numerar, y las numeradas se reservaban a quienes previamente habían adquirido con anterioridad las entradas o boletines. Así que, desde 1738, podemos ya seguir la evolución cronológica que siguieron los tipos de entradas para asistir a las corridas de toros y que de forma conjunta aparecerá analizada en el año en que suceda un determinado cambio. En  este sentido, podemos decir que en las restantes plazas la costumbre debió ser muy similar, y desde 1803 se conserva una lista del reparto de boletines a personas que, por su cargo o dignidad, debían de disfrutar de localidades determinadas, especialmente, en las fiestas oficiales. En todos  los casos, los diversos precios de las entradas, debían ser previamente autorizados por las autoridades correspondientes.

                        Al  parecer, en la plaza de Madrid y a  finales del siglo XVIII, aunque las localidades comunes estaban sin numerar, en las funciones importantes se expedían o vendían billetes para todas las localidades de sombra. Cuando se reanudaron las fiestas de toros por orden del rey intruso, José Bonaparte, sin duda por la resistencia del público a asistir  a ellas, y con el designio de dar el mínimo de molestias a los asistentes, se fijaba un aviso, que significó  un retroceso en la reglamentación y  ordenación de la fiesta, con la siguiente advertencia: “Se entrará sin billete, pagando a la entrada como antes se hacía.” Tal parece que la costumbre de recaudar el precio de las entradas por medio de los cobradores situados  en las puertas de las plazas desapareció, al menos en la Madrid, en 1840. Don José Sánchez de Neira, que vivía en aquellos años, nos cuenta que, por aquel tiempo, “los empresarios don Pedro Antón, don Julián Javier, don Eusebio Caramanzana y don José Cuadros idearon establecer una entrada por medio billete, abriendo un despacho en la calle de Carretas.”                                                                    

                                                           

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