LA GACETILLA TAURINA 

 Nº  82 -   11 Junio 2007   (Textos originales del Dr. en veterinaria D. Juan J. Zaldivar)

¿Se acabaron los festejos taurinos patrióticos?


        
Todas las fiestas de toros celebradas con motivos de festejos públicos patrióticos, durante el reinado de Isabel II lo hicieron siempre en la antigua Plaza de la Puerta de Alcalá y  sin los aparatos característicos utilizados en las corridas reales, y así es que sólo se nos presentan como tal las celebradas los días (16 y 17-10-1846), verificadas en la Plaza Mayor, con motivo de los matrimonios de S. M, con su augusto primo el infante D. Francisco de Asís y de la princesa Doña Luis con el duque de Montpesier, hijo menor del Rey de los franceses. Jamás se ha dispuesto en la citada plaza en menos días que para estas fiestas, puesto que sólo se tardó en formarla del todo quince días, habiendo tenido que desendoredarla,  allanarla, hacer los tendidos y galerías y ejecutar de madera y lienzo formando casas los huecos de la calle Boteros y el arco de Santa Cruz y casa que faltaba a uno  de sus lados.

Puerta de Alcala            Se colgaron los balcones  principales y terceros de paño carmesí, corridos en toda su extensión con anchas franjas de  paño de oro; los segundos balcones de amarillo con franjas gasé  de plata y las barandas de los terrados de tela azul, de tal suerte  que el centro de todo alrededor de la plaza ostentaba los colores del pabellón nacional. El Palacio de  la  Panadería se  colgó de encarnado y azul, de seda, y en el centro se puso un rico dosel de  terciopelo con forro de  armiño parta SS.MM. y AA., y por las noches 700 hachas de cera de a cuatro pabilos alumbrando toda la plaza formando una magnífica vista por la igualdad de sus luces y adornos.

            Los toriles estaban situados en la calle de las Zapaterías como siempre y el arrastradero enfrente de la real Panadería, según costumbre, dándose los caballos a los picadores por el arco de Santa Cruz y siendo  el ingreso por el de Toledo para los caballeros en plaza, tropas, comparsas y demás operantes. El área de la Plaza Mayor, que consta de 151.068  pies, , formando la figura de un paralelogramo de 302  pies de latitud por  454 de longitud, se redujo después de  hechos los  tendidos y barracas a 87.822 pies de superficie  para celebrar la lid, pero esta vez se pusieron burladeros en los  extremos para mayor ventaja de los lidiadores y evitar rinconada.

            A las tres de la tarde se presentaron SS. MM. y AA. en su balcón, bajo del regio dosel. En seguida salieron a la plaza la compañía  de los  Alabarderos, que se situó armada de alabardas al descubierto y debajo del balcón real, después salieron los alguaciles de la Villa, por no haberlos de la real  casa, mandados por el jefe de la ronda, por no haber alguaciles de la Villa, capitaneados  por el  jefe de la ronda, por no haber  alguacil Mayor, y después los caballeros en plaza D. Ramón Fernández, D. Antonio  Miguel Romero, D. Federico Varela y Ulloa, y  D. José Cabanas, los cuales, apadrinados por el orden que se hallan aquí, de los grandes de España, conde  de Altamira, duque de Abrantes, duque de Medinaceli y duque de Osuna, los que en sus ricas carretelas tiradas por briosos caballos ricamente enjaezados y con penachos, y seguidos de 28 caballeros vistosamente enjaezados y conducidos por palafreneros con librea, se presentaron delante de SS. M M.; donde por su orden fueron haciendo las cortesías de etiquete en estas fiestas, bajándose al efecto de las carretelas.

            Acompañaba a la primera carretela el espada Jiménez, alias el Morenillo con su cuadrilla para proteger al primer caballero; con la segunda, el espada llamado el  Chiclanero (1) con la suya, que debía defender al segundo caballero; con la tercera, Juan León (Leoncillo), defensor del tercero, y con la cuarta, el célebre Francisco  Montes (1) que, con su cuadrilla, debía defender al último caballero. Luego que dando la vuelta a la plaza salieron los coches, volvieron en seguida  a  entrar montados los  caballeros, vestidos a la antigua española, precedida de la guardia antigua de la lancilla, vestida a la chamberga, y seguidos de muchos pajes y  escuderos, con dalmáticas de armería los heraldos que les precedían, terminando el acompañamiento los sesenta lidiadores que componían las cuatro cuadrillas, a razón, pues de 15 miembros cada una, con riquísimos trajes y  sombreros de  tres picos en facha sobre las moñas. Luego se retiró el acompañamiento después de haber vuelto a saludar a su Majestad, quedaron en la plaza sólo los alguaciles a caballo, que no pueden en estas fiestas dar la espalda a los reyes, los caballeros puestos en su lugar, y los lidiadores en los suyos, S. M la Reina dio la  orden de empezar la función, arrojando la llave de toriles, adornada de bonitas cintas, la cual corrió el alguacil, según  costumbre.

Al salir el primer toro se esparcieron por toda la plaza una bandada de palomas adornadas con muchas cintas, y de las banderillas rizadas  que pusieron al toro salieron infinidad de pajarillos con vistosas cintas. Tres caballeros tuvieron que retirarse después de caer varias veces y de perder los caballos, y sólo quedó en lid el valiente D. Antonio Miguel Romero, ahijado del duque de Abrantes y defendido por el Chiclanero, el cual, con una serenidad y admirable destreza y arrojo, dio muerte a los toros a veces de un solo rejonazo, lo que le valió justos estrepitosos aplausos; su valor fue premiado con haberle manifestado  S. M. su complacencia, regalarle la espada que ciñó en sus bodas el duque de  Montpesier, con un rico  regalo de su  padrino y con otros obsequios hechos por la Reina. Luego que ésta mandó retirar al caballero, siguieron  los lidiadores de oficio la función, distinguiéndose en ella el famoso Montes y su discípulo y sobrino del Chiclanero.

Al  día siguiente (17-10-1846), que dio la corrida de toros la Villa de Madrid, asistieron también Sus Majestades y AA., verificándose la función del mismo modo que en el anterior, con la sola diferencia de que no asistieron los alabarderos y de que se presentaron a quebrar rejoncillos los caballeros en plaza que había nombrado el Ayuntamiento, D. Fernando Aceves, D. Mariano González y D. José Pérez Olmedo, apadrinados por los regidores. El segundo  caballero tuvo que retirarse al primer toro casi exánime de un porrazo, y los dos se sostuvieron hasta el tercer toro en que se les mandó retirar, siendo el Olmedo el que se portó con más valentía y serenidad. Al matarse el último toro se despidieron SS. MM y AA. y a este mismo tiempo se iluminó de repente toda la Plaza. En la función del (18-10-1846) no hubo caballeros en plaza, y fue  en todo una corrida como las comunes, la cual no se pudo concluir por suspender el quinto toro a  causa de los mucho que llovió aquella tarde. El día (20-10-1846) se verificó una corrida real de novillos con toros de muerte, danzas, cucañas y fuegos artificiales en la  Plaza de la Puerta de Alcalá, a la que asistieron SS. MM y AA.

 (1) El toro de la vacada española, Patita, de los señores duques de Osuna XI y de Veragua XIII, negro, bien cornado y de mucho peso. Se lidió en Madrid el (17-10-1846), en una corrida real celebrada en la Plaza Mayor. Tomó codiciosamente 10 varas, derribó muchas veces y mató ocho caballos. José Redondo  (Chiclanero) ejecutó con él el salto del trascuerno. Fue muerto el bravo y noble animal por Francisco Montes (Paquiro) de una estocada al volapié y otra arrancando.

       

                                                       

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