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LA GACETILLA TAURINA |
Nº 97- 24 Septiembre 2007 (Textos originales del Dr. en veterinaria D. Juan J. Zaldivar) |
Gacetillas de Psicología . (Los terneros se llevan la peor parte) |
Sí, la realidad que viven los terneros en esos cambios de domicilio con sus progenitores, en los desastres naturales, en que sean capturados por los abígeos –ladrones de ganado, especie de secuestro mortal, -es idéntica a la que sufren los niños de todo el mundo, que son los grandes sacrificados y perdedores de las sociedades de todos los tiempos, especialmente en tiempos de guerras. Dejamos en la anterior Gacetilla (nº 11), a toda una comunidad de vacas de lidia, sometida a la constante presión de los depredadores del rango de los coyotes, habilidosos implacables a la hora de inventarse una perfecta estrategia para fomentar el espíritu innato de observación de los terneros y apartarlos de su madre, para seguidamente devorarlos. La peligrosa familia de coyotes instalada en la “mancha” de nopales –tunas-, ya descrita, nos obligó a dar por finalizado el período de adaptación y trasladar todo el hato a su potrero definitivo. No fue tarea fácil, porque el ganado tenía que pasar bajo un puente de la carretera (Fresnillo-Bañón), y fue lo mejor dejarlo en paz para que ellos mismos se cercioraran de que podían cruzar sin peligro. Esta estrategia da siempre muy buen resultado con el ganado bravo. Y es que su carácter peculiar no admite imposiciones en el medio natural. Al día siguiente, sin haberse expuesto a serios peligros los vaqueros, todo el ganado había pasado bajo el puente…gracias a la curiosidad de varios terneros que, jugando y correteando, se pasaron al otro lado. Los niños es común se lancen hacia los desconocido de la forma más inocente. Todo el ganado quedó sin posible retorno. Y volvemos a lo mismo: los terneros se llevaron la peor parte. De las vacas que parieron en aquel espeso bosque de tunas, dos dejaron sus crías escondidas cuidadosamente, tanto, que ninguno de la familia de coyotes las descubrió, pero sí un vaquero que tres días después recorría unas de las estrechas veredas del bosque espinoso y vio a dos terneros –una hembra y un macho- encamados, como muertos, de unos cuatro o cinco días de edad. Inmediatamente fueron llevados al rancho sobre sillas de montar de dos vaqueros. Daba pena verlos. El aspecto de ambos era deprimente, esmirriados, tristes y sin fuerzas para mantenerse en su estación. Haberlos descubierto dos días después nos los hubiéramos encontrado muertos. Milagrosamente no fueron devorados por los coyotes. Pasado esos días ya no hubiesen sido reconocidos por sus respectivas madres, que ya habrían perdido el interés por buscarlos. Terminamos esta entrega señalando que las vacas bravas criadas de forma totalmente silvestre, aceptan la pérdida de su ternero en apenas tres días, mientras que las que viven cerca de las comunidades humana, están como más humanizadas y tardan hasta dos semanas sin aceptar la muerte de su ternero. Ocurre como si las que viven en el medio más salvaje aceptasen el destino que les depara la naturaleza, mientras las otras no se conforman.
Posteriores investigaciones, como veremos en otra Gacetilla, dejaron al
descubierto que las vacas más humanizadas, cómo que hacen recaer la
culpabilidad de la muerte a los cuidadores. Pero esa facultad innata de naturaleza neuromuscular para succionar conlleva el problema de que si a la mayor brevedad no la despliega en toda su capacidad, la estructura biológica que la sostiene se colapsa, los músculos se endurecen y las mandíbulas quedan fuertemente cerradas, siendo muy difícil poder separarlas. Hubo necesidad de dar intensos masajes con agua templada durante más de tres horas y tan pronto dejó abierto un pequeño resquicio bucal, introducirle leche a unos 40 grados centígrados. Se tardaron seis horas en lograr que los músculos de la región bucal comenzaran a tener la elasticidad natural. Veinticuatro horas después ya tomaban el biberón con total normalidad. Se habían salvado de la muerte aquellos dos huérfanos accidentales. En todas las ganaderías es recurrente el problema de los terneros huérfanos, que se convierte en una más de las pérdidas que sufren los ganaderos. En terrenos llanos y sin matorrales resulta fácil encontrarlos encamados, pero en ranchos del semidesierto del Estado mexicano de Zacatecas, cubiertos por verdaderas selvas de tunas, algunas con más de 6 metros de altura, compitiendo con la palmeras, y con relieves montañosos, los vaqueros sólo encuentran, la mayoría de las veces, sus esqueletos, a manera de reliquias, dejadas por los predadores. En esas áreas silvestres la selección natural actúa en todo su esplendor, eliminando sin piedad a los más débiles y en las que los más listos viven de los incautos. El problema señalado conforma un perfil de la zootecnia del ganado bravo que, como tantos otros, continúa sin resolverse. Esas pérdidas podrían minimizarse si los ganaderos instrumentaran un manejo más racional de los recursos pecuarios con que cuentan, programando un adecuado “desvieje de hembras”, cuya edad avanzada, o su precoz deterioro hagan aconsejables sacrificarlas a finales de cada primavera, cuando se encuentran en aparente mejor condición física y más alto peso vivo. Eliminando oportunamente las vacas viejas, el ganadero evita la aparición de terneros(as) huérfanas y, a la vez, ingresa a su economía un valor añadido considerable, limitando la proliferación de las poblaciones de predadores, al reducir su alimentación, especialmente en las áreas semidesérticas estudiadas. En el otro extremo nos encontramos con el perfil opuesto. Lo forman los ganaderos que para no tener pérdidas de ninguna clase, dejan de preocuparse debidamente de la selección y ternero que nace, toro que se lidia cuatro años después. Lo aprovechan “todo.” No hay que citar nombres, pero criadores hay que como lo hizo don Eduardo I Miura, desde la muerte de su hermano Antonio I, verdadero creador de la famosa vacada, que vendió en poco más de 10 años más corridas de toros y novillos, y vendió más sementales, que sus descendientes en medio siglo. En cada generación aparece otro ganadero que vende corridas por un tubo. |
casemo - 2004
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