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LA GACETILLA TAURINA |
Nº 71 - 26 de Marzo 2007 (Textos originales del Dr. en veterinaria D. Juan J. Zaldivar) |
La Cruz de un ganadero |
El (13-05-1894)
volvió a anunciarse en la Corte y el cartel llenó de complacencia a los
aficionados madrileños. En esa corrida alternaron nada menos que José
Rodríguez (Pepete), Manuel García (Espartero), Rafael
Guerra (Guerrita) y Antonio Reverte Jiménez. Un día antes, para
corresponder al ambiente de expectación que se había desatado, Udaeta,
en otro más de sus inusitados gestos de gran señor, mandó bajar a la
finca «La Muñoza» una treintena de toros, de excelente presencia, de
bonito exterior, armónica morfología, acrisolada “jechura” –disculpe
señor Orgambides-, e invitó a numerosas
personas de gran alcurnia –algunas incluso de regia estirpe- a que, por
general acuerdo, escogieran de aquella partida, los seis toros que
habrían de correrce en la tarde siguiente, supuesto que todos eran de
muy buena nota. Tan ilustres aficionados
trasladáronse a los prados de referencia en
sus lujosísimos carruajes y pasaron una tarde deliciosa.
Otro de los toros mansos lidiados ese día, llevó el nombre de Latonero, el cual alcanzó en su huía al matador sevillano Antonio Reverte Jiménez al llegar a las tablas y le produjo la fractura del peroné, no pudiendo volver a torear hasta el (16-08-1894), y ese día lo hizo en Bayona. Desde esa tarde, que el ganadero presenciaba la corrida, comenzó a desalentarse por el pésimo juego y la total falta de bravura que hicieron sus astados en la plaza de Madrid, pensando desde esa fecha en deshacerse de la vacada. Y así, el (12-12-1899), el diestro Juan Antonio Cervera, estoqueó el novillo, llamado Chimeneo, que fue el último que se lidió en Madrid, resolviendo don Faustino deshacer la ganadería. Este novillo llevó el mismo nombre al que se refiere F. V. en Sol y Sombra, cuando dice: «Al segundo le llamaban en la casa de sus mayores Chimeneo; era negro corniabrochado», es decir, que el toro tenía tendencia marcada a brocho en la cornamenta.» Entre ambas temporadas (1894-1899), se dio una corrida de toros verdaderamente trágica y sangrienta y el ganadero le importó un bledo. Aquella tarde del (05-07-1896) alternaron Arturo Carral (Carralito), Juan Antonio Cervera y Julián Fernández Martín (el Salamanquino), siendo la última vez que toreó en Valladolid el Salamanquino. En esta novillada se lidiaron reses de don Antonio Angoso. El primer toro cogió a Carralito; el segundo, a el Salamanquino, produciéndole al voltearle la fractura del brazo derecho; el tercero mató al monosabio Pablo Toro, natural de Río Seco; el quinto hirió al banderillero Manolé; antes del cuarto toro habían pasado a la enfermería los tres picadores. Parece curioso citar, pues es la ocasión oportuna, una corrida tan desastrosa… y Angoso siguió criando aquellos regalitos…
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casemo - 2004
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