LA GACETILLA TAURINA 

 Nº  96-   17 Septiembre 2007   (Textos originales del Dr. en veterinaria D. Juan J. Zaldivar)

Gacetillas de Psicología . (Cuando el ganado cambia de "hogar")

        
 
              Si problemático e incómodo resulta cambiar de hogar para la especie humana, las vicisitudes se hacen verdaderamente agobiantes para toda clase de animales; pero son un verdadero calvario para las reses de lidia, ya que su propio temperamento acrecienta su infrenable inquietud. De los muchos ejemplos citaremos en esta entrega uno que tuvimos la ocasión de vivir en toda su intensidad y, por qué, no, sentida amargura. ¡Qué ajena vive nuestra especie a estas realidades del fascinante mundo animal! ¡Cuánta grandeza hay en todas esas situaciones que padecen los animales!

            El (11-09-1982) llegó al rancho El Coloradito –ubicado en la ranchería de Bañón (Municipio de Villa de Cos, Estado de Zacatecas), entonces propiedad de los Hnos. Huerta-Flores, un hato de 33  vacas bravas y un semental del ganadero don Guillermo Rodríguez, procedente del predio de Cerrogordo, ubicado en los límites del Estado de México. El incesante proceso de ocupación de tierras en toda aquella extensa región, por parte de los “desheredados”, obligó al citado ganadero, uno de los más destacados de México, a retirarse con todo y su ganado de aquellas latitudes, tal y como Joselito Huerta tuvo que hacer con su ganadería, ubicada en el mismo Estado, dos años antes (*). Un acuerdo, entre Joselito y don Guillermo, nacido de una vieja gratitud –el célebre y valiente matador mexicano recibió de don Guillermo los apoyos que necesitó para llegar a ser torero-, permitió que las vacas de éste siguieran produciendo en El Coloradito.

 (*) El lugar de origen de estas ganaderías, próximas a los núcleo urbanos, le imprime al ganado un carácter más tolerable a la presencia de los seres humanos, a la vez que se despreocupan de sus predadores por la escasez de los mismos, y ello tiene una importancia extrema a la hora de ser desplazados a áreas silvestres, donde pululan los depredadores,  pues carecen de conocimientos y hábitos para defenderse de ellos.

             La mayoría de las vacas presentaban gestación avanzada, por lo que aquella aventura supuso un gran peligro para los animales. Cuando llegaron al nuevo hogar, después de doce horas, en las que recorrieron casi 700 kilómetros, se les veía tan cansadas como desconcertadas. No llevar a la mente la certidumbre del sufrimiento de los animales nos deshumanizará siempre. A las pocas horas fueron trasladadas a un cercado, donde tenían agua, pastos abundantes y un “mancha” natural de nopales en la que protegerse. En él permanecieron quince días con el fin de que se adaptaran. Seguidamente, los vaqueros llevaron al hato y el semental al potrero definitivo.

            Percibir la intranquilidad con que se comportaron los animales aquellos sus primeros días en el nuevo hogar descompuso nuestro ánimo. La desazón de las vacas, buscando un lugar donde dar a luz a sus terneros, que desconocían todo a su alrededor,  resultó realmente dramático. Dudaron muchas veces antes de penetrar en aquella reducida selva de nopales y, por temor, se quedaban a descansar a cielo abierto. En aquellos quince días sólo diez parieron, tres de ellas, las más recatadas y preocupadas por sus tiernas crías pasaron al interior de la desconocida espesura.

            En semejante y difícil situación, las reses descubrieron que en el interior de aquella “mancha” habían instalado también su hogar mucho tiempo antes, una familia de coyotes, y ello provocó que se desatara una histeria colectiva en todo el hato, pues los agresivos predadores programarían de inmediato devorar a cuantos terneros se pusieran en el camino de sus cacerías. En ese malestar de la comunidad vacuna dejamos el relato, para continuar con la siguiente entrega.

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