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LA GACETILLA TAURINA |
Nº 82 - 11 Junio 2007 (Textos originales del Dr. en veterinaria D. Juan J. Zaldivar) |
¿Se acabaron los festejos taurinos patrióticos? |
Los toriles estaban situados en la calle de las Zapaterías como siempre y el arrastradero enfrente de la real Panadería, según costumbre, dándose los caballos a los picadores por el arco de Santa Cruz y siendo el ingreso por el de Toledo para los caballeros en plaza, tropas, comparsas y demás operantes. El área de la Plaza Mayor, que consta de 151.068 pies, , formando la figura de un paralelogramo de 302 pies de latitud por 454 de longitud, se redujo después de hechos los tendidos y barracas a 87.822 pies de superficie para celebrar la lid, pero esta vez se pusieron burladeros en los extremos para mayor ventaja de los lidiadores y evitar rinconada. A las tres de la tarde se presentaron SS. MM. y AA. en su balcón, bajo del regio dosel. En seguida salieron a la plaza la compañía de los Alabarderos, que se situó armada de alabardas al descubierto y debajo del balcón real, después salieron los alguaciles de la Villa, por no haberlos de la real casa, mandados por el jefe de la ronda, por no haber alguaciles de la Villa, capitaneados por el jefe de la ronda, por no haber alguacil Mayor, y después los caballeros en plaza D. Ramón Fernández, D. Antonio Miguel Romero, D. Federico Varela y Ulloa, y D. José Cabanas, los cuales, apadrinados por el orden que se hallan aquí, de los grandes de España, conde de Altamira, duque de Abrantes, duque de Medinaceli y duque de Osuna, los que en sus ricas carretelas tiradas por briosos caballos ricamente enjaezados y con penachos, y seguidos de 28 caballeros vistosamente enjaezados y conducidos por palafreneros con librea, se presentaron delante de SS. M M.; donde por su orden fueron haciendo las cortesías de etiquete en estas fiestas, bajándose al efecto de las carretelas. Acompañaba a la primera carretela el espada Jiménez, alias el Morenillo con su cuadrilla para proteger al primer caballero; con la segunda, el espada llamado el Chiclanero (1) con la suya, que debía defender al segundo caballero; con la tercera, Juan León (Leoncillo), defensor del tercero, y con la cuarta, el célebre Francisco Montes (1) que, con su cuadrilla, debía defender al último caballero. Luego que dando la vuelta a la plaza salieron los coches, volvieron en seguida a entrar montados los caballeros, vestidos a la antigua española, precedida de la guardia antigua de la lancilla, vestida a la chamberga, y seguidos de muchos pajes y escuderos, con dalmáticas de armería los heraldos que les precedían, terminando el acompañamiento los sesenta lidiadores que componían las cuatro cuadrillas, a razón, pues de 15 miembros cada una, con riquísimos trajes y sombreros de tres picos en facha sobre las moñas. Luego se retiró el acompañamiento después de haber vuelto a saludar a su Majestad, quedaron en la plaza sólo los alguaciles a caballo, que no pueden en estas fiestas dar la espalda a los reyes, los caballeros puestos en su lugar, y los lidiadores en los suyos, S. M la Reina dio la orden de empezar la función, arrojando la llave de toriles, adornada de bonitas cintas, la cual corrió el alguacil, según costumbre. Al salir el primer toro se esparcieron por toda la plaza una bandada de palomas adornadas con muchas cintas, y de las banderillas rizadas que pusieron al toro salieron infinidad de pajarillos con vistosas cintas. Tres caballeros tuvieron que retirarse después de caer varias veces y de perder los caballos, y sólo quedó en lid el valiente D. Antonio Miguel Romero, ahijado del duque de Abrantes y defendido por el Chiclanero, el cual, con una serenidad y admirable destreza y arrojo, dio muerte a los toros a veces de un solo rejonazo, lo que le valió justos estrepitosos aplausos; su valor fue premiado con haberle manifestado S. M. su complacencia, regalarle la espada que ciñó en sus bodas el duque de Montpesier, con un rico regalo de su padrino y con otros obsequios hechos por la Reina. Luego que ésta mandó retirar al caballero, siguieron los lidiadores de oficio la función, distinguiéndose en ella el famoso Montes y su discípulo y sobrino del Chiclanero. Al día siguiente (17-10-1846), que dio la corrida de toros la Villa de Madrid, asistieron también Sus Majestades y AA., verificándose la función del mismo modo que en el anterior, con la sola diferencia de que no asistieron los alabarderos y de que se presentaron a quebrar rejoncillos los caballeros en plaza que había nombrado el Ayuntamiento, D. Fernando Aceves, D. Mariano González y D. José Pérez Olmedo, apadrinados por los regidores. El segundo caballero tuvo que retirarse al primer toro casi exánime de un porrazo, y los dos se sostuvieron hasta el tercer toro en que se les mandó retirar, siendo el Olmedo el que se portó con más valentía y serenidad. Al matarse el último toro se despidieron SS. MM y AA. y a este mismo tiempo se iluminó de repente toda la Plaza. En la función del (18-10-1846) no hubo caballeros en plaza, y fue en todo una corrida como las comunes, la cual no se pudo concluir por suspender el quinto toro a causa de los mucho que llovió aquella tarde. El día (20-10-1846) se verificó una corrida real de novillos con toros de muerte, danzas, cucañas y fuegos artificiales en la Plaza de la Puerta de Alcalá, a la que asistieron SS. MM y AA. (1) El toro de la vacada española, Patita, de los señores duques de Osuna XI y de Veragua XIII, negro, bien cornado y de mucho peso. Se lidió en Madrid el (17-10-1846), en una corrida real celebrada en la Plaza Mayor. Tomó codiciosamente 10 varas, derribó muchas veces y mató ocho caballos. José Redondo (Chiclanero) ejecutó con él el salto del trascuerno. Fue muerto el bravo y noble animal por Francisco Montes (Paquiro) de una estocada al volapié y otra arrancando.
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casemo - 2004
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